Chivos expiatorios

En la antigüedad, el pueblo judío tenía una costumbre que convirtió en rito de expiación.

La expiación es una acción de purificación de culpas mediante un sacrificio. Según relata la Biblia, capítulo 16 del Levítico, en el rito se escogían dos chivos o machos cabríos. Al azar se escogía uno que era sacrificado por el sacerdote como ofrenda a Yavé o Dios. Durante la ceremonia, por imposición de manos, el sacerdote cargaba con todas las culpas del pueblo, al otro chivo, para entregárselo al demonio. La creencia era que el chivo expiatorio, al que se abandonaba en el desierto, se llevaba los pecados del pueblo y pagaba las culpas de la mayoría. Por eso todos corrían a insultarlo o a apedrearlo, y ninguno se atrevía a socorrerlo por miedo a caer en desgracia. Parece que este rito institucionalizó la descarga de nuestras culpas sobre alguien.

No creo que exista disculpa que justifique el acto bochornoso de Hernán Darío “El Bolillo” Gómez pegándole a una mujer. Él debe reconocer su culpa y responsabilidad y asumir las consecuencias. Lo que no encuentro para nada claro es la actitud mojigata y de doble moral de la mayoría de la gente que ha corrido, vociferando, a exigir el sacrifico público del entrenador de la selección Colombia.

Este país ha permitido y permite, de manera cotidiana y casi como costumbre, la violencia contra las mujeres. En Colombia, por lo menos una de cada tres mujeres ha sido golpeada, obligada a tener relaciones sexuales o de alguna manera maltratada es su casa durante su vida. El Instituto Nacional de Medicina Legal durante el 2010 registró 51 mil 182 casos de mujeres víctimas de  “violencia de pareja”. Esto equivale a 140 casos diarios, a seis agresiones por hora, una cada 10 minutos. Según un estudio del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), la situación es peor a la reconocida por Medicina Legal y cada minuto serían seis las mujeres agredidas en Colombia. Una verdadera vergüenza nacional, teniendo en cuenta que estos son los casos denunciados y que ameritan peritaje. Se conoce que sólo el 38 por ciento de las mujeres denuncia a su agresor. La no presentación de denuncias ocurre por diversas razones: miedo, chantaje, vergüenza o por ineficiencia de la justicia entre otras.

Siento que el escándalo que se ha suscitado en torno al Bolillo, que repito no tiene ninguna justificación, lo que busca es la expiación colectiva de la indiferencia y connivencia inveterada frente a la violencia contra la mujer. Lo que buscan muchos, parodiando la vieja costumbre de los israelitas, es descargar sus propias culpas en un chivo expiatorio, insultarlo y si pudieran, apedrearlo, para creer que lavan sus cochinas conciencias misóginas y machistas.

Que al “Bolillo” lo boten del trabajo, puede ser una medida entendible y justificada. Pero que nadie se preocupe por los millones de hombres que diariamente violentan a sus mujeres y que continúan trabajando sin que nadie exija justicia, ni la expulsión de sus puestos de trabajo, ni la petición de disculpas públicas y menos, el compromiso de no repetición, es lo que duele y enerva. Machismo es la creencia estúpida que los machos son mejores, compartida por igual por hombres y mujeres. Hablar de paz es aprender a no odiar a las mujeres…

Credito
AGUSTÍN ANGARITA LEZAMA

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