El canalla sentimental

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
Oveja negra de una acaudalada familia peruana, Jaime Bayly presenta una nueva novela que destila rencor contra sus enemigos. “Escribo para no enloquecer”, dice.

En 2009, cuando el periodista peruano Jaime Bayly vino a Bogotá a presentar un programa de televisión, el entonces director del DAS, Felipe Muñoz, le reveló un supuesto plan del presidente Hugo Chávez para asesinarlo, para lo que había contratado un “grupo de matones”.

Incluso -contó Bayly-, le mostraron fotografías de los supuestos sicarios pero, admite, no sabe qué tan real era ese complot. “Eso me llenó de un cierto vértigo. Salí a caminar de madrugada y con cada moto que pasaba, yo decía ‘¿será que vienen por mí?”, relata.

Por esos días, un médico le ordenó unos exámenes cuyos resultados le advirtieron de una posible dolencia hepática que podría contarle los días.

Ambos episodios pusieron al polémico peruano ante la certeza e inevitabilidad de la muerte. Su reacción fue sentarse a escribir tres novelas cortas que tituló El escritor sale a matar, El misterio de Alma Rossi y Escupirán sobre mi tumba, que acaban de ser publicadas en un único volumen con el título Morirás mañana.

El protagonista, Javier Garcés, es “un escritor mediocre, un escritor fracasado, probablemente yo”, dice Bayly, a quien un diagnóstico médico “le da seis meses como mucho”, añade para resaltar el cierto carácter autobiográfico de la trilogía.

Al personaje se le despiertan las ansias de matar a sus enemigos para desfogar el rencor acumulado durante toda su vida.

“Sus primeras víctimas son un crítico literario que se ha ensañado contra él, un editor ladronzuelo que le ha robado sus regalías y el editor de un periódico que le ha despedido. De modo que Garcés es un hombre consumido por el rencor”, cuenta.

El rencor marca esta trilogía...

Porque es la mirada angustiada de un hombre que se está muriendo y la inminencia de la muerte lo ha convertido en un asesino. Es el lenguaje de un hombre que mata para dignificar su muerte. Es una reflexión sobre cómo cambia la vida de manera dramática cuando te quedan seis meses de vida.

También es una reflexión sobre la belleza de la venganza contra unos enemigos a los que Garcés pretende liquidar, porque no soporta la idea de morir primero que ellos y que ellos lean la noticia en el periódico y sonrían.

Un rencor que setransforma en placer…

Garcés descubre que matar le gusta. Es un asesino muy gozoso, porque descubre que su vocación no estaba en la literatura sino en matar.

Esto sí es ficción

Yo creo que eso ocurre en la vida real. Después de que se pasa la barrera, tal vez hay un punto sin retorno. A mí me resultaba tentador seguir rodando por ese abismo, cayendo por el desbarrancadero. Es una novela muy sanguinaria y, al tiempo, humorística. Creo que en cada crimen hay un punto de humor.

¿Sentir cercana la muerte le despertó el ansia de matar?

Como Garcés, yo también soy rencoroso y creo que en ocasiones la venganza se puede justificar. Pero quiero aclarar que la novela es ficción. Yo no sería capaz de hacer lo que hace Garcés. No me atrevería. Me daría miedo, lo haría mal, me pillarían. La persona a la que voy a matar me quitaría el arma y me mataría porque soy un pusilánime.

Yo sólo disparo con palabras y soy despiadado. Hay unos personajillos prominentes de la política latinoamericana, de los países vecinos, contra los cuales sí he disparado a mansalva, pero solo palabras. Yo soy muy inepto con todo lo que tenga que ver con la violencia física.

¿Las palabras y los sentimientos de Garcés son suyos también?

Siento que muchas de las cosas que Garcés dice surgen de mis vísceras, de mis entrañas, y todos sus enemigos son mis enemigos. Yo sí creo que tiene un punto confesional, porque cada uno de los enemigos de Garcés tiene un rostro y una identidad en mi memoria. Todos son personas con las que he terminado enredado en alguna disputa. Esto fue ejecutar la venganza de una manera tranquila.

Entonces sus novelas son catárticas...

Para mí, escribir no es algo completamente calculado. Es oscuro y responde a un instinto más o menos visceral, no racional. Uno en la literatura hace cosas que no puede hacer en la vida misma. 

Yo, como Garcés, colecciono enemigos y he sido un poco imprudente y deslenguado. Tanto en Perú, como en Chile y Argentina, tenía el recuerdo de esas animosidades y esos enconos, pero no me veo matando a nadie.

Sin embargo, he disfrutado enormemente imaginando cómo Garcés mataba a esos enemigos que, en mi caso, no son imaginarios; todos tienen un rostro y una historia de enemistad conmigo. Pero, ante la cercanía de la muerte, elegí seguir escribiendo. No fui a comprar un arma de fuego, sino que me senté a capturar palabras y escribirlas.

¿Acabó con todos sus enemigos?

Yo tengo enemigos en todas partes, pero mis enemigos más leales son los que provienen de la religión. Por eso también la trilogía es una crítica a la superstición religiosa. La mayoría de la gente, cuando sabe que la muerte es inminente, se aferra a la superstición de que su vida va a continuar.

La mínima noción de que vamos a ser polvo y olvido al parecer es muy dolorosa y nos aferramos a una vida después de ésta. Por lo tanto, tenemos que portarnos bien en ese tramo final y agónico para no ser castigados.

La mirada de Garcés está desprovista de esas supersticiones. Él no es creyente, él cree que las iglesias manipulan y meten miedo a la gente. La trasgresión moral que implica la venganza, para él, es una rebeldía o una contestación a esa especie de chantaje que ejerce la religión.

¿Rebeldía que también es suya?

La ficción ha sido siempre un acto de rebeldía. Mis primeras novelas me permitieron rebelarme contra mis padres o contra un cierto mandato moral, una educación católica. Entonces, sin darme cuenta, esas novelas fueron una manera de levantar una protesta.

Inevitablemente, en medio de tanto odio y tanta infelicidad, brota el amor, el de Javier por Alma Rossi...

La mirada de Garcés a Alma es una llamarada. Él no la puede matar porque no puede dañar una cosa tan bella. Él, la ama de una manera dolorosa y trata de encontrar en el amor una evasión desesperada de la muerte.

En su vida personal, ¿cómocontrarresta la infelicidad?

Yo escribo para impugnar la idea misma de la muerte, para estar vivo, para tener una memoria y poder escribir. El día que me calle, estaré muerto. Todo es mucho mejor cuando escribo y todo es insoportable si dejo de escribir. Si lo hago, no le encuentro sentido alguno a las cosas y mi ánimo y mi salud decaen. Lo hago para no enloquecer.

¿Escribir es una manera de vencer la muerte?

Ese momento de fugaz inmortalidad también lo tiene el hecho de escribir. Cuando estoy escribiendo algo que creo es auténtico, siento que el tiempo se suspende, que soy inmortal. Es como cuando vas a tener un orgasmo: sientes que todo lo demás deja de existir, que todo se suspende y es un momento de fugaz inmortalidad.

¿Qué hubiera pasado si Javier Garcés se dedica a escribir en vez de asesinar?

Tal vez hubiera escrito una novela mejor que su trilogía, pero él cree que es un fracaso como escritor. Si Garcés hubiera escrito, no hubiera matado.

De todo el acervo de su obra,¿en qué lugar queda su trilogía?

Morirás mañana es lo mejor que he escrito, no lo más virtuoso, sino lo menos torpe.

Credito
COLPRENSA- EL PAÍS

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