Aníbal y su hazaña en el Gasherbrum II

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
El tolimense, profesor de matemáticas de la institución educativa La Sagrada Familia, se convirtió en el primer colombiano en pisar la cima del Gasherbrum II.

Fueron más de cuatro años de preparación en los que el escalador tolimense y profesor de la institución educativa La Sagrada Familia, Aníbal Pineda González, como en sus ejercicios matemáticos, calculó los detalles para conquistar el Gasherbrum II.

Los problemas por los que tuvo que pasar para lograr su meta fueron complejos, tanto como las ecuaciones algebraicas que enseña a sus estudiantes, pero las sumas y restas de los recursos económicos no cuadraban el resultado para emprender la travesía al Himalaya.

En más de una oportunidad fue cancelado el ascenso a la cordillera del Karakórum, en Pakistán, a tal punto que este año efectuó su viaje, acompañado a la distancia de sus dos equipos, a los que llamó: Uno, de ‘tierra’, integrado por su familia y amigos, y otro de ‘aire’, en el que hacían parte Dios, la Virgen María, su mamá y todos aquellos familiares que fallecieron, pero que siempre creyeron en él.

“Esto es un triunfo no sólo para Ibagué y el Tolima, sino para Colombia. Es la primera vez que se escala el Gasherbrum II, en el Himalaya, más exactamente en el Karakorúm, Pakistán. Es una de las montañas que tiene más de ocho mil metros, la número tres en el ranking mundial, por eso la importancia”, afirmó el matemático.

El inicio de la travesía

La idea se formuló hacia el 2008, con un equipo de escaladores de Bogotá, con quienes intentó ir ese año, pero infortunadamente, aunque tuvieron en parte un patrocinio de algunos empresarios de la capital de la República, sobre el final, cuando era el momento de viajar, “se echaron para atrás”.

Luego, en 2009, Pineda se fue para el Everest y la ‘visita’ al Gasherbrum II quedó inconclusa; en 2010, retomó el programa y empezó a trabajar con gente del Tolima en busca de integrar un equipo Pijao para llegar a las dos cumbres, Gasherbrum I y II.

Llegó el 2011 y no lograron la financiación y en 2012 Aníbal lo intentó de nuevo con otro grupo de escaladores ‘rolos’, pero una vez más no fue posible y en últimas decidió ir solo ese año, pero no logró la visa para Pakistán.

La constancia venció todas las barreras y el 16 de junio de 2013, Aníbal emprendió su viaje rumbo a la cordillera del Karakórum, en Pakistán, para ondear la bandera Vinotinto y oro a ocho mil 35 metros sobre el nivel del mar.

“Esto no se compone de un solo momento, tiene un trasegar muy largo, todo un ciclo de entrenamiento de años. Allá se llega con la decisión total de poder hacer algo, pero se encuentra con múltiples factores que son adversos a lo que uno quiere”, aseguró el docente.

Y agregó: “Este año afortunadamente la temporada en el Karakórum fue buena y conté con el apoyo de un equipo grande que llegó a trabajar con el mismo operador que iba, por esa razón pude contactarme con ellos y formar parte del grupo”.

El ascenso

En territorio pakistaní, el tolimense hizo buenas migas con el argentino Mariano Galván y desde el primer momento, en el campamento base, hicieron equipo “porque íbamos solos, teníamos cosas en común, menos la edad”.

Mientras el grueso del grupo se dirigía rumbo al Gasherbrum I, Pineda y Galván cogieron rumbo al II y al tercer día montaron el campamento uno y luego construyeron el campamento dos en su búsqueda de la cima.

“Mariano tiene 33 años, con una fortaleza única y es una máquina para hacer montañismo, vive de esto, es guía de montaña en el Aconcagua, la cual escaló tres veces, y trabajó en el Centro de Alto Rendimiento de Buenos Aires; un muy buen entrenamiento”, recordó el escalador Pijao.

Una semana antes de que Aníbal llegara a la cumbre, Mariano decidió llegar a los ocho mil 35 metros sobre el nivel del mar, “él tenía cierto afán en hacer las cosas rápido y yo no lo podía seguir porque no tenía el mismo ritmo y hubiese sido un error. Hice las cosas a mi manera, con calma y tenía el tiempo suficiente, por eso Mariano hizo cumbre primero”.

Y agregó: “Estuvimos juntos en el campamento dos, él siguió y yo me devolví al uno porque necesitaba aclimatarme bien. Seguimos trabajando, pero de forma diferente porque él tenía la cumbre y yo no, y cuando sucede el accidente de los españoles, Mariano se va a ayudar en el rescate. Fue un trabajo muy positivo, me colaboró mucho y actuamos de la mejor manera para llegar al éxito”.

La cima

Y llegó el momento esperado. El 21 de julio, a las 12:30 del día, cuando los colombianos celebraban la hazaña de Nairo Quintana en el Tour de Francia, un escalador Pijao levantaba sus brazos en señal de victoria. 

Aníbal conquistó el Gasherbrum II, en solitario y bajo una ráfaga de fuertes vientos y una intensa caída de nieve que lo obligó a estar en todo momento asegurado, situación que no lo dejó caminar sobre la cima.

“No la logré hacer el 20 de julio porque el tiempo no me dio, pero era vivir eso, el Día de La Independencia y qué bonito hacer una cumbre para Colombia como un regalo. En lo personal, la cumbre significa mucho, pero tampoco lo es todo”, aseguró Pineda.

