El Neoliberalismo en los tiempos del Covid 19

Ismael Molina

El aparecimiento de la pandemia generada por el Covid 19 y la imposición de una cuarentena que ya rebasó los 40 días y sigue ampliándose, ha puesto en evidencia las contradicciones e inviabilidad ética y económica del modelo de desarrollo en que estamos imbuidos y del propio sistema de producción capitalista.
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El neoliberalismo, modelo de desarrollo que se hizo hegemónico en el país a partir de mediados de los años 80 y se consolidó en los años 90 del siglo pasado, tiene como principio básico que es el mercado el mejor y en algunos casos, el único asignador de recursos, de manera que todo bien o servicio que pueda ser asumido por el sector privado como una mercancía que se venda y se compre y que su precio pueda establecerse por las fuerzas de la oferta y la demanda, debe entregarse a tal sector y que el papel del Estado se reduce a controlar y vigilar que no se produzcan fallas de mercado que puedan poner en riesgo la prestación del servicio o la producción del bien en cuestión, que impidan la “libre competencia y la libertad de empresa”.

Con esa lógica, que sólo sirve para acelerar los procesos de acumulación de capital, se entregaron los diferentes bienes y servicios que históricamente habían sido ofertados por el Estado: las empresas de servicios públicos se volvieron privadas, la educación privada es promovida a costa de la desnutrición creciente de la educación pública, particularmente en la educación superior, la banca oficial se redujo a su máxima expresión, los institutos descentralizados de apoyo al sector productivo desaparecieron, la infraestructura vial se sigue privatizando, el sistema pensional se convirtió en el más grande negocio de especulación financiera en favor del sector privado y el manejo financiero del sistema de salud por medio de las EPS se volvió un muy rentable negocio para sus propietarios.

En ese proceso el Estado se ha empequeñecido y debilitado, reduciendo su quehacer a los elementos más primarios de la sociedad: administración burocrática, administración de justicia, defensa, seguridad y control y provisión de bienes públicos esenciales. En el caso de los servicios de salud, la lógica de las inversiones en infraestructura hospitalaria y los equipos que se requieren para su funcionamiento, están definidas con base en los ingresos que estos produzcan, de manera que sólo habrá un nuevo hospital o una nueva cama hospitalaria, si su uso (demanda) asegura un ingreso suficiente que pague la inversión realizada y produzca el margen de utilidad esperada en el negocio. No se toma la decisión con base en las necesidades sociales de la población sino en función de los intereses del capital en hacer ganancias.

Es decir, los servicios de salud son para los que tienen cómo pagarlo. Esa lógica falla totalmente cuando se presenta la pandemia, pues las obligatorias decisiones de confinamiento, cuyo propósito real no es la protección de la población sino la búsqueda de tiempo para que el sistema de salud adecúe su oferta de servicios a la nueva realidad epidemiológica, tiene como condición inevitable el cierre de los mercados, poniendo en absoluta evidencia que la capacidad de éste, el mercado, para asignar recursos es muy limitada y que para su supervivencia y el de la población en su conjunto tiene que recurrir al Estado, a ese mismo que en el pasado inmediato consideraba innecesario y excesivo.

Es decir, la pandemia, a la manera del ave fénix, hace renacer al Estado como condición necesaria e indispensable para el bienestar de la población que lo necesita para su subsistencia y de la economía para su funcionamiento, mostrando las falacias del neoliberalismo como modelo de desarrollo.

Aún más, en tanto la pandemia afecta a la población más vulnerable, el servicio público de salud se hace indispensable, donde las asignaciones de recursos para inversión y atención se hagan con base en la necesidad de esa población, con la responsabilidad de salvar vidas y no de obtener ganancias. Insistir en la privatización de los servicios públicos y sociales como instrumento de desarrollo y crecimiento no solo es equivocado técnicamente sino que es un atentado a la inteligencia y a la ética pública.

La pandemia y el Covid también está poniendo de presente que el capitalismo, como sistema productivo basado en la explotación de los recursos naturales del planeta está llegando a límites de insostenibilidad alarmantes y que la existencia misma de la especie humana está en peligro si el sistema mantiene sus lógicas de sobreexplotación a los recursos naturales y del hombre.

Es necesario que replanteemos nuestra relación con la naturaleza para entender que somos parte de ella y no sus amos explotadores y ese replanteamiento lo tenemos que hacer extensivo hacia un nuevo pacto social entre los hombres y el planeta.

ISMAEL A. MOLINA GIRALDO

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