Una de las modalidades de análisis en una apreciación de situación político-estratégica consiste en situarse en la posición del enemigo con el fin de identificar sus líneas de acción y frente a cada una preparar el plan para hacerle frente con las mayores probabilidades de éxito.
Dos imágenes contrapuestas acompañan la apertura en La Habana de lo que puede ser el éxito o el fracaso del proceso de paz, promovido por el presidente Juan Manuel Santos desde el momento mismo de su posesión en la Jefatura del Gobierno y dirigido a través de las aguas tormentosas de las pasiones políticas hacia el noble objetivo de la paz nacional.
No nos faltaba razón a quienes afirmábamos que la cuestión política sería la más difícil del proceso de diálogos que deberán conducir a la paz, ansiada por la nación colombiana y sustento de las expectativas que Colombia y el mundo expresan para poner fin al sangriento conflicto de 60 años, que ha enlutado miles de hogares.
Superada la discusión sobre el problema agrario, que parecía a primera vista el más complicado por la insistencia de las Farc en socializar los medios de producción aboliendo virtualmente la propiedad privada, se penetra ahora al tema en realidad más complejo: el de las aspiraciones políticas de los negociadores de las Farc.
A diario vemos en los noticieros de televisión ríos y quebradas desbordados, invadiendo zonas de cultivos y de ganadería que parece por ahogamiento o atrapada en el fango arrastrando por los torrentes pluviales.
Descartando el ámbito teológico que doctos y expertos vienen realizando, estas inquietudes son las de un simple creyente de la fe católica que no se altera por las fallas acaecidas en el pasado borrascoso que unos cuantos