Un colombiano en Miami

Hermógenes Nagles

Desde este primero de noviembre Miami tiene la misma hora de Bogotá. Mi teléfono sonó varias veces esta madrugada y corrí nervioso a contestarlo, presa de los nervios. ¿Qué pasaría en mi familia? Me pregunté asustadísimo. Ninguna novedad. Era mi buen amigo y colega, Silverio Gómez que llamaba de Madrid a averiguar datos sobre pandemia, oferta de revistas y economía regional. Todos sus amigos sabemos que es un trabajador compulsivo de tiempo completo y superdotado investigador. El de Silverio Gómez, hasta ahora, es el nombramiento más acertado que ha hecho el gobierno Duque designado para dirigir la ofensiva comercial de Procolombia en Madrid. El Tolima tiene, por fortuna, en el aprestigiado ex director de la Cámara de Comercio de Ibagué su mejor embajador para presentar en España y en general en toda Europa la oferta exportable de productos ‘made in Tolima’. Otra compatriota que madrugo a llamar este domingo, día de los difuntos en Colombia y España, fue Sofía Villa, hoy conocida como Margarite Gautier, columnista muy leída por la comunidad latina en el Diario de Nueva York. Con este seudónimo acaba de escribir el libro “Tierra Prometida” donde hace una semblanza caliente y candente de la última década de vaivenes políticos en los Estados Unidos. Las personalidades de Trump, Obama y Biden son descritas, fríamente, por la periodista antioqueña, ex editora de El Mundo de Medellín. Sofía Villa, fue mi compañera de viajes y de tertulia política en el Senado de la República en la década de los noventa.
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¿Supiste que se murió Horario Serpa? Me dice al teléfono.

“Qué pesar”, repone con su particular acento y muletilla de pura paisa. Supongo que murió del corazón, le respondo de sopetón. Le explico que se me ocurre pensar esto porque verse envuelto odio en el episodio de la muerte de Álvaro Gómez Hurtado, tarde o temprano era como para fallarle el corazón a cualquiera. Sofía, con solidaridad de colombiana público en el Diario de Nueva York una nota póstuma de reconocimiento a la vida del exconstituyente, exministro y exsenador santandereana. Mientras hablo por celular en esta mañana fresca de noviembre, lluviosa a ratos, idéntica a una mañana bogotana, desde el balcón del apartamento de mi hija Katy en la ciudad de Aventura, veo el desfile de pregoneros de Trump y caminando, junto a ellos los de Biden. A la usanza colombiana llevan gigantescas banderas y sombreros, se insultan en cada esquina y marcan terreno instalando no solo puestos de información donde reparten propaganda por su candidato favorito. También preparan jugos y reparten empanadas y pandebonos a los paisanos latinos para ganar votantes en favor de Biden o de Trump. Trabajan hombro a hombro, nariz a nariz en estas horas finales de la elección presidencial. Como lo dice la prensa internacional, La Florida se volvió el epicentro del frenesí y el clímax de la política norteamericana porque los dos candidatos, el Republicano y el Demócrata necesitan del voto latino, concretamente de la diáspora venezolana, colombiana y puertorriqueña. En favoritismo Biden tiene 51 puntos y Trump 45. Ellos confían en los más jóvenes por eso la muchachada se ve por todas partes haciendo proselitismo político y son los que más hablan y se enfrentan por televisión acusando o defendiendo a sus pupilos.

Como en toda familia hispana o americana, en casa la política pasó a ser el tema cotidiano. De mis hijas Katy votará por Biden por solidaridad latina pues según ella es el candidato que más acogida tiene en la población inmigrante porque se ha puesto del lado los miles de víctimas de las deportaciones del gobierno de Trump en los últimos 4 años. Biden se robó el corazón de los centroamericanos y suramericanos al oficializar una campana de búsqueda de los padres de 550 niños separados de sus familias a la brava por el gobierno de Trump. Katy por estos días también idolatra a Shakira porque ha sido la única artista extranjera que se ha solidarizado con el drama de los niños latinos deportados y sin ambages ha criticado internacionalmente a Trump, desde las Naciones Unidas por este atropello humanitario. A las doce del día del domingo primero de noviembre las calles y avenidas de Miami se asemejan a las esquinas de Bogotá, Cali o Barranquilla: los pregoneros están que revientan el ambiente con música, pitos y gritos viva Trump, abajo Biden. Arriba Biden, fuera Trump. En la televisión en las casas los dos candidatos leen mensajes grabados exclusivamente para los residentes latinos de la Florida. Ya en el atardecer en el aeropuerto de Opaloka un lugar populoso de Miami, el presidente Trump sin mascarilla les echa discursos a sus centenares de simpatizantes desde su avión presidencial con turbinas encendidas. En esa concentración política se dan cita colombianos y latinos que piden se dé continuidad a la política de cero tolerancias con los inmigrantes porque se sienten más americanos, más ricos y más poderosos que el mismísimo Donal Trump.

HERMOGENES NAGLES

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