1, 2 y 3, el desempleo otra vez

Ismael Molina

El desempleo ha sido una epidemia crónica de la ciudad en los últimos 15 años. Hemos disputado cabeza a cabeza el deshonor del primer lugar en las estadísticas laborales del país con ciudades que se caracterizan o por su alto nivel de pobreza como Quibdó, o que ha estado impactada por eventos inmanejables para las autoridades locales como Cúcuta y la situación económica venezolana.
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Llegar al 19,4% de desempleo abierto no puede ser objeto de alborozo para nadie, con el muy triste argumento de que pasamos del segundo al tercer lugar en el último trimestre, sin tomar en cuenta que se incrementó el desempleo en 0,8% en el mismo período. Salir a decir que esa es una buena noticia, como lo hizo el alcalde Andrés Hurtado, es, como mínimo, una profunda equivocación y un irrespeto de los cientos de ibaguereños que hoy soportan este flagelo.

Pero las desacertadas opiniones de nuestras autoridades de turno, no elimina la necesidad de buscar las razones que nos han llevado a esta deplorable condición y empezar a esbozar alternativas para resolver este problema, que hace mucho tiempo dejó de ser coyuntural para volverse estructural.

Antes de pensar en cómo salir de este pantano económico en que estamos, debemos empezar por preguntarnos por qué llegamos y nos quedamos en él. La ciudad y la región ha sido una perdedora neta en el cambio de modelo de desarrollo económico del país, que abandonó el énfasis por la construcción de una industria nacional y por la seguridad alimentaria, en favor de un modelo que prioriza la acumulación de riqueza con base en la economía extractiva, al mercado como asignador único y soberano de recursos económicos y a la especulación financiera como sector líder de la economía.

Ibagué y el Tolima que se habían consolidado como áreas para la agroindustria y más recientemente como parte substancial de la industria textil colombiana, no han podido encajar en ese modelo económico neoliberal y su reflejo ha sido la constante y creciente tasa de desempleo. Pero frente a este reto, que también se le presentó a otras regiones y ciudades de Colombia, no ha habido una buena respuesta por nuestra parte. La respuesta no puede ser el producto de discursos facilistas dados por funcionarios o políticos o de ideas geniales y redentoras sin sustento real.

La respuesta tiene que ser el resultado de una reflexión conjunta de la totalidad de la sociedad tolimense e ibaguereña, donde no solo identifiquemos las bondades del buen vividero que es la ciudad, sino también los retos y desventajas que la hacen un mal trabajadero. Tenemos que construir un propósito económico regional compartido que potencialice nuestras ventajas comparativas, reduzca nuestros riesgos y desventajas económicas y que identifique y elabore las ventajas competitivas con las que debemos participar en el modelo económico actual. Este propósito compartido tiene que partir de los que somos y en lo que estamos para proyectar el cambio que se necesita para superar los retos que tenemos, en primer lugar el desempleo crónico que sufrimos.

Algunos elementos que tenemos que enfrentar en esa construcción social del propósito económico regional, es identificar la capacidad empresarial endógena, entendida como el compromiso del empresariado con la ciudad y la región. Atrás han quedado los sueños de emprendedores que lucharon por transformar la región y que en su momento generaron empresas como Aires, la Universidad de Ibagué, Carlima, Texpinal, Fatextol, entre otras, que por medio de la Asociación para el Desarrollo del Tolima, buscaron construir ese propósito regional y local. Hoy el empresariado local está más interesado en participar en la repartija burocrática y de contratos que en hacer empresas regionales que nos proyecten en el firmamento nacional. No se hace investigación económica y de mercados que, con base en nuestras ventajas, defina nuestra inserción exitosa en el mercado nacional e internacional. Tenemos que aprender del ayer para construir nuestro futuro.

Pero no son solo los empresarios, es necesario que los líderes políticos de la ciudad y la región entiendan que su opción no es solamente para administrar los recursos estatales y, en no pocos casos, para apropiárselos legal o ilegalmente en su provecho, en el de su familia o de sus áulicos políticos, sino que su responsabilidad va más allá. Es poner la capacidad estatal local y regional en función del desarrollo de la ciudad y la región en su conjunto, en consonancia con ese propósito compartido, con absoluta ética en el manejo de lo público y teniendo siempre la conciencia que parte substancial de su responsabilidad es la generación de valores desde el Estado para el comportamiento de la totalidad de la sociedad.

ISMAEL A. MOLINA GIRALDO

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