Y recordó que el proceso que vivió para llegar a esa montaña fue bastante largo, “de mucho esfuerzo y desprendimiento; tuve que aprender en estos cuatro años de entrenamiento mi mayor capacidad de sacrificio para poder dejar cosas y personas”, refirió.

A pesar de la dificultad de respirar a más de ocho mil metros de altura y en donde por momentos la ‘borrachera de montaña’ ataca, el matemático siempre tuvo su mente lúcida, la felicidad que vivió fue indescriptible y cumplió con su dedicatoria.

“Cuando se llega, existe una felicidad grande por lograr ese reto. Se le vienen a la mente tantas cosas por las que uno ha pasado y que en últimas valió la pena porque está ahí. Básicamente hay que hacer una dedicatoria, yo la hice en este caso a Dios”, sostuvo.

El principal problema que existe a esa altura, aseguró Pineda, es que el cerebro no funciona como debería, por lo que se tiene que controlar. “Después de siete mil 500 metros de altura uno debe tener mucho autocontrol, llamarse mucho la atención constantemente, porque uno está viendo algo que se llama ‘borrachera de montaña’”, dijo. 

Aunque el Gasherbrum II lo hizo en solitario, hacia el Gasherbrum I tenía un equipo con el cual contaba, pero infortunadamente sucedió la muerte de los tres españoles en el intento a la cima del GI y eso significó la terminación de la expedición.

“No tuve con quién hacer equipo, la montaña no estaba asegurada, no habían cuerdas fijas y por lo tanto era sumamente riesgoso. Llegué al campamento dos, más o menos a seis mil 600 metros. Ya tenía la otra en el bolsillo y me tocó conformarme con esto”, confesó.

Durante los inolvidables minutos que vivió a ocho mil 35 metros sobre el nivel del mar, el maestro, de 51 años de edad, nunca dejó de pensar en Ibagué “que ha sido mi plaza, y en el Nevado del Tolima, mi escuela. Pienso en mi gente y era un logro casi que personal. Luego de hacerlo se vuelve un propósito casi común y hay que compartirlo”.

Al filo de lo imposible
Esp. María Lizbeth Cárdenas Oliveros
(Docente de La IET La Sagrada Familia)

El 21 de Julio a las 12:30 del día, Aníbal Pineda González ondeó la bandera tolimense en una de las cimas más altas del mundo: el monte Gasherbrum II ubicado en Pakistán a 8.035 metros sobre el nivel del mar.

Es difícil saber por qué Aníbal o cualquier escalador se propone alcanzar la cima de una montaña. Sólo su corazón sabe responder lo que él siente; su voluntad y determinación de hacer realidad sus sueños lo han llevado a enfrentar la adversidad y difíciles obstáculos que la montaña posee y que la hacen símbolo del reto que lo llama a luchar por conquistarla; además, nuestro compañero necesariamente debe caracterizarse por su audacia y prudencia, porque sin ellas pone en riesgo su vida constantemente.

Estar aislado, sentir la soledad, la lejanía de la civilización, sacrificar el tiempo con los seres que ama por dedicarlo a este deporte de aventura y riesgo, encuentra su recompensa cuando es testigo de esa perspectiva diferente que pocos conocen y disfrutan; aquella que él ve desde allá arriba, en la cima de la tierra en donde todo se conecta; Aníbal y las estrellas, y el sol, y la luna y la vida y hasta la misma muerte.

La historia de Aníbal como escalador está escrita a cada paso que da, a cada aliento, a cada día y noche de esfuerzo, de frío, de nieve, de viento, de amaneceres y anocheceres, de desfallecer y levantarse, de entender que no se debe luchar contra la naturaleza sino comprenderla, adaptarse, apropiarse de ella, hacerla suya.

Así como en la cotidianidad, la mediocridad puede costarnos la vida, en las grandes alturas sucede igual con los errores; él es consciente de eso y más cuando abajo sólo hay nubes y arriba el infinito; es allí donde el esfuerzo y la lucha seguramente adquieren otro sentido; estar en la cumbre y querer subir más alto, como sucede también al interior de nosotros mismos.

Para Aníbal, el amor a las alturas, a lo desconocido, es lo más hermoso en su vida. La cima es el lugar donde sus sueños se hacen realidad; es su significado de libertad, de extrema belleza; es donde la soledad adquiere una connotación especialmente hermosa.

Así mismo, para este valiente hombre, la naturaleza en su estado puro es su espacio de aventura. Ella le da satisfacción, alegría, lo llena de amor hacia lo desconocido, hacia lo inhóspito.

Para él, perseguir hasta el final el sueño de alcanzar la cumbre sin temer todas las consecuencias se reduce a seguir solamente las reglas impuestas por la naturaleza. En fin, para Aníbal Pineda, escalar, además de ser su deporte, es su estilo de vida; es su manera de entenderla y vivirla; y a la vista de algunos esto es imposible de comprender; pero al final, nos hace admirar sus hazañas evidenciándonos que lo más hermoso de la vida es perseguir los sueños y hacerlos realidad. El puede ser la inspiración para lograr los nuestros.

¡Gracias Aníbal por esta lección de vida!

Credito
JORGE LUIS HERNÁNDEZ SÁNCHEZ (ACORD TOLIMA)

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