De malas

Nelson Germán Sánchez

No nos digamos mentiras ni nos llamemos a engaños, para conservar “modales sociales” y sentirnos bien educados o superiores frente a los demás, para guardar composturas por frenar la lengua
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. Lo que dijo con completa sinceridad, llena quizás de rabia, provocación y un tufillo de soberbia la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, con su “de malas”, al señalar que pueden pensar lo que quieran de que ella vaya en un helicóptero a su casa a Cali a almorzar o descansar y genere tantos gastos al fisco con ello, resume a la perfección lo que hemos visto a lo largo de la historia moderna del país con el abuso del poder de parte de quienes llegan a él.

Tal vez el término fue escueto, algo procaz y para algunos hasta altanero, pero muy diciente sí fue respecto a reflejar a quien está en la cúspide de la pirámide social del poder político y ahora puede hacer uso de los recursos que el Estado pone a su disposición.

Esa misma actitud de “de malas”, no me importa, sufran y no me jodan, la vimos con un “de qué me hablas viejo” del expresidente Duque por temas varios, incluido el de su hermano paseador en comitivas presidenciales o la platica que dio el Ñeñe a su campaña. También, con el drama familiar de la vicepresidenta anterior, Martha Ramírez, por la relación descubierta de negocios familiares con traquetos o las playas públicas que se tomaron para beneficio privado de negocios conyugales.

Lo vimos también en “ese tal paro camionero no existe” en un expresidente Santos desconectado de las realidades del país y de los paseos aéreos a la Sierra Nevada y otros lugares apartados de la geografía nacional que dieron sus hijos con sus novias y amigotes. Igualmente, del expresidente Uribe con la “siguiente pregunta amigo periodista”, para tratar de evadir temas polémicos o el enriquecimiento de sus hijos a la sombra del Estado e informaciones privilegiadas en el mismo. 

Estos pocos ejemplos altamente mediatizados dan cuenta de que la actitud importaculista de sentarse en el sillón de poder, se le pega a cualquiera más allá de sus posturas e ideas políticas y que como dijo Napoleón Bonaparte, por eso es que el poder absoluto corrompe absolutamente todo. Por lo cual, más que pedir mesura, protocolos y precedencias a quienes ocupan el solio de Bolívar o se sientan cerquita a él, debe recordárseles que tienen una responsabilidad política y social demasiado importante porque el ejemplo cunde, tanto el bueno como el malo. Y precisamente si cualquier colombiano ve a sus “líderes” sacando el cuerpo al ser indagados, cuestionados sobre lo que legal, moral, ética o deontológicamente se ve mal o huele mal, pues se siente con el derecho para poder portarse mal, pasarse las normas sociales y legales por la faja o esquivarlas.

Tal parece que es ese el gran legado conductual que tienen nuestros honorables representantes democráticos en el Estado colombiano, que creen que ser figuras públicas los exime de cualquier responsabilidad, los hace ciudadanos de primera en derechos y privilegios frente a ciudadanos de segunda, tercera o cuarta categoría que deben “soportar” callada y servilmente que hagan ostentación del poder, tal cual el avaro que se atraganta y eructa frente a desposeídos hambrientos que lo ven comer por un ventanal. 

Y me perdonarán, pero el asunto aquí no es solo de formas ni de simbolismos, es de como esos actos dejan desnudas esencias y personalidades. Necesario recordarles y recordarnos de manera permanente, que no son ni dioses, ni semidioses, ni seres superiores o celestiales, si no simples mortales que están allí porque fueron elegidos como servidores públicos, no como virreyes o virreinas que necesitan súbditos que les sirvan y no les critiquen ni pidan cuentas de sus actos y decisiones.

De malas Francia, Petro, Duque, Santos, Uribe, Pastrana, Samper, Gaviria y sus vices, si los tuvieron, lo mismo que las princesitas y principitos de las regiones en alcaldías y gobernaciones, el deber moral y ciudadano de cada uno de nosotros es vigilar y estar al tanto de sus actos y formas en la esfera pública, nunca tragar entero, no perder el pensamiento crítico y la capacidad de analizarlos para mantenerlos siempre con los pies en la tierra. A propósito, muchos, incluso, con esos pies de barro que dejan manchas en el piso cada vez que caminan y que los va reduciendo de tamaño a sus justas proporciones.

 

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NELSON GERMÁN SÁNCHEZ PÉREZ –GERSAN-

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