Nos merecemos una tregua del egotismo

José Germán Zarama De La Espriella

Al final de esta larga campaña política, con los resultados electorales del pasado domingo, los síntomas de intoxicación de nuestra conciencia egótica, que nos lleva a tratar de dominar a otros, eran evidentes. Menos mal entramos en otro ‘modo’ mental: fútbol. Lo cierto es que hasta las personas que considerábamos más sensatas habían empezado a perder la objetividad y la serenidad. Tomémonos entonces estos días para una saludable homeóstasis social. Esto no significa que, renunciemos a adelantar un trabajo político serio, basado en la verdad y que tiene como objetivo el bien común. Por cierto que no hay una sola verdad ni tampoco un consenso sobre el bien común. De ahí las divergencias ideológicas y por ende políticas. Pero un principio de racionalidad, que sirve a todos los contendores democráticos, parte de alcanzar un nivel de desprendimiento del ego. Si lo logramos nos podríamos volver más tolerantes e incluso más convincentes.

En efecto, el 17 de junio debería haber terminado una larga temporada de exposición a pensamientos tóxicos, que exacerbaron nuestra conciencia ‘egótica’, en el sentido utilizado por Eckhart Tolle. Por cierto, la mente busca alimento incesantemente, y no sólo en el nivel racional del pensamiento, que origina las ideas y el accionar político. Al mismo tiempo que reflexiona, nuestra mente subconsciente busca alimento para su identidad, para su sentido del yo. Así es como el ego (el yo separado del espíritu, del inconsciente colectivo que explicaba Carl Jung) viene a la existencia y se recrea continuamente a sí mismo. Y con este exceso de ideología y proselitismo llegamos a intoxicarnos. Poco a poco, con mensajes transmitidos todos los días, por todos los medios posibles, habíamos caído en una especie de hipnosis colectiva. Fue así como nos separaron en dos bandos fundamentales a la mayoría de los colombianos.

En medio de la batalla, quizás no nos hayamos dado cuenta de la intoxicación colectiva de nuestro sentido común, en el fragor del proselitismo de cada bando. Y esto se explica por cuanto cada candidato y sus medios proselitistas, necesitaban que todos estuviéramos en conflicto con alguien o algo. Pero, al final los síntomas de la intoxicación de nuestra conciencia egótica, que nos lleva a tratar de dominar el pensamiento de otros, eran evidentes. Hasta las personas que considerábamos más sensatas empezaron a perder la objetividad. Incluso se llegó a atacar, con claras acciones de matoneo, a quien no tomara partido. Reflexiones de índole paranoica sobre uno u otro candidato, de descalificación al otro que no piense como yo pienso, ya sea familiar, vecino o amigo, nos llenaron de angustia y ansiedad.

Aunque sea en este breve periodo de transición de gobierno, nos conviene a todos hacer una tregua en nuestras mentes.

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