‘La Suegra’, la matrona de la gastronomía en Alvarado

Crédito: Hélmer Parra / EL NUEVO DÍA
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Elsy es ‘la suegra’ más querida que pueda existir, quienes la visitan se van felices tras probar su sazón y vuelven para repetir y, ella, a ofrecerles los platos típicos de su tierra.
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Cada semana Elsy Gutiérrez Tovar sacrifica seis chivos que se venden en cuestión de minutos en el reconocido Restaurante La Suegra, ubicado en Alvarado, hasta allí llegan personas de distintas partes del Tolima, y hasta de Colombia, con el fin de deleitarse con esta deliciosa carne a la brasa.


Pero no solamente chivo asado, pues ‘La Suegra’ aprovecha todo lo que ofrece este animal, las vísceras para preparar la chanfaina y el estofado, los intestinos para las rellenas, la costilla para un buen caldo y hasta la grasa, pues algunas personas la usan para aplicarse en la piel.


Desde muy joven, cuenta ‘La Suegra’, ha sido trabajadora, desyerbaba en las fincas, incluso conoció a su esposo en un jornal recogiendo algodón en la Costa.


“Soy de Ambalema, tierra donde se cultivaba algodón, cuando se acababa la recolección, me iba para la Costa a trabajar, y allá conocí a Óscar, él fue a almorzar donde yo estaba y le pregunté de dónde era, y la sorpresa fue que también era ambalemuno, y de allá nos vinimos como novios”. 


Cansada de ese arduo oficio, decidió vender cada viernes carne de cerdo, hasta que un día con su esposo abrieron un restaurante, arrendaron el establecimiento de un señor Ignacio Palma. Con el tiempo, compró el lote donde actualmente funciona y construyó el kiosko.


“El restaurante se llamaba ‘Marcela’, y acá venía la gente y mis hijas estaban jóvenes y me decían suegra, entonces me visitaba también don Víctor Prado Delgado y me dijo que mejor le pusiera al restaurante La Suegra, y le puso el nombre y así se quedó”, cuenta Elsy Gutiérrez. 
    
Cocina típica


Con 20 años de tradición en la ‘Puerta del norte del Tolima’, cuenta ‘La Suegra’ que de fincas de Cambao, Piedras, incluso del Huila, la llaman a ofrecerle los chivos, su esposo viaja, los compra y el miércoles ella los sacrifica, despresa y lava la asadura, un oficio que se prolonga hasta el jueves.


Ese día lo aprovecha para preparar las rellenas y el estofado, este último, aparte de contener carne de chivo, trae carnes de cerdo, pollo, res y también arroz y arveja, durante horas lo cocina y pone en un asador artesanal (caneca metálica), su sabor y presentación es similar a la lechona, pero sin la garra.


Cuando llega el viernes, ‘La Suegra’ sube en su motocicleta y se dirige a la plaza de mercado, en esta ocasión, se aterra de los altos precios, incluso de los aguacates para el guacamole, a pesar de ser la tierra donde se cultivan.
Luego de comprar los productos, algunos jóvenes le ayudan a llevar las bolsas, ella se sube a la moto, acomoda los paquetes y con toda la experiencia maniobra el vehículo con el peso y no deja caer nada.


Mientras avanza la mañana, llegan personas a desayunar, algunos piden caldo de chivo con buena papa y hueso. Las rellenas también están listas para ser ofrecidas, y por supuesto hay huevos al gusto, ‘calentao’ y otro tipo de caldos y bebidas. 


Todavía no está preparada la chanfaina, esta contiene todo el picado de chivo, el menudo, ‘La Suegra’ aclara que la de ella no hay que confundirla con la pepitoria santandereana que es más seca y le agregan la sangre del chivo.
“Acá la gente no se acostumbró a comerla con la sangre, entonces me toca prepararla distinta, como una sopa de arroz y su buena asadura de chivo, se vende con arepa o plátano maduro”, asegura.


Mientras cuenta parte de su historia, alista una paila de grandes dimensiones, la pone en el fogón y vierte cilantrón con otras hierbas, mientras sofríe agrega otros componentes y de a poco las cucharadas del picado de vísceras, mezcla y luego tapa para que hierva.


Sus ayudantes le ayudan a acomodar la parrilla para asar carne de cerdo, mientras afuera, a un lado de la entrada del kiosko, su esposo calienta los carbones para asar las porciones de chivo y tener listo para ese viernes.


‘La Suegra’ es experta en sacar rescoldos del horno artesanal y con estos enciende el carbón de su parrilla, mientras esparce la carne, se detiene un bus y de allí baja un revendedor con una caneca al hombro pidiendo paso.
El hombre descarga, se para frente a Elsy y empieza a sacar yuntas y guayungas de bocachico y capaz, el diálogo se extiende, el negocio empieza y mientras ella revisa los pescados, pide rebaja al revendedor que le dice que no compensa el precio con el viaje desde Honda, al final hay negocio.


 El sábado es el día más movido, llegan comensales de distintos lugares, cuenta ‘La Suegra’ que ha tenido momentos en que los clientes se enojan porque ya se ha acabado el chivo, el estofado o la chanfaina.
“Se molestan porque muchos hacen un largo recorrido y fuera de eso han pagado peaje, pero no me alcanza; entonces les ofrezco lo que hay de menú del día, carne sudada, sancocho de gallina, fríjol, pechuga a la plancha o un almuerzo camionero bien trancado”, añade. 


A su negocio, en todo el cruce de la vía nacional y la entrada a Alvarado, por el kilómetro 27, han llegado distintas personalidades, artistas como Lady Yuliana, Alzate, Darío Darío, políticos, gobernadores, alcaldes, entre muchas otras personas. “Acá viene mucha gente, he atendido cantidad de personas importantes, se van felices y satisfechos, les gusta mucho mi comida, y el que no ha venido, lo invito a que venga y pruebe mi chivo, chanfaina y estofado y si quieren repetir, que coman más sopa”.

Gruta al milagroso

Elsy Gutiérrez es muy creyente, y en su restaurante tiene un jardín con una gruta en la que se puede ver la imagen del ‘Milagroso de Buga’, cuenta que la mandó a construir luego de un favor recibido. “Muy pequeña, a mi nieta le dio meningitis, estaba muy grave, entonces me fui para Buga y allá le pedí mucho al ‘Señor de los Milagros’, se la ofrecí, que le devolviera la salud, y un día, cuando fui a visitarla a la clínica en Calambeo, allá estaba el que fue gobernador del Tolima, Guillermo Jaramillo, él me reconoció y me ayudó a entrar rápido donde estaba mi nieta, y cuando entré, ella abrió los ojos y me abrazó, fue un milagro, y ahora está grande, me ayuda en algunas cosas en la cocina, quedó sin secuelas. Entonces me volví a ir para Buga y me traje la imagen y le construí acá el altar, todos los días le rezo y agradezco por los milagros que he recibido, por la salud y por mi negocio”, concluye.

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Credito
Antonio Guzmán Oliveros - Redacción EL NUEVO DÍA

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