Estado de ánimo y productividad: ¿influyen las emociones en el desempeño laboral?

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El Consejo Colombiano de Seguridad evidenció que el estado de ánimo de los trabajadores puede impactar en el rendimiento laboral y la productividad.
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El estado de ánimo influye profundamente en el desempeño y la productividad laboral. 

Así lo evidenció el Consejo Colombiano de Seguridad esta semana con ocasión del Día Mundial de la Salud Mental. 

De esta manera, si el estado emocional de un trabajador es positivo y hay buen humor, este tiende a desarrollar sus actividades con más compromiso, entusiasmo y eficacia. También encuentra placer en el desarrollo de las funciones y se genera mayor cooperativismo y creatividad. 

Por el contrario, un estado emocional bajo o negativo donde priman los sentimientos de tristeza, frustración, mal humor, ansiedad o estrés generaría apatía y desmotivación por el trabajo: las personas podrían perder la implicación y el foco en los objetivos, tender a procrastinar más, tener mayores posibilidades de cometer errores o descuidar sus metas y, por ende, reducir su rendimiento laboral.

Por eso, para el Consejo Colombiano de Seguridad (CCS), la gestión de las emociones se convierte en un aspecto clave a ser abordado por las empresas, bajo el contexto de sus Sistemas de Gestión de la Seguridad y Salud en el Trabajo, y como eje fundamental del cuidado y promoción de la salud mental de los trabajadores.

El CCS reitera que velar por el bienestar emocional del equipo de trabajo es cada vez más un asunto estratégico para alcanzar mayores niveles de satisfacción y de productividad.

 

Factores intra y extralaborales 

Pese a que, en muchas ocasiones, las afectaciones al estado de ánimo de los trabajadores tienen su origen en circunstancias personales, como problemas de pareja, conflictos familiares e interpersonales, apuros económicos, problemas de salud, trastornos mentales (como la ansiedad o la depresión) o pérdida de seres queridos, entre otros. 

El CCS advierte que el contexto laboral también puede incidir y ser un disparador del desarrollo de emociones negativas. 

De hecho, hay dos factores organizacionales de impacto en los empleados: la cultura organizacional y el estilo de liderazgo.

En ambos casos, señala el CSS, el ánimo de los trabajadores puede disminuir cuando se enfrentan a un ambiente sobreexigente, altamente demandante, autoritario, inflexible, donde se establecen metas irrealizables y, además, no se brindan los recursos, las herramientas y el acompañamiento necesario para que el colaborador pueda cumplir con los objetivos trazados.

El efecto empeora si, adicional a lo anterior, el clima laboral fomenta la competitividad depredadora y hostil en lugar de la colaboración entre los equipos de trabajo o si la comunicación es precaria.

Otro factor que entra en juego es la capacidad de las personas para desempeñar sus funciones. Un trabajador puede desmotivarse y frustrarse si siente que no cuenta con los recursos internos, como formación, conocimiento, experiencia, entrenamiento; y externos, como apoyo, orientación para llevar a cabo su labor.

 

Profesionales

Para abordar estas situaciones, recomienda la CSS, es fundamental que las organizaciones cuenten con profesionales con formación específica relacionada con la salud mental que brinden apoyo y contención emocional al trabajador afectado y estén capacitados para evaluar e intervenir cada caso. 

Asimismo, es clave crear un ambiente favorable para el desarrollo de estados de ánimo positivos, estimulantes y alentadores y crear una cultura organizacional donde prime el bienestar emocional.  

Esto implica formar a los trabajadores en habilidades blandas como liderazgo positivo, inteligencia y regulación emocional, resolución asertiva de conflictos, empatía, atención plena y compasión.

 

Testimonio

La ruptura de una larga relación amorosa sumió a José Luis* en una profunda tristeza. Con el pasar de los días empezó a perder la motivación por sus actividades cotidianas. Nada le animaba. Ni siquiera el ascenso que había obtenido semanas atrás o el anhelado nacimiento de su primera hija. 

“Había días en que no me quería levantar de la cama, iba al trabajo en ‘piloto automático’ y cuando me sentaba en el puesto no sabía por dónde empezar, no lograba concentrarme. Empecé a rezagar tareas, a procrastinar, a contestarle mal a las personas, a descuidar procesos. Mi ánimo estaba por el piso. Simplemente no quería hacer nada”, cuenta este profesional de finanzas que para entonces se desempeñaba en una multinacional.

Dice que su apariencia desmejoró notablemente: lucía desaliñado, dejó de ir al gimnasio, apenas probaba la comida y difícilmente lograba dormir. “La crisis emocional que estaba atravesando me empezó a pasar factura en lo laboral: recibí varios llamados de atención por ausentarme, por cometer errores y por incumplimientos. Mi equipo de trabajo se empezó a quejar de mí. Creo que todos sabían que yo estaba mal, pero nunca recibí un apoyo para superar el tema, solo me decían que no mezclara lo personal con lo laboral, que cuando cruzara la puerta de la empresa debía dejar todo lo demás afuera, pero yo no podía, se me salía de las manos”. 

Su situación se convirtió en un ‘chisme de pasillo’… El asunto terminó con un despido justificado. “Me duele mucho porque siento que no pude aprovechar la oportunidad de crecimiento profesional que me dieron, pero tampoco hubo alguien que se preocupara por ayudarme a superar la crisis que estaba viviendo, solo les importaba que trabajara como si nada”, señala José Luis.

La experiencia vivida le dejó una importante lección: “Al final, no es tan cierto que se puedan separar los problemas personales y laborales. Un aspecto influye profundamente en el otro y se retroalimenta. La clave está en contar con una red de apoyo que les ayude a las personas a gestionar sus estados anímicos y emociones”.

 

Señales de alarma

Cuando se presentan trastornos emocionales es fundamental identificar las señales de alarma para poder intervenir a tiempo y brindar un apoyo oportuno.

Manifestación de sentimientos o actitudes de tristeza durante varios días seguidos.

Signos de irritabilidad permanente.

Muestras de apatía, desmotivación o falta de concentración.

Incremento del ausentismo laboral sin razón o mediante excusas atípicas o no justificadas.

Disminución súbita del rendimiento laboral.

Aparición de trastornos psicosomáticos.

 

Dato

Ignorar o subvalorar los estados de ánimo de los trabajadores en el entorno laboral puede generar graves consecuencias para las empresas.

 

Credito
miguel orlando alguero malguero@vanguardia.com

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