Me gustan los estudiantes

Este es el estribillo de la canción de Violeta Parra, que interpreta Mercedes Sosa y que por estos días se escucha reiteradamente en los campus universitarios de las instituciones públicas que han visto alterada su calma ante la arremetida oficial por reformar la Ley 30 y continuar con su proceso privatizador de las instituciones estatales.

Estos “pajarillos libertarios” no se cansan de trinar sus críticas, tienen suficientes argumentos para desmentir a la Ministra y al gobierno en general. Han auscultado en cada artículo la partícula venenosa que corroe la educación pública superior.

Han descubierto las falacias que habitan en cada frase y nadie les responde sus inquietudes. Saben por ejemplo que el aumento de la cobertura en más de medio millón de cupos, no puede ser posible cuando la letra menuda del proyecto niega la financiación estatal y nada dice sobre las inversiones que han de realizarse para mejorar la infraestructura, aumentar la planta de docentes de tiempo completo; dotar laboratorios y bibliotecas y realizar todo lo necesario para atender esta demanda.

Además, traslada a las familias y al estudiante las obligaciones pecuniarias derivadas de su formación profesional y los convierte en eternos deudores del Icfes y las entidades financieras.

“Me gustan los estudiantes / porque son como la levadura”, se crecen ante las mentiras, saltan ante las amenazas, corren por las calles pregonando sus derechos, corean consignas llenas de humor y razón, y en cada marcha dan despliegue a las banderas de la protesta, única salida que le dejan los señores del poder, para quienes la educación es una carga y no la posibilidad de alcanzar una sociedad más equitativa y más justa.

“Me gustan los estudiantes / que con muy clara elocuencia”, van sembrando de argumentos el futuro y proponiendo utopías que se vuelven realidades. Saben que nada bueno se puede esperar de un gobierno comprometido con los monopolios y se lamentan de la rodilla hincada ante el amo americano y la soberbia esgrimida ante la protesta popular. Por eso están siempre alerta ante los embates reformistas, porque saben que tras cada ley hay un zarpazo a la dignidad nacional y en cada artículo un ultraje a la identidad y al futuro del país.

Pero también me disgustan aquellos que se camuflan entre los apretados jeans y el pelo revuelto, para dar rienda suelta a sus frustraciones personales. ¡Esos no son estudiantes! Rechazo a quienes hacen uso de la violencia para imponer sus ideas, porque estas prácticas tampoco son de los estudiantes y finalmente, denuncio a los infiltrados que riegan formol en las aulas para atentar contra seres humanos y asfixiar el verdadero movimiento. Estos jamás podrán ser llamados estudiantes.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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