Brasil, ad portas del derrumbe

David Héctor Galeano

Como consecuencia del Tratado de Tardecillas, se dividió al mundo de acuerdo con la visión expansiva de los portugueses y españoles. Los primeros, se quedaron con África y una pequeña porción de Suramérica (hoy Brasil), lo que les permitió iniciar el repudiable negocio de la esclavitud y enriquecerse con el despreciable intercambio de humanos hacia América.

Con la invasión napoleónica, la capital del gobierno Luso pasó a tierras americanas, de manera que Brasil fue el único país suramericano en erigirse como capital de imperio y posteriormente como una monarquía que perduró hasta 1898, año en que hizo su transición a la vida republicana.

Esa gigantesca nación, llegó a convertirse en un verdadero caleidoscopio producto de las migraciones –europeos y japoneses principalmente- lo que generó un país pluridiverso y multicultural. No obstante, los afros se constituyeron en la población mayoritaria – más de 2,5 millones en la segunda mitad del siglo XIX - lo que se evidenció en todos los sectores de su sociedad. – Freyre lo describe magistralmente en Casa Grande y Sensala-.

Luego de la abolición de la esclavitud, toda esa población tuvo que buscar lugares donde subsistir, lo que fue generando las favelas que como verdaderos guetos concentraba a los más pobres y excluidos de la sociedad. De esa manera, esas maravillosas raíces negras del país de la samba y el fútbol se fueron ocultando y negando, por la “vergüenza” que representaba para una minoría rica y “blanca”.

Mientras el mundo iba evolucionando, Brasil se anquilosó en la historia. En los EE.UU., Martin Luther King y Rosa Parks, lucharon con éxito por la reivindicación de los derechos afros y posteriormente en Suráfrica se derrumbó el oprobioso apartheid. En Brasil poco o nada cambiaba. Solo hasta el Siglo XXI, con la llegada de Lula a la presidencia, se comenzó a pagar la vieja deuda a la población negra brasileña: se ampliaron las posibilidades de acceso a la universidad, se extendieron los programas sociales y por supuesto, se reconoció el acervo cultural e histórico.

No obstante, todo lo ganado en la primera parte del actual siglo, está a punto de derrumbarse con la posible elección de Jair Bolsonaro como presidente. Sus raíces como militar fascista, el fanatismo racista que expresa sin pudor, un desprecio a todo ser humano que no sea “macho” y una aporofobia que destaca con orgullo en cada discurso, lo convierte en un peligro para los brasileños y la región.

No obstante que es difícil hacer algún tipo de prospección, es evidente que se socavarán los derechos de los vulnerables y excluidos, dejando a su paso más miseria y desigualdad. Se terminarán las pocas políticas públicas contra la pobreza que Temer no ha logrado aniquilar, se desmontarán los impuestos a los más ricos, los militares retornarán con furia a las esferas del poder y los derechos ciudadanos se verán coartados.

Con Bolsonaro, Brasil se derrumbará y retornará a la época en que era visto solo como un gigante subdesarrollado, desigual y miserable.

@hgaleanodavid

Analista Internacional

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