JUAN MARTÍNEZ MARTÍNEZ

Hace unas semanas el conteo llegó a cero, y la voz en los altoparlantes del Centro Espacial Kennedy anunció por última vez el despegue de un transbordador de la Nasa.

El Gobierno de los Estados Unidos considera que la industria privada puede continuar la exploración del espacio, pero muchos vieron en ese último viaje el fin de una era que prometía usar la tecnología como excusa para unir a la humanidad alrededor de un fin común: la conquista del cosmos.

 

Afortunadamente, en el mundo tecnológico no existe una crisis de proyectos ambiciosos; la siguiente obsesión de los científicos promete dar resultados tan inspiradores como la idea de viajar a otros planetas: replicar el comportamiento del cerebro humano.

 


Punto de partida Lulu Qian y las deidades de muchas religiones comparten una característica impresionante: la capacidad de crear un sistema biológico inteligente, que funciona como el cerebro de los animales. El señor Qian, un investigador en las áreas de bioquímica y química molecular, y su equipo de trabajo pertenecen a Caltech, el Instituto Tecnológico de California.

 

Esta semana el equipo anunció que consiguió programar una red neuronal de moléculas de ADN para que funcione de forma análoga a un cerebro. Qian tiene confianza en que la tecnología evolucionará rápidamente durante los años que vienen.

 

En sus propias palabras, “aunque durante décadas se asumió que generar comportamientos similares a los de un cerebro en sistemas bioquímicos artificiales era posible; siempre se estimó que era extremadamente difícil”. Ahora que el equipo ha demostrado que la tarea no es demasiado compleja para la tecnología moderna, otros investigadores podrán empezar a experi­mentar con redes neuronales artificiales e incrementar su nivel de inteligencia ­hasta que puedan ser utilizadas en aplicaciones ­prácticas.

 

Como, por ejemplo, reemplazar partes de los ordenadores que se encargan del procesamiento de información, aunque objetivos más modestos como interactuar con células humanas para identificar enfermedades parecen más al alcance de la mano.

 


Un 5 en la prueba

 

El ‘cerebro’ de Qian es, en realidad, una solución acuosa, y está compuesto por sólo cuatro neuronas, fabricadas con 112 cadenas de ADN. Con ellas, el sistema es capaz de responder correctamente a las preguntas de un juego de memoria y lógica sencillo, en el que el objetivo es identificar a una persona. Antes de iniciar el juego, los investigadores de Calitech enseñaron a su líquido inteligente respuestas de ‘sí o no’ a diversas preguntas sobre cuatro científicos. Por ejemplo, si el científico en cuestión es británico.

 

Durante el desarrollo de cada partida del juego, los investigadores insertan en la solución acuosa las respuestas a algunas de las preguntas. A través de luces fluorescentes, la solución comunica su veredicto final: identifica a uno de los cuatro científicos que tiene en su memoria, o afirma que con la información suministrada no puede sacar una conclusión definitiva. Las respuestas de la red neuronal fueron correctas en 27 partidas jugadas por los investigadores. Aunque para entregar cada una de estas respuestas el cerebro artificial tardó más de ocho horas.

 


Siguiente paso Las redes neuronales artificiales podrían iniciar su funcionamiento útil dentro de células humanas individuales, y escalar desde allí hacia niveles mayores y una aplicación más amplia. Al mismo tiempo, otras investigaciones como la adelantada por Theodore Berger y su equipo en la Universidad Wake Forest han demostrado que es posible mejorar la codificación de recuerdos en los cerebros complejos utilizando mecanismos electrónicos.

 

El equipo demostró sus resultados instalando un circuito en ratones de laboratorio que habían aprendido rutinas para obtener comida. Los ratones recibieron drogas que les hicieron olvidar cómo obtener la comida, pero luego, cuando los científicos encendieron su circuito, los recuerdos volvieron a los roedores.

 

Literalmente: un interruptor de recuerdos. El avance de estas y otras investigaciones similares promete crear un vínculo íntimo entre las neuronas humanas y la tecnología moderna, probablemente más pronto de lo que muchos esperarían.

 

Para que esto se traduzca en la creación de esa clase de aplicaciones que inspiran comparaciones con la ciencia ficción, será necesario que miles de programadores biológicos se apropien de este nuevo campo; una horda de zombis tecnológicos hambrientos de cerebros artificiales, listos para codificar la siguiente etapa de nuestro futuro.

Credito
EL NUEVO DÍA

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