Presidente Petro es nombrado como huésped distinguido en México

Crédito: Twitter Presidencia de Colombia/EL NUEVO DÍA
Palabras del Presidente Gustavo Petro en la ceremonia de nombramiento como Huésped Distinguido de la Ciudad de México.
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Muy hermosas las palabras que he escuchado.

Tienen que ver, quizás, con que la señora Jefa de Gobierno de la Ciudad de México (Claudia Sheinbaum) está vinculada de alguna manera con las raíces de mi propia existencia, porque de jóvenes en el movimiento que lideraba, estudiantil, se vinculó, no al movimiento, sino a una amistad con los líderes del Movimiento 19 de abril, M-19, al cual pertenecí.

Aquí estuvo Rafael Vergara, delegado del movimiento gozando del exilio, entre comillas, porque la nostalgia siempre invade el exilio, pero permitiendo México en ese entonces, que insurgentes colombianos, en ese entonces, que luchaban por la democracia, pudieran estar aquí, entablar conversaciones, diálogos, sueños, ilusiones con también revolucionarios mexicanos, con líderes y lideresas de movimientos sociales.

También me acabo de enterar que su familia está ligada a la descendencia de Gabriel García Márquez; que también esta ciudad brindó hospitalidad cuando lo perseguían en Colombia, así que tenemos muchas cosas en común; ya veremos el futuro cómo va trazando las líneas políticas, los flujos de la política y de las sociedades en la historia hacia adelante.

Una historia que aquí y cada vez que venimos, cada vez que venimos, tratamos de recordar. Y esta mañana hablando con el Presidente Andrés Manuel López Obrador, hablábamos de episodios de la historia que han juntado México con Colombia. Yo recordaba al General José María Melo.

José María Melo, muy recordado en el sur de México, me mostraron las fotos de como la comunidad en el lugar donde murió. Aún todos los años festeja como un héroe mexicano el hecho de la presencia del General José María Melo en ese territorio; su lucha, al lado de Benito Juárez, y lamentan su fusilamiento, su asesinato en ese lugar.

El General José María Melo es, ni más ni menos, el último oficial del ejército de Bolívar. En Colombia no se le recuerda por eso mismo, porque no se quiere recordar que por decreto los esclavistas de Colombia evaporaron, destruyeron, anularon, la existencia del Ejército Libertador.

El Ejército Libertador era integrado por negros, por indígenas, por gente del pueblo; había hecho la libertad, indudablemente, no solo de Colombia, sino de buena parte de América Latina.

Era la organización más fuerte armada de origen popular que existía y por tanto era mirada con recelo por las oligarquías que, herederas de la independencia, descendientes de los españoles, en realidad eran herederos del esclavismo, eran privilegiados de la existencia de la esclavitud.

Y un ejército de negros, un ejército de campesinos, de chusma —como decían en Santa Fe de Bogotá— de los sin camisa, de los que no tenían sino alpargatas en sus pies, pero que estaban armados y que habían derrotado a uno de los principales ejércitos del mundo, el ejército monárquico español, se veía como un poder popular que había que aniquilar. 

Uno de sus oficiales, siendo teniente en la época de Bolívar, era un indígena; había nacido en el sur de Tolima, en Coyaima, se llamaba José María Melo. Fue ascendiendo dentro del Ejército Libertador por sus méritos. Como indígena podía ascender en un organismo popular, no lo hubiera podido hacer dentro de una sociedad como la colombiana, que excluía a los indígenas y a las negritudes del poder.

A la muerte de Bolívar fue a luchar en Venezuela en contra de los secesionistas para que la idea de Bolívar pudiera ser real, la Gran Colombia, y la unidad latinoamericana; y fracasó en el intento.

Regresó a Colombia y llegó a ser General. Siendo General una insurrección artesana, es decir, los obreros del entonces, en 1850-1851, en Bogotá, lo erigió Presidente de la República. Es el único Presidente indígena que ha tenido el país. 

Era el último oficial del Ejército libertador. Fue erigido por los obreros, el artesanado de la ciudad, como Presidente de la República, en una insurrección para tratar de proteger el país del libre comercio y poder seguir produciendo en ese entonces paños, telas.

Fue elegido porque era el jefe, comandante en jefe del Ejército Libertador. Duró ocho meses su encargo porque los esclavistas organizaron sus ejércitos en el Cauca, en Antioquia, rodearon la ciudad y derrotaron militarmente al General. 

Y el General se fue. Se fue al Salvador; luchó contra el pirata norteamericano en Nicaragua; siguió hacia el norte y llegó a Chiapas, y allí como liberal encontró una revolución liberal, la de Benito Juárez y decidió luchar por las ideas de Juárez; Benito Juárez le otorgó el título de general mexicano, de los entonces ejércitos. 

