Muchas más que las logradas por varias de sus hijas adoptivas, “las pollitas” como las ha bautizado, porque además de rivales en la cancha, son sus consentidas, sus alumnas y amigas en el diario vivir de la fosa olímpica y el trap.
“Estoy feliz porque estoy compitiendo con niñas que ayudé a criar y todavía sigo vigente. Me dan duro a veces, pero ahí vamos; considero que soy la mamá de las pollitas, tienen toda la juventud y van a aprender. Me parece muy lindo apoyarlas”, dice con orgullo quien es motivo de ejemplo en las justas.
Tiene muy bien vividos sus 61 años. La gran agilidad y una puntería excepcional dan fe de ello. Por eso pudo subirse tres veces al podio en los Juegos. Ella está al frente desde hace varios años de un negocio familiar, una comercializadora mayorista de hierros en Bogotá.
Pese a la renovación entre las deportistas del tiro, ella sigue conquistando medallas, una de plata en fosa universal y dos de bronce en trap y trap automático.
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