El carnaval tuvo su origen cinco mil años atrás en Sumeria y Egipto, más adelante los griegos iniciaron la celebración de festivales en homenaje a Dionisio, pero fue en la Edad Media donde se expandieron estas prácticas por Occidente hasta llegar a nuestro territorio.
Cuando Camilo decidió dedicarse a la literatura y al periodismo, creó su propio pueblo para contextualizar su obra, así como lo habían hecho otros autores universales.
Con gran regocijo hemos recibido la noticia del fallo del XLI Premio Iberoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez, organizado en Huelva, España y otorgado a Daniel Mauricio Montoya Álvarez, poeta formado en el Tolima y quien se desempeña como docente de la Universidad de Ibagué.
Todo comenzó en los aciagos días del mes de marzo del año anterior, cuando el mundo de las comunicaciones hizo un alto en sus comentarios sobre las guerras, relegó las noticias de la farándula y el deporte y centró toda su atención en el seguimiento de un virus que llegó a la tierra para recordarnos lo vulnerables que somos los seres humanos, como lo había dicho el poeta Porfirio Barba Jacob: “Hay días que somos tan móviles, tan móviles,/Como leves briznas al viento y al azar, / tal vez en otro cielo la Gloria nos sonríe/ La vida es clara, undívaga y abierta como un mar/”.
Aunque quisiera comentar cada ocho días la aparición del producto artístico de los trabajadores del arte y de todas sus actividades en esta columna, las circunstancias me llevan casi que a convertirla en un espacio de reseñas necrológicas, con todo lo doloroso que significa decirle adiós a seres sensibles que vieron el mundo desde una óptica distinta y se comprometieron con versos, pinceles, instrumentos musicales o imágenes, a explorar el mundo y a decirle a sus lectores o espectadores, que su periplo por la existencia se llenó de lo más sublime que puede brindarnos la vida: el arte.
Se silenciaron las cuerdas de la guitarra de un hombre que hizo de la vida una fiesta permanente. Antonio Reyes Guzmán ha muerto y el río Combeima, igual que en otras ocasiones, gime entre el golpeteo de las aguas sobre las piedras, como último homenaje a uno de sus hijos. Desde muy joven Toño, como lo conocíamos todos, puso al servicio de la comunidad de Pastales y del Cañón su espíritu jovial, su entusiasmo por el deporte, las ganas de servir a la comunidad y su entrega a la docencia.
El pasado 10 de marzo, un grupo de docentes, poetas, lectores y amantes de la cultura tolimense, nos encontramos en una tertulia virtual convocada por la Normal Superior y moderada por el rector Julián Esteban Triviño Mejía, para conmemorar el natalicio de Diego Fallón Carrión (1834 -1905), consagrado poeta, músico, matemático, docente y políglota del siglo XIX. El objetivo era dialogar sobre su vida, sus logros, su obra e igualmente explorar la posibilidad de adelantar una serie de actividades permanentes en el pueblo que, a partir de 1930, cambió el antiguo nombre de Santa Ana, para convertirse en Falan.