El exsecretario general de la ONU, Kofi Annan, visitó por primera vez a Colombia esta semana y cumplió una apretada agenda de reuniones y entrevistas con el presidente Juan Manuel Santos Santos, los negociadores del gobierno, el expresidente Álvaro Uribe, las 60 víctimas que han viajado a Cuba, directores de medios y el Congreso. Después viajó a La Habana, donde se reunió con la delegación de paz de las Farc.
Annan, una autoridad mundial en diplomacia y solución de conflictos, habló con Semana –en la única entrevista que concedió durante su visita a Bogotá– sobre su visión del proceso de paz.
SEMANA: ¿Cuál cree que es el punto central de la negociación entre el Gobierno y las Farc?
KOFI ANNAN: Los temas que suelen ser más difíciles son la justicia transicional, el tratamiento de las víctimas, la responsabilidad por los actos cometidos, la lucha contra la impunidad para asegurar que no habrá repetición y, luego, el desarme. El desarme de los grupos para asegurar que, al final, solo el Gobierno y sus fuerzas de seguridad tendrán armas. Este es el final, el objetivo.
SEMANA: También hay una dificultad que tiene que ver con que nuestro país hace parte del Tratado de Roma. ¿Cree usted que este hecho limitará el margen de maniobra para hacerle concesiones a la guerrilla?
K.A.: No conozco los detalles de las conversaciones pero el Tratado de Roma incluye el principio de la complementariedad. Es decir, que si hay crímenes de lesa humanidad, crímenes internacionales y genocidio y el Gobierno puede manejarlo, la Corte Penal Internacional no intervendría. Pero si el gobierno no lo hace, la CPI tendría jurisdicción. En esa medida, si el gobierno colombiano crea un tribunal creíble que cumpla con los mínimos estándares internacionales, creo que la comunidad internacional apoyará el proceso y la CPI no tendrá que intervenir.
SEMANA: ¿Esa credibilidad depende de que los jefes de la guerrilla paguen cárcel?
K.A.: La determinación de los jueces debe ser que rindan cuentas ante la Justicia los principales responsables de los crímenes más graves. Sería un imposible llevar a todos a juicio, pero los más responsables sí deben rendir cuentas ante la Justicia.
SEMANA: Al final lo que se busca es un equilibrio entre Justicia y paz, ¿cuál de las dos es más importante para la comunidad internacional hoy día?
K.A.: Es una pregunta interesante. Creo que ambas son importantes. Algunos argumentarán que no se puede tener paz sin Justicia, pero buscar la paz y la Justicia paralelamente al mismo tiempo plantea muchos retos para los negociadores y los grupos involucrados en el proceso. Hay que asegurar la paz, pero al mismo tiempo la responsabilidad de quienes cometieron los crímenes. No se puede simplemente olvidar y dejar la memoria en blanco.
SEMANA: ¿Cree que la falta de consenso interno sobre el proceso de paz en Colombia podría poner en peligro su éxito?
K.A.: Sí, podría. Normalmente, según mi experiencia, en casos de guerras civiles graves, la búsqueda de la paz se convierte en un proyecto nacional. Todo el mundo quiere la paz. Y todo el mundo se vincula a la búsqueda de la paz. Y cuando hay consenso la negociación se hace más fácil porque los negociadores saben que están actuando en nombre de la Nación y que los ciudadanos aceptarán lo pactado. También les da confianza a los negociadores. Es más difícil cuando hay división porque los negociadores no solo tienen que pensar en lo que están hablando el gobierno y las Farc, sino en lo que está pasando en el país y en lo que dicen quienes no están de acuerdo. El punto es que todo el mundo quiere la paz, pero no aceptan las mismas condiciones. Las diferencias no están en el objetivo, sino en cómo alcanzarlo y bajo qué condiciones.
SEMANA: ¿Qué se puede hacer para fortalecer el consenso?
