Falta de respeto

Una falta de respeto ha cometido la Federación Colombiana de Fútbol con Leonel Álvarez, entrenador hasta la semana pasada del representativo del país que disputa un cupo para estar presente en el campeonato mundial de esta disciplina, a llevarse a cabo en el vecino país del Brasil en el 2014.

No le permitieron completar el proceso que, en parte, le daría continuidad a la personalidad futbolística del país y, de paso, le imprimiría su propio concepto de lo que ha de ser este juego de multitudes.

Los colombianos amantes del fútbol saben que Álvarez es aún inmaduro, falto de experiencia internacional pero, también, adornado por una capacidad de trabajo y de entrega que ya no poseen los “mañosos”, acomodados al negocio y sin ningún sentido de pertenencia a lo que ellos mismos dicen representar.


Lo que es claro es que los directivos también lo sabían y, sin embargo, procedieron a entregarle la responsabilidad y a presionar resultados, a exigir una contundencia que sólo se daría en la medida del desarrollo del proceso ya en vías de consolidación con el desafortunado director técnico anterior.


Si Colombia no clasifica al certamen orbital, que es lo más probable, no será culpa del director técnico saliente ni del entrante, sino de los directivos, que cometen el exabrupto de interrumpir un proyecto a medio camino, que piensan más en el negocio y en sus privilegios que en el ideal deportivo de los colombianos.


Ahora estos genios, estimulados por una prensa deportiva arrogante y cizañera, consideran que el país no tiene personas capacitadas para llevar a buen puerto este barco de las patadas y de los balones y comenzarán un nuevo proceso que, con seguridad, tampoco logrará completarse y a lo sumo exhibirá un sartal de derrotas matizadas con algunos triunfos.


Es vergonzoso que la falsa moral, esa que ha permitido que ladrones y asesinos hayan dirigido al país en lo político y en lo económico, se inmiscuya en algo tan noble como el deporte.


Tan noble pero también matizado de negocio y, por supuesto, de altas dosis de corrupción, componendas y falsos héroes.


No hay duda de la capacidad futbolística de los colombianos. Lo que hay que enseñarles no es a ser una mercancía, sino formarlos en su capacidad de equipo, de solidaridad deportiva, de unión colectiva por un ideal que va más allá de las arcas millonarias y las negociaciones de los directivos.


Es claro que la falta de respeto no ha sido sólo con Álvarez, sino también con los jugadores y, en últimas, con nosotros, que aún soñamos en un país de personas honestas y rectas donde el deporte sea parte del goce y de la felicidad, a pesar de las derrotas.


Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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