“Fumar marihuana por placer es un total irrespeto…” (1)

Este es el pensamiento de los Tubú, una comunidad indígena del Vaupés que se encuentra asentada a 63 kilómetros de esta capital, en un lugar que ellos llaman “el centro del mundo” o “el ombligo del mundo”.

Los Tubú aparecen registrados en el Ministerio del Interior no con su nombre ancestral Tubú, que significa “hijos del tiempo y del espacio”, sino con una denominación asignada por el estado colombiano: los Sirianos del Vaupés, del grupo lingüístico de los Tucanos orientales.

El fenotipo de los Tubú es oriental justamente, de mediana estatura, ojos rasgados y facciones semejantes. Son un pueblo pequeño de cerca de unos 750 miembros, de los cuales sólo el dos por ciento habla la lengua nativa pues el resto ha sido víctima del colonialismo cultural. 

En su lugar, “el centro del mundo”, sólo vive una sola familia de la cual descienden todos, los demás están en parte del Brasil y dispersos en Colombia; en Bogotá hay 23 miembros de la comunidad que se han dedicado a contarle a “Occidente” cuál es su punto de vista frente a la vida, al entorno natural, al hombre, en una especie de supervivencia étnica y cultural que busca asegurarle la vida a la comunidad Tubú.

“Hay una tendencia a que uno se quiere volver civilizado y de repente olvidar la forma de pensar propia, nuestra filosofía, nuestras costumbres –dice Diákara, vocero de la comunidad Tubú-, la civilización es muy seductora, no por las ideas, sino por el televisor, la computadora, los supuestos adelantos científicos. Si perdemos nuestra estructura, nuestra forma de pensar, de ver el mundo, eso interno, esa forma de ver la vida, ya no seremos nosotros y podemos tener libros e historias escritas pero nunca seremos nosotros”; por eso la actividad constante de Diákara es hablar de los Tubú en todo espacio en el que se pueda. 

Diákara es el tercero de la generación de los Tubú. Su nombre significa “hombre que danzará aunque el día amanezca oscuro”, pero la danza a la que se hace referencia no es el baile sino el canto, danzar para ellos es cantar. Tuve la oportunidad de hablar con él acerca de una de las riquezas culturales más grandes de los Tubú, que es su forma de sanar, su relación con las plantas medicinales y maestras en cuyo centro se encuentra el Yémono o “Tabaco del Guerrero”, más conocido en “occidente” como Marihuana.

Para los Tubú, todo conocimiento se da a partir de la relación con las plantas, particularmente con el tabaco –llamado Munú, que significa recuerdo-, al Munú pertenece un grupo de plantas que se usan para situaciones particulares de conocimiento.

Hay muchas clases de tabacos –dice Diákara- está “el tabaco del agua” o “el recuerdo del agua”, para estudiar cómo el agua es importante para nuestras naciones y cómo es que hay que cuidarla, y entonces fumamos un tabaquito que se llama dekómoro; otro es “el que desciende de arriba”, “nuestra imaginación”, con el cual estudiamos hasta dónde mi mente divague dónde comienza la vida y dónde podría terminar la vida; hay otro tabaco llamado Sahímono, con el que estudiamos cómo podemos defendernos usando el respeto; según el Sahímono, la única manera que yo puedo respetar al otro es conociendo el grado de daño que me puede hacer.

Y hay uno que está en el centro, que es la mamá de todas las plantas, el Yémonó -Yé (Guerrero) Monó (tabaco)-, es decir, “El Tabaco del Guerrero”, la marihuana. Para los Tubú, esta planta no es cualquier planta, es una planta maestra y nunca la han fumado para sentir placer, relajarse o para sentirse alegre, como dice la mayoría de los que la fuman que, según Diákara, terminaron siendo víctimas del consumismo: “fumar marihuana por placer es un total irrespeto -dice el líder indígena-hoy día no se entiende el valor de enseñanza de esta planta”, agregó. 

Los Tubú la enseñan a fumar desde los ocho años, sólo en el mes de mayo, tiempo en el que cuentan fue el nacimiento de la planta, y con un propósito específico: el conocimiento del ser. A los 18 o 20 años la persona ya no la necesita porque ha entendido muchas cosas de la vida y entonces nunca más la fuma hasta que llega una nueva generación y hay una repetición de esta práctica, un nuevo proceso de enseñanza, esta es la razón de que en los Tubú nunca ha habido adictos ni dependientes ni un sólo inconveniente relacionado.(Espere la continuación en la próxima semana)

Credito
FEDERICO CÁRDENAS JIMÉNEZ

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