Ascenso al Pacandé, una ‘Santa’ Tradición

ANTONIO GUZMÁN OLIVEROS - EL NUEVO DÍA
El ascenso al cerro el Jueves Santo es solo una parte del misterio que ronda este monumento indígena. En una próxima edición de EL NUEVO DÍA se entablará la historia de ‘Los Encostalados’ y la tradición oral que sobre esta recae.

Los descendientes de las tribus guerreras Pijao también celebran la Semana Santa como cualquier creyente en Cristo, pero hay una tradición ancestral que aún conservan: subir desde tempranas horas de la mañana el cerro de Pacandé.

Pero más que ascender a este cerro que en sus entrañas guarda secretos y leyendas como las de Juan Vaquero, la Serpie Taya Mola, la Cueva de la Vieja, la Madremonte y que ha sido inspiración para compositores de música colombiana, es conocer una parte de las creencias de los habitantes de Natagaima y sus alrededores.

El recorrido hasta la cumbre dura una hora y 40 minutos, por el camino es común encontrar cambuches con ventas de agua, chicha, masato y gaseosa, pero también hay un sector donde baja el agua proveniente del alma del Pacandé. Y por supuesto, después de haber estado en la cima, entrar al centro sagrado de los llamados ‘Encostalados’.

El ascenso inició hacia las 4:30 de la madrugada (bajo la lluvia), acompañados de César Culma Yara, sus hijos Jorge, Lizeth y Angélica; también con Alejandra, una ibaguereña con deseos de conocer las creencias de los descendientes Pijao.

Alumbrados por una linterna, nos internamos por el camino empedrado, al lado de nosotros caminaban personas descalzas ‘pagando’ quizá alguna penitencia; pero, antes de iniciar el último tramo, que es el más difícil debido a que el terreno es empinado, tomamos el Santo Bálsamo, agua proveniente de la montaña y que, según César Culma, las plantas medicinales y los minerales del Pacandé le otorgan un sabor especial al preciado líquido, además de curar enfermedades.

Al llegar a la cima, una cruz sobre un pedestal nos indica el fin del recorrido. Ya más de día, el panorama es espectacular, el río Grande de la Magdalena serpentea por el valle; poco a poco asciende la niebla, unos minutos más divisando el esplendor de la madre naturaleza, y a descender hacia el retiro espiritual de ‘Los Encostalados’.

En este lugar, donde hay que entrar descalzos, el ambiente es diferente, allí las personas entran a comer chapati, o sánduches de carne de lentejas, todas las preparaciones son vegetarianas.

Al final y luego de compartir con el hermano Lisandro, quien nos narró la historia de esta hermandad, decidimos emprender camino hacia la Cueva de la Señora, un lugar enigmático, de numerosas leyendas y que el Jueves Santo los espíritus, según nuestro guía, nos cerraron la montaña.

Credito
ANTONIO GUZMÁN OLIVEROS

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