Inaudita avalancha de festividades

Vemos con preocupación la aparición de un sin número de proyectos de ley, que podrían afectar seriamente la competitividad del país.

Estos proyectos llevan a que la supervivencia empresarial sea cada día más precaria. Con este criterio, nos parece inaudito el Proyecto de Ley No. 244 de 2013 Cámara: “Por medio del cual se declara el 21 de octubre Día Cívico Nacional en razón a la Santificación de la Santa Laura Montoya”. 

Aunque, por supuesto, en el tema de crear feriados, la racionalidad es tan escasa que pasamos de celebrar el día en que los españoles descubrieron a América hasta el día en que nos rebelamos contra ellos, pasando por la independencia de Cartagena y la Batalla de Boyacá. 

Este Proyecto de Ley Santa Laura, que ya fue aprobado en segundo debate, pretende que el 21 de octubre sea festivo sumando uno más a nuestra ya larga lista de días festivos. 

Es increíble, en los precarios niveles de desarrollo económico que tenemos para mostrar, el hecho de registrar en Colombia el doble de feriados de los Estados Unidos (en ese país son solo diez: Año Nuevo; Nacimiento de Washington; Nacimiento de Martin Luther King; Día del Recuerdo; Día de la Independencia; Día del Trabajo; Día de Colón; Día de los Veteranos; Día de Acción de Gracias; y Navidad).

De otra parte, el proyecto de Ley 42/2011 (Senado) y 212/2012 (Cámara), “por medio de la cual se establece una protección especial a la mujer en estado de embarazo, y en etapa de lactancia, vinculada a través de contratos de prestación de servicios”, es otra perla laboral. 

Este proyecto pretende dar los mismos tratamientos a la mujer en embarazo que tiene contrato de prestación de servicios a aquellas con vínculo laboral, yendo incluso más allá de la protección especial que la Corte Constitucional ha otorgado.

Para reforzar el rosario de perlas, tenemos un proyecto de ley que determina que los trabajadores del comercio, siete días antes de Navidad y Año Nuevo solo pueden trabajar ocho horas diarias y máximo hasta las 9 p.m. con el argumento de que los trabajadores tienen el derecho a compartir con sus familias y rezar las novenas. 

Con las precarias condiciones de consumo que el país está viviendo, esta propuesta es por lo menos irracional.

Con tanta inestabilidad y retroceso en medidas de competitividad, la opinión pública ya no se pregunta por qué se cerró Icollantas.

Credito
GUILLERMO BOTERO NIETO

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