Discusiones bizantinas y tragedias anunciadas

Hace un par de semanas manifestamos nuestra opinión sobre cómo reaccionar ante la más reciente carta de alias Timochenko.

Resaltamos la necesidad de no salir corriendo tras un espejismo de paz, sin haber reflexionado previamente frente a quién es el que hace las propuestas, su comportamiento en el pasado y sus necesidades actuales. Nuestra conclusión era sencilla: la propuesta de abrir un diálogo no constituye, ni siquiera es indicio, de una manifestación clara de cese del conflicto.

Contrario a lo que hubiéramos querido, un grupo de colombianos ansiosos de alcanzar la paz, antes que exigir hechos por parte de las FARC proponen una especie de tregua para explorar posibilidades de negociación y sugieren que ésta sea de tres meses. Ambas cosas son un exabrupto si se aprendieron las lecciones del pasado. Si las FARC quieren hablar de paz deben obrar con coherencia y para ello no pueden tener como respaldo a los secuestrados, a menores reclutados o siguiendo con el minado de los campos de Colombia.


Suspender estas actividades criminales de las FARC, no requiere que el Estado haga o deje de hacer. Las FARC deberían indicar dónde están los campos minados, dar las coordenadas para recoger los secuestrados o a los niños y niñas, y comenzar a reconocer el derecho de las víctimas a la verdad. De no ser así, sus acciones nos servirán para confirmar el diagnóstico de que las FARC son una BACRIM mas.


La paz requiere comprensión de la historia, esperanza en el futuro y creatividad al extremo. No aplicar estas máximas, condena a los que trabajan por la paz a ir en contra de su propio y supremo interés. Así mismo, quiero recordar un aspecto que resaltamos recién cayó alias Alfonso Cano: la sociedad debe pensar qué le está ofreciendo a los miles de jóvenes que hacen parte de las bandas criminales para incentivarlos a abandonar las armas y reincorporarse a la vida civil y democrática.


Mientras en Colombia se da la discusión sobre la pertinencia del cese al fuego, los medios de comunicación empiezan a reseñar tímidamente la crisis humanitaria que sufre el continente africano donde se calcula que en 2011 murieron entre 50 mil y cine mil personas, la mayoría menores de cinco años. Este drama fue anunciado en 2010 por la FAO, pero la alerta temprana poco o nada pudo hacer ante la debilidad institucional de los países de la región y las fallas del sistema internacional de ayuda.


Dos elementos debemos reflexionar a partir de estos hechos: 1) ¿Cuál es el papel de países como el nuestro para prevenir tragedias como ésta? Y 2) ¿Qué otra realidad similar puede estar aconteciendo a nuestro alrededor que no vemos y que deberíamos estar subsanando?


(*) Senador

Credito
JUAN MANUEL GALÁN P. (*)

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