El respeto como valor supremo de las relaciones humanas

Columnista Invitado

El diccionario de la Real Academia de la Lengua define el respeto como la acción de respetar, tener acatamiento y tener veneración hacia otros.
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Sin embargo, el concepto pareciera mucho más amplio y además de lo que también pudieran decir manuales como el de la Urbanidad de Carreño o cualquier otro código de ética, respetar transita mucho más allá de una simple definición conceptual.

El primer paso para respetar al otro es justamente saber respetarse a sí mismo, porque dicha acción comprende vivir en carne propia lo que significa este valor en su práctica, y lo personaliza al campo del “yo” como sujeto único y pensante, determinado por un grado de evolución de autoconciencia y la riqueza del “yo” como lo sugerirían las teorías marxistas.

Luego de tener claro que el respeto hacia sí mismo en toda su integridad corresponde entonces a lo personal, acercándonos un poco a la visión cristiano católica que refiere al cuerpo como templo de Dios o campo sagrado que no debe ser vulnerado de ninguna forma; ese concepto llevado a la práctica debe comenzar con un profundo auto-cuidado en los tres campos de la esencia del ser humano: cuerpo, mente y espíritu.

No se respeta a nadie cuando el sujeto consciente del “yo” comete acciones que perjudiquen su conducta, su salud física o mental, pues solo respetándose así mismo, se tendrá la capacidad humana para entender al otro, comprenderlo y respetarlo a lo largo de su interacción con la sociedad.

Además de entregar lo mejor de sí, también teniendo como base el intelectualismo socrático que incluye a la virtud como el conocimiento, ser respetuoso implica reconocer la necesidad de ser buena persona, de hacer el bien y ser virtuoso como parte de una superación propia.

En ese orden de ideas, ese concepto llevado a la práctica debe incluir todas esas acciones cotidianas del ser humano. Respeto en el trato con los demás, respeto a los espacios, respeto al pensamiento del otro, respeto a las decisiones de los demás, pero principalmente, respeto a ese principio básico de la autonomía de ser una persona íntegra, entendiendo un poco esa visión conceptual reflejada en aquel artículo de la constitución política de los indios, traducido por el periodista Jaime Garzón: “Nadie podrá llevar encima de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su persona, aunque piense y diga diferente”. Es justamente ese concepto de respeto el que debemos promover.

JUAN MANUEL DÍAZ

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