El ocaso de los glaciares colombianos: siguen los estragos del cambio climático

Crédito: CESAR DAVID MARTÍNEZ/ EL NUEVO DÍADulima - Volcán Nevado del Tolima
¿Cuánto vale un glaciar, esa cúpula de nieves perpetuas que tienen algunas de nuestras montañas? indudablemente un glaciar es invaluable.
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POR CÉSAR DAVID MARTÍNEZ

Reportero gráfico de naturaleza y patrimonios. @cesardavidmar

 

Son las seis de la mañana, y contemplo atento las geometrías fractales del hielo que se forma sobre las lagunillas cercanas al campamento base del pico Simmonds en la Sierra Nevada de Santa Marta. La noche anterior fue fría, la temperatura bajó de cero grados centígrados. Los diminutos cristales de hielo son una verdadera joya para el ojo de un fotógrafo, cada uno de ellos irrepetible y abundante de geometrías efímeras. A las 10 de la mañana, ninguna de esas obras de arte natural existirán más, pues el sol ha iniciado la mañana subiendo la temperatura.

Al otro lado del país, en Nariño y documentando la gran fumarola del Volcán Cumbal (4764 m.s.n.m.), salí corriendo hacia el campamento porque en plena cumbre, previo aviso de fuertes vientos, cayó una nevada que dejó la arena y la roca completamente blancas. Corriendo hacia la carpa, me pregunté a mí mismo: ¿Para qué corres, acaso cuántas veces has visto nevar en Colombia? Mientras los compañeros de expedición se resguardaban en las carpas, el viento clavaba la nieve como pequeñas agujas en mi piel. Vivir una nevada en Colombia no tiene precio.

Colombia es un país ecuatorial y posee estas rarezas de la naturaleza: Sus glaciares tropicales. Seis áreas de alta montaña sobre los 4900 m.s.n.m. que aún conservan sus nieves perpetuas. Y es que encontrar un glaciar tropical es realmente raro. Mientras hacia los polos y en muchos países con estaciones los glaciares abundan; entre trópicos, debido a las altas temperaturas se convierten en un verdadero milagro. Solamente hay tres áreas del mundo con glaciares tropicales: La Cordillera de los Andes, África Oriental e Indonesia.

Rodeados de bosques de niebla y páramos, estos blancos colosos de nuestra geografía, que han jugado un papel fundamental en la regulación del clima y en la provisión de agua para los ecosistemas, así como para la misma sociedad colombiana, hoy se encuentran en grave riesgo de desaparecer debido a la creciente crisis climática, que está derritiendo nuestros nevados a pasos agigantados.

Como reportero gráfico de naturaleza he tenido la fortuna de caminar y documentar estos seis glaciares colombianos, así como la mayoría de los que en algún momento lo fueron. Desde 1995, el año en que conocí por primera vez la nieve colombiana, hasta el presente, he sido testigo de primera mano de los dramáticos cambios en nuestro patrimonio glaciar. Muchos han sido los amaneceres y muchas las veces que he regresado a recorrer la trocha que conduce a esos parajes, nuestros desiertos helados.

En 1996, nos perdimos buscando una ruta para llegar a la cumbre del Pico Pan de Azúcar en la Sierra Nevada de El Cocuy o Güicán. Resultado de ese desvío, una serendipia memorable apareció: llegamos a una zona de seracs, que son piedras gigantes de hielo, sueltas sobre la roca desnuda.

Eran decenas de estos hasta del tamaño de un automóvil y con un color azul profundo. Allí entramos a una gran caverna que tenía el techo, las paredes y el piso de hielo azul. Recuerdo que dije: “parece la caverna de Supermán”. En esa ocasión pensé que los seracs eran algo muy normal.

Diez años después y luego de haber recorrido cuatro glaciares colombianos, sin volver a verlos en ningún lugar, aprecié ese hallazgo fortuito. En 2006 emprendí el regreso al mismo sitio, ya no a visitar la cumbre; sino a volver a vivir esa caverna y sus seracs. Cuando llegué al punto exacto, lamenté profundamente que ni la caverna ni los seracs existían más, habían desaparecido. Una gran decepción mezclada con un sentimiento de impotencia se apoderaron de mí al entender que se había perdido un verdadero tesoro que apenas conocíamos.

