La dirección de esta iniciativa está a cargo de Martha Nubia Bello, directora de Museos del Centro Nacional de Memoria Histórica, quien habló con Colprensa para contar lo que será y lo que significará este museo para los colombianos.
- ¿Por qué el Centro Nacional de Memoria Histórica pretende construir un Museo para la Memoria?
Porque es nuestro mandato legal. La ley 1448 de 2011, también conocida como ‘Ley de Víctimas’, nos ordena como Centro de Memoria Histórica la construcción de un Museo Nacional para la Memoria. De hecho éste es uno de nuestros principales mandatos.
- Aparte de eso, ¿a qué se dedica la Dirección de Museos del Cnmh?
Nosotros estamos en un proceso de fortalecimiento y apoyo a iniciativas de memoria en lo local y lo regional. Este proceso consiste en el apoyo al diálogo en torno a esas iniciativas que se expresan territorialmente, así como a perspectivas étnicas específicas. Ahí hay una complementariedad en los dos procesos.
- ¿Cómo es esa complementariedad?
En Bogotá se ha considerado necesaria la existencia de un lugar para la memoria, en que la sociedad urbana que recorre esta ciudad pueda tener la oportunidad de conocer la historia contemporánea de la violencia del país, un lugar donde las personas tengan la posibilidad de reconocer cómo es que la violencia se ha expresado en esas regiones y cómo en ellas la gente ha venido promoviendo iniciativas de memoria.
Pensamos que Bogotá es un escenario muy importante para la construcción de la opinión pública y de una cultura que pueda avanzar en la construcción de la memoria y la paz. El grueso de las víctimas ha sido la población que habita la ruralidad colombiana. Eso contribuye a un gran nivel de falta de compromiso social en la Capital con el tema de la guerra.
- ¿Esto qué quiere decir, que a los bogotanos no les importa la guerra?
Les importa, pero hay unos que la padecen en forma directa y cruda en el campo y otros que la ven por televisión. Hay una gran desinformación, tergiversación, e incluso simplificación de lo que es la guerra en Colombia. Lo que intenta hacer un museo es darle un lugar a esas voces de las regiones en el centro del país, a través de esas voces se les puede hablar a los ciudadanos jóvenes que tienen el compromiso de ayudar a construir la paz. Hacerles saber qué ha pasado y por qué ha pasado.
- Si la guerra es de las regiones, ¿no sería mejor enfocarse en ellas en lugar de traer todo a Bogotá?
La existencia de un museo en Bogotá no invalida la existencia de expresiones museísticas en el resto del territorio colombiano. Ojalá podamos hacer un proceso paralelo en el que el centro tenga la capacidad de fortalecer ideas de memoria y museos en las regiones.
También que el museo en Bogotá muestre toda esa diversidad que existe en las regiones y sea una representación de las expresiones locales que ya existen y tengan una visibilidad a nivel nacional.
- Esto suena bastante ambicioso, ¿qué tan grande puede ser la edificación de este museo?
Sí es una construcción ambiciosa, en términos de la significación simbólica que tiene para el país una obra de esas. Más que por la monumentalidad de la construcción, es por el valor simbólico que ésta tiene. Ambicioso porque intenta un objetivo bien complejo, como lo es mostrar en Bogotá la diversidad del país y que esa diversidad se sienta representada en ese museo.
No se trata de una obra que llene unos requisitos arquitectónicos o que sea estéticamente del gusto de todos, sino que sea un lugar en el que las víctimas se sientan representadas, pero a la vez reparadas.
- ¿Cómo se da esta reparación a través de un museo?
El hecho de un museo inscrito en una ley de víctimas obliga a que cumpla una función reparadora. Es un museo que cumple, por un lado con el propósito de hacer un esclarecimiento histórico y en ese sentido, garantizar la no repetición, pero también para garantizar la satisfacción para las víctimas. La idea es que las víctimas sientan que es un homenaje a ellas y a sus experiencias de victimización.
Ahí está para nosotros el reto, porque no es la construcción de un centro comercial, no es la de un edificio financiero, es una obra que reta a la arquitectura en términos de lo que simbólicamente debe expresar. Debe expresar recogimiento, duelo, reconciliación, diversidad y esperanza. Eso es un reto arquitectónico y a eso nos referimos con el tema de la dimensión de la obra.
- ¿Dónde lo van a construir?
Tenemos un lugar, el Museo Nacional de la Memoria hace parte de un proyecto más amplio que se llama el Eje de la Memoria y de la Paz, que fue propuesto por la Alcaldía de Bogotá, el cual contempla todo el eje de la Avenida El Dorado, desde los cerros orientales hasta el Aeropuerto El Dorado.
