Recorderis por dos churros

En este extraño mundo de Subuso en que vivimos los mortales, cabe preguntarse por qué cuando hace 14 años enterramos a la princesa Diana, muchos mortales dejamos correr una furtiva lágrima, pero nos alegramos cuando el satélite nos trajo la noticia de la muerte de Madre Teresa de Calcuta (Agnes Gonxha Bojahxiu, su nombre de soltera).

Mientras llegan las rectificaciones, aventuremos explicaciones. Nos dolió la muerte de Diana de Gales (agosto 31), churro de los del gajo de arriba, porque estaba a punto de lograr la esquiva felicidad al lado de su “machucan boy’s” egipcio, Dodi Al Fayed. Su felicidad era la de todos sus súbditos. Si no alcanzamos la felicidad, el dinero ni la fama, nos contentamos con que los mitos que inventamos lo logren.

Madre Teresa (fallecida el 5 de septiembre), suspiro de Dios, churro de los del gajo de abajo, era la felicidad en unos cuantos kilos. Su alegría surgía de cumplir ese difícil arte de darse al prójimo. Ella veía a un pobre y se le animaba el semestre.

Diana también se daba. Así en la noche regresara a una cena íntima plagada de “papa­razzi” en el Ritz, de París, de donde salió para su vuelo final. Madre Teresa permanecía cerca del menú cero estrellas de sus paupérrimos calcutenses. Ella alcanzó en vida la verdadera inmortalidad que consiste en ser amado por mucha gente anónima. Sostiene Freud.

La virtud de Diana radicó en que pudo haberse gastado su “yet-setismo” en ella solita. Pero no. Permitió que se le saliera la Madre Teresa que llevaba por dentro, como una procesión de amor.

A propósito de amor, recomendaba Madre Teresa: “Ama hasta que te duela; si te duele, es la mejor señal”.

¿Por qué tuvo más prensa la Rosa de Inglaterra, inmortalizada en las exequias por el piano y la voz por Elton Jones,  que Teresa de Calcuta? Tal vez porque es más fácil ser princesa Diana que Madre Teresa.

Cuando se produjo la muerte de Madre Teresa, la prensa continuó ocupándose de Lady Di. En los noticieros de televisión, la Madre Teresa aparecía después del primer corte de comerciales o en el pasa del periódico. Coquetería mata solidaridad.

De lejos, esta nota, jerárquicamente, debería llamarse Teresa y Diana. Pero no. Está bautizada al revés. Chanel No. 5 derrota a Pachulí No. 1.

Diana era pobre con plata. Madre Teresa fue siempre una rica sin dinero. Ambas volvían plata lo que tocaban para la causa común de los divorciados de la fortuna.

Diana viajaba en first class. Madre Teresa volaba arriando first class. Contaba el fallecido cardenal López Trujillo que al final de los vuelos internacionales la “mínima y dulce” Teresa recogía la comida que los pasajeros no consumían para llevársela a sus pobres.

López Trujillo, enemigo personal del condón, narra un pecadillo de ínfima lagartería de Madre Teresa: accedió a que las autoridades indias le facilitaran  pasaporte oficial sólo porque de esa forma, cuando salía del país, podía trabajar mejor por sus “vaciados”.

Las dos, Diana y Madre Teresa, ya tienen altar perpetuo en el “mango” (corazón) de sus devotos que tenemos la opción de convertirnos en las Dianas y las Teresas, así sea de nuestro propio barrio, de la cuadra. O de nuestra propia casa. La caridad empieza por nosotros.

Sería una forma de velar por que sigan vivitas y coleando estas dos llamas al viento, que nunca se apagarán, para decirlo a dos manos con Elton John y el poeta Barba Jacob.

Credito
ÓSCAR DOMÍNGUEZ G.

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