Y allí en el sur de Chiapas fue asesinado por derechas conservadoras que no querían las libertades en aquel entonces.

Esa historia junta a Colombia, junta a México, junta ideales, junta ilusiones indudables; junta raíces de las dos naciones, de las dos repúblicas. Cómo que el último oficial libertador vino a morir en México; cómo es que en Colombia no se le recuerda; cómo es que en Colombia no hay, en este tipo de palacios, que son los palacios del Gobierno, una foto de él, un cuadro, una pintura de él; cómo es que se ha borrado de los libros de la historia; porque como también un Presidente negro, no se quiere que las juventudes y las generaciones futuras puedan descubrir que Colombia tuvo un presidente negro y que Colombia también tuvo un Presidente indígena.

Los presidentes tenían que tener los apellidos de abolengo; tenían que tener la tez clara; tenían que ser dignos descendientes de la monarquía española; tenían que ser descendientes y herederos del sistema esclavista que no cayó con la libertad ni con la República, sino muchas décadas después y que aún hoy se mantiene en uno de los países más desiguales del mundo —no en términos de sistema de producción, sino de cultura y de mentalidad—; aún la mentalidad esclavista, está en el poder, en la gente del poder político y económico de Colombia.

Por eso Colombia durante dos siglos no pudo construir una democracia; construyó una República, pero no una democracia. Y después de asesinatos y violencias por doquier, por primera vez tiene un Gobierno popular, similar al que representó por pocos meses, el General José María Melo. 

Esta mañana me contaban de otra historia, pero su nombre quiero que ustedes me lo recuerden. Un revolucionario mexicano en territorio mexicano que hoy es de Estados Unidos: Caterino Garza. En Colombia no se conoce, pero murió en combate en territorio colombiano; otra historia olvidada porque se ha querido que se olvide. 

Enfrentó ejércitos de los Estados Unidos y ejércitos de México al mismo tiempo, y desapareció del territorio en la vieja Texas, allá donde hoy las derechas pululan y generan mentalidades absolutamente anacrónicas al interior de la sociedad de los Estados Unidos.

Él era el revolucionario mexicano. Y de pronto dejó de pelearles, nunca lo encontraron, nunca pudieron allí darle de baja, como dicen en las jergas de la violencia, y de pronto aparece en Costa Rica.

Y en Costa Rica hace una reunión muy interesante, donde va Maceo, el independentista cubano, y Martí, el otro independentista cubano. Y Rafael Uribe Uribe, el liberal colombiano que enfrentaba a las ideas conservadoras de aquel entonces, anacrónicas absolutamente, y trataban todos de construir repúblicas realmente libres, independientes y libertarias. Se llamaban a sí mismos liberales.

Rafael Uribe Uribe, señora Jefa de Gobierno, es el famoso Aureliano Buendía de los Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. El de las mil batallas y las mil derrotas. El de El coronel no     tiene quien le escriba.

Rafael Uribe Uribe cayó asesinado a hachazos a escasos metros del Congreso de la República de Colombia, en Bogotá. Era el único liberal en ese entonces que podía ser senador. Había luchado con las armas y hecho la paz.

En esa reunión, que era una verdadera internacional liberal revolucionaria, en Costa Rica, país de revolucionarios en ese momento, a fines del siglo XIX, lo que se larvaban también eran ilusiones, posibilidades de una América Latina diferente.

En un lugar cercano, de allí salieron para Cuba, de allí salieron para Colombia, Caterino se fue para Colombia a luchar por las ideas liberales. 

Y en territorio entonces colombiano, en Bocas del Toro, cayó bajo las balas del ejército conservador colombiano y cercano a un gran buque de guerra norteamericano, que estaba allí cerca. Porque Bocas del Toro dejó de ser colombiano unos años después, cuando nos quitaron a Panamá y por tanto al Canal de Panamá. 

Un mexicano murió allí, revolucionario, en el territorio colombiano. 

Miren esas historias. Una de aquí, otra de allá, cómo se van conjugando en una misma marea, en un mismo flujo de la historia, que al final es la historia de las luchas, de las ideas, de las ansias de libertad, de las ansias de democracia.

Historias que van quedando en los pueblos, en la memoria; que tratan de borrar de los libros de historia quienes hacen esos libros desde las oligarquías, pero que se van poniendo en la realidad.

Yo me quisiera llevar los restos del general José María Melo a Colombia, hacerle un homenaje. Y me encuentro que tuvo descendencia aquí, que allá donde lo asesinaron crecieron sus hijos e hijas, sus nietos, sus bisnietos. Que allá están sus herederos que hacen parte de México, ya no de Colombia.

Y que allí la comunidad ha construido monumentos que no hizo la República de Colombia.

Allí lo han envuelto en banderas, allí ha construido la leyenda y la cultura popular, allí se le considera un héroe, como no se le considera en la República de Colombia.