En mayo de 2018, ascendimos el nevado de Santa Isabel, acompañando a Jorge Ceballos, el glaciólogo colombiano del Ideam a hacer sus tareas científicas en el glaciar. Jorge había instalado en octubre del año anterior una baliza (tubo enterrado verticalmente en la nieve que permite medir la cantidad de cobertura glaciar perdida en un periodo de tiempo). Al revisar dicho artefacto, casi cuatro metros de espesor se habían perdido para siempre en tan solo seis meses. La conclusión: La velocidad que tiene el deshielo de nuestros glaciares es silenciosamente rápida.

En 2019 tuve la oportunidad de llegar a la cumbre del Pico Wilches (5170 m.s.n.m.) en la Sierra Nevada de Santa Marta, la cual tiene los tres picos más altos del país y 22 picos sobre los 5 mil m.s.n.m. Escalando, observé una pequeña lengua glaciar de menos de 150 metros de largo y la cumbre que ya no tiene rastro de glaciar.

En 2015, escalamos el Volcán Nevado del Huila (5364 m.s.n.m.) e hicimos la cumbre sur. En el recorrido atravesamos el área de superpáramo, con claras señales de que hasta hace poco era un glaciar. Quedó al descubierto una superficie de arenales y morrenas, relativamente similar a la Montaña de Siete Colores en Perú, una extraña belleza resultante de la desaparición del hielo.

 

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Wila - Volcán nevado del Huila
 

Fuentes de agua parala vida y reguladores de la temperatura

Nuestros glaciares están rodeados de lagunas, lagunillas y nacimientos de quebradas y ríos. Son una fuente esencial del líquido vital que consumimos a diario los colombianos que vivimos en las tres cordilleras. Proveen de agua a los ríos y páramos en épocas de sequía, surten de agua a los cultivos, nutren ríos como el Cauca, Magdalena y Chicamocha, entre otros. Además, mientras el mundo se calienta, ellos lo enfrían.

Los glaciares son indicadores naturales del cambio climático, al igual que los arrecifes de coral que se van blanqueando, las especies de fauna que van colonizando tierras más altas y los huracanes, inviernos y sequías que son cada vez más fuertes.

* Artículo ganador de la convocatoria latinoamericana de periodismo ambiental sobre la crisis climática, organizada por Democracia Abierta.

 

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Volcan Chiles - Nariño, glaciar extinto.

 

¿Qué tan perpetuas son las nieves perpetuas?

Algo que no sabemos los colombianos es que el glaciar de ocho de nuestras montañas nevadas desaparecieron por completo. El siglo pasado Colombia tenía catorce glaciares y hoy quedan seis. Una lamentable noticia para el país, resultado de la grave crisis climática que estamos atravesando. En algunas de ellas aún caen nevadas, pero son nieves que duran muy poco. Lejos de ser lo que llamamos “nieves perpetuas”, son “nieves de un día”.

Las seis áreas glaciares colombianas, enunciadas con sus bellos nombres ancestrales son:

Poleka Kasué: Volcán Nevado de Santa Isabel, Cumanday: Volcán Nevado del Ruiz, Dulima: Volcán Nevado del Tolima, Wila: Volcán nevado del Huila, Zizuma: Sierra Nevada de El Cocuy o Güicán y Chundúa: La Sierra Nevada de Santa Marta.

 

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Zizuma - Sierra Nevada del Cocuy -Púlpito del Diablo y Pan de Azúcar desde la Laguna Grande de la Sierra

 

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Chundúa - Sierra Nevada de Santa Marta - Tres picos más altos de Colombia Bolívar - Colón - Simmonds

 

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Poleka Kasué - Volcán Nevado de Santa Isabel.

 

Así mismo, estos son los ocho glaciares que perdimos el siglo pasado, todos volcanes: El Galeras, el Chiles y el Cumbal en Nariño, el Paramillo del Cisne entre el Tolima y Caldas, el Sotará, el Pan de Azúcar y el Puracé en el Cauca; y el Paramillo del Quindío.

