Otra vez el once

Todos los años habrá once de septiembre. Y todos los años se derramarán lágrimas, mientras el recuerdo mantenga viva la tragedia.

Hasta que un día, no sé cuántos onces de septiembre más, el dolor ya no será de primera mano sino de tercera y quienes vivimos de alguna manera la angustia de los impactos y el desplome de las Torres Gemelas de Nueva York ya nos habremos ido hacia la nada, único sitio donde somos iguales, no importa la forma en que nos hallamos despedido de esta época insensata.


Supongo que entonces, para recordar estos sucesos, alguien deberá pulsar un botón para que fluyan los videos o se despliegue la información sobre una época en que la arrogancia del poder permitió tanto desastre. Y entonces pensará que estos hombres del siglo XXI fuimos tan elementales que nos matábamos por una gota de petróleo y tan sanguinarios, que fuimos capaces de matar a nuestros semejantes con tal de gobernar el mundo.

Ahora, aún con el recuerdo mediático presente, quiero lamentar la partida de los colombianos que, con el ideal de un sueño de abundancia, estaban en las torres ejerciendo ese derecho a progresar que no les brindó su patria.

Más aún, quiero recordar a un escritor que, de alguna manera, lo arrastró este vórtice infernal y cuando montaba bicicleta y crecía la tragedia, perdió el equilibrio y se sumó al vuelo inesperado de la muerte.

Recuerdo, entonces, a Humberto Villanueva Parrales, que ese mismo once de septiembre y a la misma hora se despidió en el momento más inoportuno de su carrera literaria. Quiero recordar al poeta, al escritor, al amigo. Al que decía “He pensado en construir una carretilla / y pasear en ella un grupo de mariposas / y volar por el aire acolchonado / sin temor a los precipicios; / y vivir en una casa de comediantes / y montar elefantes muertos de risa…”

Con él se fue la promesa de un gran poeta, un artista con todas las trazas de la contemporaneidad porque él defendía el derecho a la creación desde distintas perspectivas, ya en la poesía, en la narrativa, el cine o el teatro o en el ejercicio de pensar el arte como una forma de vida.

Su promesa literaria nos la arrebató el once de septiembre de 2001.
Humberto nos dejó una única obra publicada, “El equilibrista” donde, en el poema que da título al libro, muchos vieron la premonición de su viaje de la terraza de su casa al infinito.

Otros esbozos de su trabajo literario se publicaron en antologías y revistas, aunque dejó abundante material inédito.
Diez años ya. Hoy le brindamos el homenaje del recuerdo, ya sin el dolor de la tragedia.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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