La paz, ¿proyecto nacional?

Hernando Salazar Palacios

El viernes pasado el ex vicepresidente Humberto De la Calle, jefe del equipo negociador del Gobierno con las Farc en La Habana, produjo una declaración en la que hace un balance de los encuentros sostenidos en la capital cubana con Kofi Annan, ex secretario general de Naciones Unidas.

Annan pasó por La Habana después de haber estado en Bogotá, en donde se reunió con el presidente Santos, con delegados de la ONU, figuras de organizaciones sociales y voceros políticos, como el ex presidente y senador Álvaro Uribe.

“Para mí el mensaje central (de Annan) es que la paz es un proyecto nacional”, dice De la Calle en uno de los apartes de su declaración del viernes.

Yo, francamente, dudo de que la paz sea un proyecto nacional en Colombia, que lleva medio siglo desangrándose. Evidentemente es un proyecto de muchísimos que seguimos cruzando los dedos, pidiéndoles a todos los santos y añorando que haya una alineación de los astros para ver si podemos parar esta guerra tan estúpida.

Pero, francamente, hay sectores del país que no hacen de la paz un proyecto ni un propósito nacional. Y me refiero a bancadas como el uribismo, a posiciones como las adoptadas por el Procurador General y a otras que expresan exigencias extremas frente a la paz.

Esta semana, en Miami, el Procurador dijo que él no creía que hubiera un solo colombiano en contra de la paz. Pero eso es falso. Hay muchos y yo me atrevería a decir que él mismo, por el que votó el Partido Liberal que ahora lo cuestiona, hace parte de ese pugnaz coro de opositores al proceso de paz.

No es un coro cualquiera. Es un coro ruidoso, que hace todo lo que puede para plantear una paz imposible.

El mismo De la Calle, en su declaración del viernes, se queja de que haya sectores como el uribismo que se nieguen a sentarse con él, como jefe del equipo negociador, a hablar del proceso de paz, en contraste con otras bancadas de la oposición, como el Polo.

La declaración del jefe negociador del Gobierno se produce en momentos en que Estados Unidos nombra un enviado especial para el proceso de paz en Colombia, como respuesta contundente a la insidiosa visita que hizo Uribe a ese país, donde se dedicó a repetir todas las tergiversaciones habidas y por haber sobre el proceso de paz.

El gran desafío para el Gobierno y para las Farc es que ambos tengan la capacidad de avanzar sin pausa en la negociación, de concretar acuerdos y de hacerles ver a los indiferentes y opositores que, pese a todas sus fallas, la paz debe y tiene que ser un proyecto y un propósito nacional.

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