Así es, alguna vez los majestuosos Nevado del Cisne y Nevado del Quindío, hoy son simplemente llamados “paramillos”. Para no ir tan lejos, pronto llamaremos al Volcán Nevado de Santa Isabel, Paramillo de Santa Isabel, reduciendo a cinco las áreas glaciares del país.

Según las conclusiones del glaciólogo Jorge Ceballos y el Ideam, no se sabe la fecha exacta de su desaparición, pero lo más probable es que será en menos de una década.

Otra noticia poco alentadora es el destino de los nevados de Venezuela, que en 1950 tenía diez glaciares tropicales. Hoy tiene solamente uno: el glaciar La Corona en el pico Humboldt. Los otros nueve ya son historia.

Cuatro de los glaciares actuales hacen parte de territorio tolimense: Ruiz, Santa Isabel, Huila y por supuesto el Volcán Nevado del Tolima. Casualmente, son los cuatro volcanes colombianos con cobertura glaciar. Las otras dos áreas son las sierras nevadas, que no son volcanes. Debido a esta situación geográfica, el departamento debería poner mayor atención al cuidado, divulgación e investigación sobre los glaciares tropicales colombianos.

La Sierra Nevada de El Cocuy o Güicán es uno de los lugares más impresionantes y majestuosos que tiene nuestro territorio. Sus maravillosos valles escondidos, las más de 300 lagunas que la adornan, su Valle de los Cojines, y los glaciares de sus 23 picos nevados por encima de los 4900 m.s.n.m., de los cuales, varios ya dejaron de existir, tales como el pico Güicán o el Nievecitas y el mismo camino está tomando el pico Campanillas Negro, con muy poca cobertura glaciar restante. Cuando hicimos el Paso de Bellavista en 1997, había casi un kilómetro de nieve desde dicho paso hasta la Laguna Grande de la Sierra; en 2020 observé que ya no hay glaciar en ese recorrido.

 

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Volcán Nevado del Ruiz 

 

 

Soluciones

No se pretende que Colombia se convierta al vegetarianismo, una situación ideal pero utópica. Lo que sí es factible es regular conscientemente la producción, el consumo y la trazabilidad de los productos de la ganadería, a un nivel personal, regional y político. Por ejemplo, conozco a muchos que han decidido comer carnes rojas una sola vez por semana por motivos ambientales.

Es imperativo proteger los bosques nativos que nos quedan y los páramos como ecosistemas estratégicos para nuestra propia supervivencia. Es muy importante conocer de dónde viene el agua que bebemos a diario, debemos saber porqué nuestras ciudades son año tras año más calurosas, porqué más de la mitad de los frailejones colombianos están en alguna clasificación de vulnerabilidad o riesgo crítico de extinción y porque quedan sólo 63 individuos de cóndores en nuestra montaña colombiana. Las comunidades campesinas, indígenas y de colonos que habitan alrededor del glaciar, deben ser educadas respecto del cuidado de estos ecosistemas, pues son ellos quienes pueden destruir o preservar los bosques y páramos cercanos al glaciar.

Así, la pérdida prácticamente inevitable de los glaciares y nevados colombianos nos debe dejar una gran enseñanza, una profunda reflexión sobre nuestro papel ante la gran crisis del calentamiento global y el cambio climático que estamos viviendo hoy, especialmente en torno a las acciones locales e individuales que podríamos adoptar para proteger los ecosistemas que sí podemos preservar: el páramo y el bosque nativo.

Para cerrar, en 2016, al bajar del Volcán Chiles, glaciar extinto, observamos la danza de cuatro cóndores, con su nido en las escarpadas rocas del páramo. Pareciera que nos alertaban con su vuelo de lo verdaderamente importante: Conocer y preservar nuestros ecosistemas andinos representados en los glaciares tropicales, los páramos y los bosques nativos colombianos es una tarea de todos, una tarea que implica cambios de pensamiento y de acciones concretas.

Quizás seamos la última generación que podrá ver los nevados colombianos, pero también podríamos ser aquella que fue capaz de actuar y conservar los ecosistemas de alta montaña.

 

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Volcán Puracé - Cauca, glaciar extinto.