El esfuerzo de llevarme los restos se estrella contra otra realidad viva, que es el que ya el general José María Melo, indígena, que ayudó a otro descendiente de indígenas, Benito Juárez, en México, es un héroe y parte de la cultura y del patrimonio de un pueblo. Se hizo pueblo.

Cuando una persona se hace indestructible, queda ahí. No es simplemente los restos o el intento de redignificarlo. 

Ojalá algún director o directora de cine, excelso o excelsa, pueda hacer las películas de estas historias. No sean solamente las historias de Hollywood las que llenen nuestras pantallas, sino nuestras historias.

Desenterrarlas, mover las tierras del olvido y poder redescubrir a las generaciones juveniles del hoy, a las que vienen del mañana, estas historias que están llenas de tanta pasión, de tanta intensidad, de tanta dignidad, de tanto sacrificio también, de tanta historia, que es la historia común.

Estar aquí en México entonces para mí es todo un honor, de revolucionario colombiano que ahora se vuelve Presidente, engarzado en los problemas contemporáneos que a veces nos llevan hacia atrás, que revierten las opciones del futuro, o que a veces también nos llevan como los vientos hacia adelante, como si fuéramos velas de galeones todavía.

Nos van llevando los vientos del pueblo en el fondo los flujos de la historia, hacia lugares que yo creo merecen la pena vivir y conocer. Lugares de la historia en el futuro que quizás ya tengan que ver con los problemas de hoy y no los del siglo XIX, que tienen que ver con la crisis climática, con la posibilidad de extinción de la humanidad y de la vida en el planeta.

Tiempos que van llevando al norte, decía ayer, al norte geográfico del planeta hacia las extremas derechas, por los miedos en los que se va acorralando parte de su sociedad rica en miedo a la mujer libre.

Se reunió aquí en México, la extrema derecha mundial –vinieron de Colombia también, una mujer, no voy a decir su nombre–, y la decisión de ese congreso de las extremas derechas mundiales era considerar el feminismo enemigo. Como si se asimilara al comunismo, 

¿Qué dirían las mujeres del mundo hoy?

Extremas derechas temerosas de la mujer libre, de la mujer igualitaria. Temerosas de la mujer.

Extremas derechas temerosas de consumir menos en términos de carbón y petróleo, que es el único camino para salvar la vida.

Extremas derechas temerosas del inmigrante.

Cuántos centenares de miles, yo diría millones, no han cruzado por aquí, pensando en pasar el río Bravo. 

Cuántos han muerto, cuántos se han devuelto, cuántos han encarcelado, a cuántas han violado. Cuánta esperanza ha sido derrotada en ese éxodo, que no solamente es de las Américas, sino es también de África.

Ese miedo al inmigrante que hace levantar muros y poner ametralladoras y campos de concentración y asesinar, como en norte de Marruecos y al sur de España.

O hacer del mar Mediterráneo, allí cerca donde nació la palabra democracia, la fosa común más grande del planeta, de gente que se ha ahogado tratando de tener un lugar donde vivir porque en sus tierras ya no hay el agua, ya no hay el alimento, ya la crisis climática ha desatado el éxodo de la humanidad.

Y el miedo al extraño, al inmigrante, al extranjero, al del color más oscuro en la piel, ha juntado entonces una barbarie que se insinúa porque de nuevo las extremas derechas ganan las elecciones en el norte.

Es 1933 a escala planetaria.

Y miren ustedes cómo el sur reacciona de manera diferente. Por lo menos en América Latina, que ahora nos ven como un faro. Ya no somos nosotros los que vamos a Paris a estudiar –incluso con diccionario del francés-español– textos de la revolución.

Ahora los franceses vienen a mirar cómo es que cambiamos aquí las cosas.

Ahora nos convertimos en faro y no en seguidores. 

Y esa es una enorme responsabilidad en estos tiempos del mundo.

Es América Latina en donde alumbra el siglo. 

Y bajo esas circunstancias, nos toca juntarnos. Nos toca analizar, nos toca profundizar en las ideas, nos toca mover el celebro y el musculo. Nos toca mover los pueblos, porque sin pueblos no hay futuro.

Nos toca apersonarnos del momento histórico en que hemos vivido.

Nos toca hacer, como atrás, los Rafael Uribe Uribe o los Caterinos Garza o los generales José María Melo o Benito Juárez o como Bolívar. O como esa juventud que se aprendió los textos revolucionarios franceses traducidos al español y por eso los ponían presos.

Nos toca ser de nuevo una generación que sea capaz de cambiar el mundo.

Y México es una ciudad que ha demostrado que está en las vanguardias cada vez que se habla de cambiar el mundo.

Gracias, muy amables.

Credito
Suministrado/EL NUEVO DÍA.

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