Palabras inútiles

Hace poco publicaron algunos de los resultados más relevantes de una investigación sobre qué leen –o en qué estudian- los estudiantes universitarios en Colombia.

Las conclusiones son sorprendentes y en buena medida desconcertantes. La muestra incluyó a 17 universidades entre públicas y privadas. Lo primero es constatar que la formación básica en ciencias, y sobre todo en humanidades, es muy superficial. 


La trivialidad y la banalidad campean en lo “humanístico”, en la civilización del espectáculo, como bien ha descrito Vargas Llosa en su último libro. 

El “cuaderno de apuntes” es el instrumento esencial de estudio, lo que es sí mismo no está mal. Todos dependemos de una libreta de apuntes, de papel o electrónica, a la que por lo general se añaden montones de fotocopias –piratas por supuesto- que  son revendidas hasta que aguanten. 

Es imposible leer un libro completo en un curso, o si acaso, un libro  de texto, que fija unos límites casi infranqueables y sagrados. A nivel de estudios de post grado, la situación cambia poco. Formar una biblioteca personal –grande o pequeña, de libros de papel o electrónicos- ya no forma parte del proyecto de vida de los futuros profesionales

Las consecuencias son nefastas. Lo primero es que así se forman los futuros maestros, creando una infernal espiral que impide la alta formación científica y crítica. 

Si acaso se logra un nivel de eficiencia tolerable y suficiente para satisfacer un mercado laboral, que tampoco quiere o necesita alta formación: un mínimo de eficiencia y un máximo de ignorancia política. 

Estamos en presencia de un modelo pedagógico que no hace sino reproducir las condiciones del atraso intelectual, un sistema facilista, del menor esfuerzo, y de seguro, de gran rentabilidad tanto para las instituciones privadas como públicas. 

Cada día es más cierto que las universidades tienen menos alumnos y más clientes. Lo segundo, es que así es imposible formar una masa crítica suficiente para derribar las barreras del marginamiento y del atraso; y las mentes más brillantes, el país las regala al exigente y completivo mercado de los países avanzados. 

Queremos una reforma de la educación superior, pero este país necesita un nuevo modelo pedagógico, que vaya desde las sala cunas hasta la institución universitaria, y que comience por una gradual alta formación de toda clase de maestros.

Post scriptum: ¿De verdad el asunto Santoyo apenas es un “caso” que tiene a muchos indignados, que además fingen ignorancia voluntaria?

Credito
ERNESTO RUEDA SUÁREZ

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