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Como ese, hay cientos de casos en el mundo académico, pero especialmente en el mundillo político colombiano. Curiosamente el también congresista del Centro Democrático Ernesto Macías se vio inmerso en un escándalo relacionado con sus estudios anteriormente, así como también le sucedió al exalcalde bogotano Enrique Peñalosa, quien dijo haber estudiado maestría y doctorado en Francia, y de allá desmintieron tal cosa.
Como si no bastara con la rampante corrupción en la función pública, el robo a la propiedad intelectual hace parte de las nuevas formas de desangrar al estado, y digo desangrar porque muchas de estas personas contratan con alcaldías, gobernaciones y diferentes entes territoriales sin que se percaten. Para la muestra un botón, el ex director de TICs de la Alcaldía de Neiva fue descubierto por escribir en su diploma Neiva y Universidad con B larga.
En el caso de la Universidad del Tolima, a través de su página web, se pueden verificar fácilmente los títulos de quienes de allí han egresado, así como en la oficina de la Secretaría General, con tan solo una foto de un diploma dudoso. Allí a diario se reciben decenas de solicitudes de verificación de títulos, muchos de ellos falsos de toda falsedad, los cuales son denunciados por la misma institución ante los organismos respectivos.
Estamos entonces ante una grave crisis de la ética, y de algo que quizás antes no pensamos que pudieran robarnos, como el conocimiento, las ideas, las frases. El pasado partido entre Llaneros y Unión Magdalena, el cual terminó definiendo un cupo de ascenso en el fútbol profesional colombiano, llamó la atención del país, y la Dimayor dijo que nada pasaría, y que el partido ya fue jugado. Si eso pasa con algo quizás tan simple como un partido de fútbol, ¿qué podemos esperar de lo más importante? ¿Cuál es el compromiso del Ministerio de Educación y las instituciones de educación superior en este tema tan nefasto como el plagio?
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