Cambio de paradigma en el crecimiento económico

Carlos Eduardo Lagos

En esta tercera entrega de la saga de “Decrecimiento”, la comunicadora social Laura Cala comenta que el capitalismo como sistema económico hegemónico nos ha impuesto la idea del crecimiento como el ideal y la medida del bienestar, la riqueza y el progreso. Así, crecer se convierte en un imperativo para los países, empresas, pero también para los individuos. El crecimiento se presenta como una línea continua y ascendente, que parece no tener fin. Año tras año, nuestras economías personales, familiares, empresariales y nacionales deben por lo tanto, crecer, para estar mejor. Y el mundo se ha desbocado en una frenética carrera por crecer, como si esto garantizara la felicidad y el buen vivir.
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Pero, la realidad es diferente. Aún el crecimiento aparentemente sostenido no garantiza mejores condiciones de vida para las poblaciones.

Centrándonos solamente en el aspecto económico del crecimiento, el fallo del modelo deja ver que es imposible crecer al infinito en un planeta finito, con recursos limitados y con “mercados (o consumidores) reducidos.

Esta idea de que es necesario y suficiente mantenerse “creciendo” ha incentivado dos valores: la competencia y el hiperconsumo. Competencia entre individuos, empresas y países. Competencia a muerte por los recursos, por la eficiencia, por los clientes. La competencia como valor primordial del desarrollo. No es posible crecer sin competir. Sin embargo, competir desde esa lógica implica que hay ganadores y perdedores. Mi crecimiento a costa de que otros “decrezcan”, de que otros pierdan.

Para poder mantener la competencia y que haya para “todos”, la solución ha sido el consumo. Más “clientes” que aumenten nuestras ganancias y nos mantengan en la línea ascendente del crecimiento. Hiperconsumo que agota los recursos y que contrario a lo que pensaríamos, nos deja siempre insatisfechos.

Como resultado de la aceleración, que acompaña el crecimiento, la competencia frenética y el hiperconsumo, hoy tenemos una crisis social y ambiental, que nos tiene en el borde de colapso. Desigualdad, condiciones de vida cada vez más indignas y una inminente crisis ambiental que ya hace sentir sus efectos.

Entonces, aparecen voces que hablan de decrecimiento y se crea la controversia. No es posible, pensar en no crecer, solo es necesario hacer los ajustes y correctivos al modelo, señalan quienes ven en peligro el sistema durante tanto tiempo construido.

Pero lo que parece estar surgiendo es un cambio de paradigma. La competencia, el hiperconsumo se resquebrajan, y cada vez son menos posibles de sostener. Cambiar el paradigma implica que el crecimiento económico deje de ser la medida de la riqueza de las poblaciones y del bienestar humano, porque realmente nunca lo ha sido. Cambiar el paradigma nos invita a dejar el concepto de la competencia por la colaboración y la solidaridad.

Hablar de decrecimiento por lo tanto, no se trata de ser más “pobres”, ni de renunciar a la tecnología, la ciencia o el conocimiento o de ponerse al final de la fila de los países desarrollados. Decrecer es cambiar el paradigma que nos ha impuesto competir y obtener ganancias a costa de los recursos finitos que compartimos globalmente.

Un cambio de paradigma que no nos enseñe a competir, sino a cuidar. Aunque parezca ilusorio, ya hay muchos ejemplos que muestran que cambiar el paradigma es posible y construir otras formas de vivir, sin renunciar a los avances alcanzados. Puedes decir que soy una soñadora pero no soy la única, advirtió.

Entonces quedan plateados los interrogantes: ¿Crecer, decrecer, crecimiento sostenible, compensación, regeneración?; por favor saquen sus propias conclusiones.

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CARLOS LAGOS

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