Cómplices…

Robert Shaves Ford

Suelen ser niños los que descorren el velo de la hipocresía. El mundo trata de mirar para otro lado y hacer de cuenta que no sabe, hasta que la imagen de la infancia victimizada lo anoticia de lo que ya sabía, pero simulaba ignorar.

Ahora fue el cadáver de un niño, lamido por las olas en una playa de Turquía, el que anotició al mundo entero lo que desde hace meses resulta más que evidente: en los naufragios de las barcazas destartaladas que se aventuran hacia costas europeas, también viajan niños.

El mundo se rasgaba las vestiduras mientras a Europa la tomaba por sorpresa una ola migratoria gigantesca, que de sorpresiva no tuvo nada. ¿Qué otra cosa podía producir ese inmenso campo de concentración en que se ha convertido buena parte de Siria y una porción de Irak, que una masa de inmigrantes intentando sobrevivir a las decapitaciones, los bombardeos y la desolación?

Esa ola no podía ser menor que las producidas por la limpieza étnica en Bosnia Herzegovina y las deportaciones masivas de albaneses que ordenó Milosevic en Kosovo. Y mucho menos podía tomar por sorpresa a Europa y al resto del mundo.

Pero el ensimismamiento europeo, la dubitabilidad de Obama frente a Putin y la insensibilidad implacable de gobiernos como el húngaro, compensados luego por la histórica decisión alemana y austriaca de cobijar a buena parte de esa masa humana, no puede tapar otras responsabilidades aún mayores, que pasan desapercibidas detrás de los sonoros mea culpa occidentales.

¿Por qué las interminables caravanas pasan de largo por Turquía, buscando llegar a la Europa Occidental? ¿Qué ofrecen Arabia Saudita y las demás monarquías petroleras del Golfo a las víctimas de la tragedia que ellos fomentaron, al financiar milicias criminales para que derriben al régimen alauita de Siria?

¿Con que autoridad moral el presidente turco señala con dedo acusador a Europa? ¿Por qué otras potencias, como Irán y Rusia, ni se ofrecieron para recibir parte de la legión de inmigrantes que busca un destino? ¿Porque los Saudi, los Catar y sus primos no ofrecieron ayuda?

Por cierto, fue brutal la Policía checa intentando impedir que la ola inmigratoria atraviese sus fronteras, y fue imperdonablemente cruel el Gobierno húngaro, que hasta obligó a la multitud a recorrer a pie los casi 270 kilómetros que separan Budapest de Viena, por negarse a trasladarlos en sus trenes.. Pero el mundo no dijo nada,solo cuando una ola de mar tiró sobre la playa el cadaver de un niño Europa,la siempre muda, habló pero pasito para no molestar a sus socios de la UE.

El reino de la familia Saud y su vecino, Catar, financiaron y armaron el poderío militar que intenta aniquilar a los alauitas sirios y a sus aliados chiítas del Líbano e Irak, además de los kurdos y los árabes cristianos de las comunidades siríaca, asiria y caldea.

Con parte de Siria y parte de Irak convertidas en campo de exterminio, la gente huye buscando el derecho a la vida, y los europeos los reciben como un III Reich.

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