Desde el siglo XVI, ese mercado gigantesco habÃa sido codiciado por Occidente, y tanto asà que Inglaterra declaró las dos “guerras del opio†para obligarla a rebajar los aranceles. Pero la China de Mao volvió a cerrarse, y nadie logró acceder a sus consumidores.
Hasta que Deng tuvo una idea genial: dar acceso masivo a los trabajadores en vez de a los consumidores chinos. Fueron las ciudadelas o “zonas especialesâ€, con salarios regalados y grandes subsidios para las multinacionales. Y asÃ, con costos hasta 10 veces inferiores, China se quedó con todas las manufacturas.
En Occidente, al revés, ganaron los consumidores, pero perdieron los trabajadores. Los mercados se inundaron de productos baratos “made in Chinaâ€; al mismo tiempo, sin embargo, en Estados Unidos y en Europa aumentó el desempleo, los salarios obreros disminuyeron y, cómo no, el Estado Benefactor se fue volviendo insostenible.
Parte del movimiento sÃsmico fue amortiguado por tres colchones. Primero, los servicios (finanzas, publicidad, seguros…) de las multinacionales no migraron sino que siguieron prosperando en Occidente. Segundo, la revolución del Internet mantuvo y aumentó la productividad de todo mundo. Tercero, sin riesgo de inflación -con China vendiendo barato- los bancos regalaban el crédito y tuvimos 20 años de prosperidad.
Pero la procesión venÃa por dentro. Mientras los inversionistas y los trabajadores muy educados se enriquecÃan junto con los chinos, la gente del común, la clase media-baja de Europa y Estados Unidos, siguió de bajada. Y para evitar -o en realidad, apenas para posponer el golpe- estos paÃses hicieron dos cosas: aumentar el gasto público mucho más que los impuestos, hasta llevar la deuda a sus niveles astronómicos, y abaratar los préstamos de consumo hasta llegar a sus niveles irrisorios.
La pita reventó por este lado. En Estados Unidos, el crédito barato produjo una burbuja en la vivienda, que estalló con estruendo hace tres años. La pirámide montada sobre hipotecas ch...as se cayó encima del sector financiero, los bancos se cerraron, y casi que volvemos a la Gran Depresión del 29. De esta, en justicia, nos ha salvado Obama con ayuda de su banquero Bernanke y con sus multi-bilÂlonarios esfuerzos de rescate por las vÃas del gasto estatal y la emisión de moneda a dos manos.
Hasta que la otra pita amenazó reventar, que es lo que está pasando ahora. La deuda pública en Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, España, se vuelve insostenible; en Estados Unidos esa deuda se triplica en pocos años. Las bolsas, por su parte, oscilan bruscamente entre la apuesta de que los gobiernos seguirán sus salvamentos billonarios, y el temor de que esos mismos gobiernos dejen de ser solventes. Un dÃa Europa interviene para rescatar a Grecia y al otro dÃa los bonos del Tesoro pierden grado de inversión, un dÃa se dice que China está frenando y al otro dÃa se anuncia que el crédito será gratis hasta 2013.
China tiene debilidades grandes (desigualdad creciente, daño ambiental, corrupción y dictadura). Estados Unidos está partido en dos, y, de pronto, no se mueve. Europa está partida en otras dos, y, de pronto, se fractura. Las luchas sociales se intensificarán en todos los paÃses, para ver quién se evita los costos del ajuste. Pero vendrá una nueva revolución tecnológica, y el capitalismo -si es que se valen las lecciones de la historia- seguirá rebotando de picos en caÃdas, como lo viene haciendo desde el siglo XVI.
Detrás de los sacudones económicos y de los altibajos financieros que están golpeando a Europa y a Estados Unidos, hay una vieja palabra de cinco letras: China.
Credito
Hernando Gómez Buendía
Comentarios