Esto articula muchas iniciativas de memoria, desde el Museo Nacional, el Cementerio Central, el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación del Distrito, el Centro Nacional de Memoria y obras que hay desplegadas sobre la 26 como el Monumento a los Caídos, esto sería una oportunidad para marcar a las víctimas con las huellas de la violencia, pero también, con las huellas de la paz, la resistencia y la dignidad.
Para nosotros, el lugar es muy adecuado, porque es de amplio tránsito, pasa la avenida 30, la calle 26, la calle 34, que después se convierte en Las Américas, es un triángulo que está detrás del SuperCade, al Concejo Distrital y a la Plaza de la Democracia. Esta obra hará parte de este eje de la memoria.
- Pasemos a lo regional. ¿Qué avances se han logrado en ese campo?
El trabajo regional empezó desde antes de que existiera el Centro, porque lo hizo con el Grupo de Memoria Histórica. Se podría decir que llevamos en esto casi siete años. Cuando empezamos a ubicar los casos emblemáticos como El Salado, Bojayá y cuando íbamos a reconocer y a realizar la labor de investigación, encontramos que muchos ya habían comenzado con varias prácticas bastante innovadoras para conservar la memoria de sus propias comunidades.
Hay varias iniciativas de memoria entre las que se incluyen museos, expresiones artísticas, dramáticas, musicales, visuales, plásticas y otras que sin tener una expresión espacial concreta son iniciativas, porque implican las peregrinaciones, las marchas y algunas representaciones callejeras.
Nosotros tratamos de conectarlas no solo con otras iniciativas colombianas, sino también con iniciativas de otros contextos, como los de Guatemala y El Salvador e incluso algunas más oficiales como las europeas. La idea es hacer un Museo Red que conecte las iniciativas regionales entre sí, pero también con el museo de Bogotá.
- ¿Ustedes tienen oficinas en las regiones?
No, para el mandato tan amplio que tenemos, somos una entidad pequeña, pero tenemos enlaces en las regiones y procuramos coordinar con el trabajo que hacemos nosotros. Del equipo de trabajo que tenemos acá, el 80 por ciento está haciendo trabajo en regiones. Si bien nosotros estamos administrativamente en el Centro de Bogotá, nuestro trabajo está planteado en las regiones, la mayor parte de nuestro equipo hace apoyo técnico allá.
Por ejemplo, tenemos apoyo técnico en Chocó, en Tumaco (Nariño), Buenaventura (Valle de Cauca), Montes de María entre Sucre y Bolívar. Allí está uno de nuestros trabajos más representativos que es el Museo Itinerante de los Montes de María, que es un museo que responde a una realidad política y cultural de esa región.
Es una figura en forma del ave representativa de la región, que es el Mochuelo, y como el ave, el museo se irá moviendo por la región. Está construido de tal manera que se puede armar y desarmar, para trasladarlo a través de la región. Esa es una iniciativa regional, que han construido los habitantes locales decidiendo qué materiales usar y poniendo la mano de obra.
Poblaciones incluidas
- ¿Este trabajo regional incluye a las comunidades indígenas?
Sí pero con ellos es diferente. Ellos no se sienten recogidos con la idea de un museo estático, ellos son muy activos en el tema de memoria, porque la memoria para ellos es de largo tiempo, no es la memoria del conflicto que nosotros estamos trabajando.
Ellos promueven más la idea de los observatorios de pensamiento indígena, este observatorio también tiene expresión en un lugar, pero se mueven más con el concepto de pensamiento que es un ejercicio de memoria, entonces el reto del Centro es mirar como apoya esos observatorios de pensamiento y cómo en el museo en Bogotá se pueden mostrar las dinámicas del pensamiento indígena.
- ¿Cuáles son los esfuerzos que ha hecho el Centro de Memoria para apoyar estas iniciativas regionales?
Estos han sido de diferente naturaleza. El solo hecho de poner en diálogo las iniciativas ha sido una fuente de aprendizaje y estímulo para muchas regiones. Al ver que cierta comunidad ha hecho tal proceso, estimula a hacer cosas similares.
También hemos hecho fortalecimiento técnico. Por ejemplo la gente tiene una idea, pero esa idea requiere cualificación técnica, curaduría, cómo hacer una exposición fotográfica, cómo establecer una exposición en un lugar, fortalecimiento técnico en áreas artísticas como en el teatro. El montaje de una obra de teatro, la construcción del guion, el diálogo social que se requiere, y el de construcción social también es asesorado desde acá.
