Treinta años son harto en la vida de una agencia de noticias. Colprensa, la apetitosa cumpleañera, es la prolongación de Colombia Press, el Servicio Nacional de Prensa, Periodistas Asociados, Alaprensa, Europa Press, el Centro Informativo El PaÃs, CIEP.
La visión y pragmatismo de directores y gerentes de los diarios que a la vez son socios y abonados, la mantienen a flote para alegrÃa y sustento informativo de sus lectores.
La agencia parece levantada sobre la vieja divisa de los Mosqueteros de Dumas: uno para todos, todos para uno.
Integran la redacción su planta en Bogotá, sumada a las de cada diario en su ciudad. El corresponsal de los demás periódicos es el periódico local. La novedosa modalidad ahorra costos y multiplica información privilegiada.
En Colprensa se practica una escasa forma de colegaje. Los periódicos del gajo de arriba, vale decir, los de mayor circulación y poderÃo económico, financian a los demás. Todos reciben el mismo servicio. “Gens una summus†(somos una familia), dicho sea también en la jerga de los ajedrecistas.
Súmele el valor agregado derivado de las reuniones de gerentes y directores en las que los asistentes salen enriquecidos con las experiencias compartidas. Cada foro es un pequeño máster en altas gerencia y periodismo.
La fórmula de los mosqueteros fue defendida desde un principio por su fundador, Jorge Yarce, un casto activista del Opus Dei a quien en cualquier parte le habrÃan adjudicado los principales premios de periodismo.
Como su hoja de vida sigue - y seguirá- virgen de galardones, hace tiempos se los otorgamos quienes fuimos sus subalternos, pupilos y amigos que damos fe de que nunca trató de imponer sus creencias. Primero el periodismo, la teologÃa después, dirÃa a sus espaldas.
Hace 30 años, poner de acuerdo alrededor de la idea madre de Colprensa tan distintas filosofÃas y talantes polÃticos, económicos y religiosos, fue un logro de marca mayor que solo audacias como Yarce, Humberto Arbeláez y Jaime SanÃn Echeverri, entre otros, podÃan sacar adelante.
Tres décadas de suministrar el maná noticioso, es el mejor pretexto para que por estos dÃas agotemos la champaña de la celebración quienes nos hemos enriquecido lÃcitamente haciendo parte de sus cuadros.
Desde la muy taquillera señora del tinto, Doña Rosita Castellanos, una diminuta ráfaga boyacense que preparaba y servÃa el café con ternura de abuela, hasta los más encopetados heliotropos de los diarios.
La agencia, que en sus inicios vendÃa columnas a 500 pesos y transmitÃa a velocidades entre 50 y 70 baudios en parsimoniosos, ruidosos y románticos télex, ha sido certera y exigente escuela de periodismo en la que la ética y la estética han ido de la mano.
No es gratuito que los cazadores criollos de talentos sonsaquen a los reporteros cuando los ven maduros, sabios. A la agencia le toca volver a barajar y reclutar sangre nueva, egresada de la Universidad.
Los nuevos periodistas se han encargado de darnos el saludable codazo generacional a quienes, teguas del oficio, empezamos a lucir el rótulo de veteranos.
Larga vida para esta tribuna del periodismo independiente que entendió desde siempre que la noticia no es liberal ni conservadora, creyente ni atea, sino solo eso: noticia. 'Japiberdi'.
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