Una experiencia agradable

José Javier Capera Figueroa

Hace un año tuve el gusto de escribir mi primera columna en este espacio de comunicación y difusión periodística, el reto era grande debido a la naturaleza de la propuesta. Los temas que se tocarían serían de política, economía, sociedad, cultura y porque no uno que otro de literatura. Ya ha pasado un año lleno de experiencias unas buenas y otras no tan buenas, grandes críticas, pero sobre todo lectores que me han enviado sus inquietudes y comentarios sobre lo que intento mostrar desde mi trinchera del conocimiento, lo que me ha enriquecido y lo agradezco infinitamente.

Esta semana estuve pensativo en escribir sobre las marchas por el Sí, la consulta popular de Ibagué sobre la minería, la influencia de las élites políticas en el proceso de paz o enviarles una nota sobre el show mediático que el presidente Juan Manuel Santos dejó al ser galardonado con el nobel de la paz, y si se puede sumar compromisos por montón, bien lo decía un maestro en medio de tertulias, el mundo está hecho de premios y concursos esto hace parte de la famosa cultura del consumo, ya por eso entiendo la razón de este nobel.

Y no es para más la realidad política colombiana, refleja la profundización de los problemas ¿Cómo comprender que 20 millones de habitantes que no votaron por diversos motivos hacen parte de las posibles alternativas al conflicto armado? Pero ese grupo de la sociedad actúa de manera pasiva y ve con ciertos desaires el sistema enfermizo de la salud, las pensiones, la educación y el proceso de paz como una simple cortina de humo para seguir dando cabida a las élites tanto de izquierda como de derecha en el país.

Es necesario que la gente logre comprender que los acuerdos de construir un camino de la paz no son de Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe ni del mismo grupo de las Farc- Ep, es un acuerdo que debe buscar superar la marginalidad que existe en el país, la pobreza abrumadora en las calles, la falta de apoyo en materia de ciencia, técnica, investigación y las humanidades, el sentido de mejorar la calidad de vida, y si es posible una manera de construir otro tipo de cultura donde la sociedad esté basada en el respeto mutuo.

Estamos viviendo un momento transcendental, por fin ciertos sectores han entendido que si dejan pasar el calor del momento de la paz, difícilmente se podría construir otro acuerdo debido a la memoria frágil que tiene la sociedad colombiana que vota por la mañana con la cabeza agachada y en la noche se arrodilla para darse unos golpes en el alma. La lucha de los movimientos y las manifestaciones son un reclamo por construir una Colombia más humana y superar la brecha de la desesperación, la adversidad y el sistema paralizado por la corrupción de la mano de una burocracia inoperante.

Por supuesto que el tiempo pasará y serán las generaciones futuras los que podrán calificar nuestras decisiones frente a este tema fundamental de la Nación, y esto implica reconoce que los políticos de izquierda, derecha y centro no les interesa las votaciones solo está en juego los puestos, programas y proyectos todos en función de una “paz” pensada por estos grupos. En el país de macondo donde la llamada “izquierda” se vendió en su mayoría a los sindicatos, otros cooptados por las universidades y los que llegaron se establecieron en las instituciones públicas, muestra el desencanto de estos tiempos y deja entredicho que el arreglo de este país no depende de ellos, porque nunca ha sido pensado desde ahí. Por ello, mientras al barrendero, la prostituta, el comerciante, el vigilante, el guerrillero, el soldado, el cura, el maestro y cualquier ciudadano no se le reconozca como un ser activo que merece justicia, respeto por sus derechos y garantías por su diario vivir difícilmente podremos superar la página de la violencia y mirar una paz que sea humana, diferente y necesaria a la duradera y estable que proponen estos acuerdos. Nos queda el reto de madurar para paz y el constante anhelo de vivir como sociedad, frente a este intento que se ha visto frustrado pero que conserva la esperanza de decirnos a nosotros mismos, te acuerdas de esa noche en que macondo se fue a la guerra, ya regreso a contarnos su experiencia.

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