- Volvamos a Bogotá, ¿para cuándo podremos tener este museo de la memoria?
Nosotros empezamos este año con el concurso de diseño, este lo va a realizar la Sociedad Colombiana de Arquitectos, esperamos tener un diseño ganador hacia el mes de julio, contratar el diseño a lo largo del segundo semestre de este año e iniciar los procesos para la construcción de obra a finales de este año. La construcción empezaría en 2016, y tenemos previsto que para el 2017 esté terminado y se pueda inaugurar.
A la par con la construcción física del museo hay varios procesos que debemos ir adelantando, en la recopilación de archivos, el manejo de los mismos, la selección y compra de las obras, material expositivo, los bancos de información que van a existir en ese museo, etcétera. La idea es que al tiempo que se está en la construcción física, también se está en el proceso de adquirir los contenidos para que cuando el museo esté terminado, pueda entrar en funcionamiento pleno en 2018.
- ¿Cómo se va a representar el conflicto en este museo?
Nosotros hemos pensado que el museo debe tener espacialmente, y en términos de su programación, respuesta a cinco temas clave que hemos pensado hasta el momento. Lo primero es qué pasó en este país. Mostrar lo que ha sido esta guerra contemporánea, la dimensión de ésta, los muertos que ha dejado, los repertorios de violencia. La fotografía cruda de lo que nos ha pasado.
Un segundo tema es que no solo debemos decir qué ha pasado sino también responder por qué ha pasado. Las causas de la violencia, sus orígenes, los responsables de la misma, los cambios que ha sufrido el conflicto armado a lo largo de estos 50 años. Nosotros no vamos a ser portadores de una verdad, no va a haber una verdad oficial, el museo tiene que ser un espacio donde se pongan en diálogo distintas versiones e interpretaciones, y que los colombianos entendamos que ese diálogo es necesario.
Un tercer tema muy importante para el museo son los daños y los impactos de la guerra. Un museo que le muestre al país y al ciudadano que pasa por allí los daños que ha causado esta guerra, la devastación que ha generado. Las huellas que ha dejado sobre los cuerpos, sobre los territorios, la dimensión de los daños económicos, pero también morales, psicológicos. La guerra causa daños irreparables, pero también daños reparables con los que el país debe comprometerse.
El cuarto gran tema es la dignidad, la resistencia y la movilización social. Al tiempo que ha ocurrido en este país tanto horror y tanta guerra, la gente ha hecho cosas muy valiosas en términos de apuestas para construir la paz, para resistir a la guerra, por la solidaridad y la democracia, no solo las víctimas, sino también muchos sectores de la sociedad han intentado hacer algo. Al lado del horror, también está el valor que es como esa faceta que se ha invisibilizado, que ha estado muy oculta, esa resistencia la han hecho indígenas, negros, mujeres, habitantes de las regiones apartadas y el país ni siquiera las conoce.
El quinto gran tema es nuestra Colombia presente, esto es algo que no ha terminado, es una guerra que no ha pasado, la violencia que seguimos viviendo, la que tenemos que seguir transformando y combatiendo. Y mostrar que al tiempo que hay violencia también hay iniciativas de paz. Mostrar que esto no es una memoria del pasado que no son duelos superados, sino que también el legado de violencia que todavía nos queda y que todavía nos muestra la necesidad de tener transformaciones.
- ¿Qué hay en el futuro de la Dirección de Museos del Centro de Memoria?
Nosotros tenemos planes muy importantes, dentro del mandato que nos rige hasta 2018. Por un lado la construcción social del museo, que es seguir el diálogo en las regiones, en cómo las víctimas se han visto representadas por iniciativas de memoria, eso es algo que continuará, por lo menos hasta que el Centro tenga mandato que es hasta el 2021.
Tener diálogos con otros sectores sociales que debemos convocar para el museo. Estamos pensando en los artistas, los periodistas, la academia y ver cómo este tema puede convocar a otros sectores de la sociedad, incluido el sector privado.
El reto por ahora es comunicarle a la ciudad que va a tener un museo y cómo eso es algo útil para la sociedad y no otra obra más de cemento. Son dos años que nos implican también comunicarle a la sociedad las razones por las cuales un museo puede aportar a la construcción de paz. Por qué éste puede ser reparador y esclarecedor.
Esto no es fácil, mucha gente dice que prefiere en términos de obras tener hospitales y escuela o incluso carreteras en lugar de un museo. Esto pasa porque no se entiende mucho el carácter y lo significativo que puede ser para la memoria un espacio como este. Es uno de los trabajos en los que más tenemos que estar concentrados.
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