K.A.: Dialogar. Es importante para los dos líderes sentarse a conversar con franqueza, y encontrar puntos comunes. Si eso se hace, el país los apoyaría.
SEMANA: Pero el diálogo es difícil cuando las partes están tan distantes como hoy están Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe. ¿La comunidad internacional podría cumplir un papel para acercarlos?
K.A.: Este tipo de discusiones se deberían llevar a cabo en privado, y no en público. Y estoy seguro de que la comunidad internacional estaría dispuesta a hacer buenos oficios para facilitar el diálogo, si se lo piden. El consenso no solo se necesita para la negociación. También se necesita para lo que viene después: la implementación de los acuerdos. Por ejemplo, para saber qué pasa en las regiones, en términos de desarrollo social y económico, sobre lo cual hay grandes expectativas.
SEMANA: Como exsecretario de Naciones Unidas, ¿cree que esta organización podría desempeñar alguna función en el proceso o en el posconflicto?
K.A.: Es una decisión del gobierno de Colombia. Pero si hay un papel que puede cumplir la ONU, estoy seguro de que la Organización estaría dispuesta. Estoy muy complacido con lo que el equipo de la ONU ya está haciendo en Colombia. Si el Gobierno necesita ayuda adicional de la ONU, seguro lo haría, porque todo el mundo está interesado en este proceso de paz, que tiene muy buena imagen. Espero que ustedes encuentren la mejor manera de sacar provecho de esa buena imagen.
SEMANA: Habrá un momento difícil, si se llega a un acuerdo, entre la fecha de la firma y el referendo que se ha contemplado. ¿Podría intervenir la ONU en esa etapa, por ejemplo a través del mecanismo de los cascos azules?
K.A.: La ONU, por supuesto, no podría venir sin una solicitud del Gobierno. Y si viene, no sé exactamente qué haría. Tendría que haber un mandato muy preciso sobre su función. Pero ese momento que usted menciona es precisamente cuando yo espero que el Gobierno, trabajando con la sociedad civil, haga un trabajo de educación, de información, ojalá sobre la base de un consenso, sobre la implementación de los acuerdos y su significado, y sobre su impacto sobre la vida de la gente en las regiones. Eso ayudaría a calmar la situación –aunque también elevaría las expectativas y esperanzas, y eso habría que manejarlo–, pero esa campaña de educación sería tal vez más importante que traer a los cascos azules.
SEMANA: Usted participó en un foro sobre las comisiones de la verdad en procesos de paz, ¿por qué son importantes estos mecanismos?
K.A.: Cuando un país ha vivido un conflicto armado, como ustedes aquí en Colombia, las comisiones de la verdad cumplen un papel importante. Primero, porque ayudan a reunir información sobre la historia reciente del conflicto –qué pasó, quiénes lo hicieron y por qué–, para que todos los sectores tengan un común entendimiento sobre los hechos. También ayudan a desarrollar una visión de hacia dónde quiere ir la Nación y qué no quieren volver a ver. Adicionalmente, subrayan el hecho de que la sociedad no quiere pasar por lo mismo nunca más. Las comisiones crean un compromiso frente a la no repetición.
A veces tenemos demasiadas expectativas frente a las comisiones de la verdad, pero lo cierto es que hacen parte de una serie de medidas para enfrentar la paz, entre las que también se incluye la responsabilidad, los procesos penales. Y eso debe venir acompañado del renacimiento de la economía y lo social y del desarrollo de algunas regiones que se han quedado atrás. De manera que todo –el cuadro general y no solo las comisiones–, es importante.
SEMANA: Finalmente, ¿qué tan optimista es usted sobre el proceso de paz en Colombia?
K.A.: Creo que ustedes están avanzando. Creo que el público debería tener más información sobre el progreso que se ha alcanzado y sobre lo que está pasando en La Habana, y sobre lo que podemos esperar del proceso, y cómo impactará las vidas de las personas. Hay que explicarle a la gente y vincularla, para que se adueñen del proceso y del acuerdo de paz, cuando llegue
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