Los efectos perversos del ánimo de lucro en los ríos

En la anterior ola invernal, del último trimestre de 2010, el presidente Santos y el BID propusieron convertir el río Magdalena en “hidrovía” entregándolo a una concesión privada.

Eso implica que la vida, incluidas biota, diversidad, cauce y madre de la principal corriente de Colombia, se subordinaría a los propósitos lucrativos de quien lo explote como ruta de transporte. A dicha privatización también se sujetarían ribereños, pescadores, cultivadores y ganaderos, que habitan su parte navegable, desde Honda y Puerto Salgar hasta Bocas de Ceniza y el Canal del Dique.

En el invierno de 2011, Santos, que a todo le incorpora el ánimo de lucro, como a la educación superior y a los parques naturales, anunció la apertura de “una licitación para controlar el río Bogotá” y enumeró obras que, a quien desconoce las realidades de este afluente, se les presentan como “históricas”, como se califica a todo lo que sale ahora de la Casa de Nariño y más si, como aquí y en este caso, goza del beneplácito del Banco Mundial.  


El aviso de Santos ratificó la construcción de la planta Canoas, que bombeará aguas descontaminadas al embalse del Muña, costosísima y cuestionada solución, en la que desembocará un túnel con las aguas negras de los ríos Fucha y Tunjuelo y que no devolverá el líquido al torrente principal pero que sí le solucionará a Emgesa los problemas de agua tratada para generación de energía. El manejo de las compuertas de Alicachín, actualmente hecho por dicha empresa, es señalado como catalizador de las inundaciones en Soacha, Bosa y Mosquera. Así, se preservaría, por cuenta de los contribuyentes, el 30 por ciento de la capacidad de generación a esa firma privatizada, ubicada en las plantas de Paraíso y Guaca, abajo del Muña.


El actual “descontrol”, ocasionado por otros varios factores como la rapidez de la escorrentía del agua lluvia o las construcciones “en zonas que pertenecen al río”, tiene que ver también con Emgesa. Debe explicar cómo concilia sus intereses de generación con el manejo del caudal del río Bogotá sobre el que actúa desde el embalse Tominé. Este, junto con el del Sisga y el del Neusa, no han funcionado. Los dos últimos, en manos de EAAB, suministran agua a la planta de Tibitoc, donde sus operadores privados deben garantizar un volumen fijo disponible, aunque no sea consumido, para cumplir el contrato que los remunera, y del que derivan ganancias descomunales. (Monitoreo de volúmenes en: http://www.car.gov.co/?idcategoria=1413).


El cambio climático se usa para explicar disparates como sistemas viales colapsados, inundaciones o dañinas contaminaciones; el ejemplo acá comentado mira primeramente el perverso ánimo de lucro incorporado en ellos y advierte que no se resolverán con “más de lo mismo”.

Credito
AURELIO SUÁREZ MONTOYA

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