 

Impacto humano

¿Qué pensaría el colombo-alemán Erwin Kraus, quién sería uno de los padres del montañismo y la fotografía de naturaleza en Colombia, si viera el panorama actual de nuestros glaciares? Más importante aún, ¿qué significa la pérdida de los glaciares para las comunidades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, los nasas del Nevado del Huila y los u’wa de la Sierra Nevada de El Cocuy o Güicán? Para ellos, es el fin de sus lugares sagrados. Según su cosmovisión, Serankua, la deidad creadora de todo lo que existe, reside en el Pico Bolívar. Las lagunas glaciares que rodean los glaciares son consideradas por estas culturas como “madres” de diferentes ámbitos de la vida y de las mismas comunidades incluyendo a los no indígenas, y muchos de sus lugares de pagamento se encuentran allí.

Los montañistas luchan para poder tener un acceso seguro y legal a la alta montaña, mientras observan cómo la crisis climática va desapareciendo sus espacios de práctica y entrenamiento. 

Para muchos citadinos, la alta montaña es el lugar donde pueden tener un contacto profundo con la naturaleza y consigo mismos. No se trata del turismo depredador, se trata de personas conscientes y cultas que encuentran un descanso de las rutinas de la vida cotidiana en los caminos de la montaña. Muchos consideran estos parajes naturales como sus espacios espirituales, donde pueden sumergirse en reflexiones profundas y tener experiencias solemnes de comunión con el ser y con la creación. Son sus catedrales naturales.

¿Qué pensarían los habitantes de Ibagué si un día despiertan y ya no existiese Dulima?, ¿Qué reacción tendrían los manizaleños si al observar hacia lo alto ya no existiera el glaciar de su Cumanday? Indudablemente serían pérdidas irreparables.

En estos tiempos el Volcán Nevado del Ruiz está en boca de todos, por la ya conocida alerta de una posible erupción que desde hace más de un mes las autoridades nos vienen informando. Y es que con la historia de la tragedia de Armero, no es para menos. Esto es una muestra de la capacidad que tienen estos glaciares colombianos incluso, sobre la sociedad.

 

¿De quién es la responsabilidad?

 

Habitamos una sociedad compleja en todos sus niveles. Como se dice: “Errar es humano, pero más humano es echarle la culpa a los demás”. Nos encontramos frente a una realidad indiscutible: estamos perdiendo a pasos agigantados los nevados colombianos.

La responsabilidad la tenemos todos y cada uno. Podríamos nombrar a China y a USA con sus gigantescas emisiones de gases de efecto invernadero. Podríamos responsabilizar a las termoeléctricas por el uso del carbón, o al uso de combustibles derivados del petróleo para nuestra movilidad, o al gobierno por no tener un plan para mitigar el calentamiento global, todo esto es cierto, sin embargo, y a una escala local, también tenemos responsabilidades regionales e individuales.

El alimento del glaciar es la nieve. Esta proviene de la humedad en la atmósfera, la cual se congela a grandes altitudes y se precipita por su propio peso. La humedad proviene en gran medida de los bosques, así como de los páramos saludables que rodean los glaciares. En resumidas cuentas, el buen estado del glaciar depende de la salud del páramo y el bosque que lo rodean.

Sin embargo, actualmente la tasa de deforestación del bosque nativo es alarmante. Hemos convertido los bosques andinos en potreros para ganadería, monocultivos, minería o urbanización. Hemos ampliado la frontera agropecuaria hasta los páramos, llenándolos de cultivos de papa. Hoy es muy común ver vacas, ovejas y cabras entre los frailejones. Desde la ciudad también somos responsables por nuestro consumo desmedido de productos de la ganadería provenientes no solo de la montaña sino de aquellos que vienen de la selva amazónica.

Gran parte de la humedad que absorbe la Cordillera de los Andes proviene de los “ríos voladores”, vertientes aéreas y húmedas que se crean en la Selva Amazónica y se estrellan en forma de nubes contra la cordillera. Así nos damos cuenta que todo está íntimamente relacionado, tal como nos lo indicaron los investigadores Thomas van der Hammen y Ernesto Guhl, con sus trabajos científicos de alta montaña.

 

 

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Credito
CESAR DAVID MARTINEZ

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