Con optimismo, pero con incertidumbre, leo una vez más las voces de preocupación de respetados personajes de la vida de Ibagué y gremios económicos con relación a la situación actual de nuestra ciudad. El no despegue de la reactivación económica y sus graves consecuencias como es el desempleo que, según el Dane, muestra cifras como las siguientes: desempleo global del 21.5 %; tasa global de participación del 56 %, tasa de ocupación del 43.9% y tasa de subempleo objetivo del 6.4 % convirtiéndose Ibagué en la tercera capital de departamento donde el empleo escasea después de Cúcuta y Quibdó. Con un agravante, los jóvenes son los perjudicados al no encontrar oportunidades, dado que el desempleo juvenil llega al 32.9 %. Quizás esto explica la rebeldía que hoy muestra nuestra juventud. 

En nuestra primera columna hablamos sobre el riesgo en el mundo de los negocios y la existencia de dos grandes tipos de sociedad las de Capital y las de personas.

El riesgo es algo inherente a nuestras vidas y este se acrecienta cuando se trata de crear o de generar empresa. El principal de ellos se refiere a la incertidumbre frente a las diferentes variables a las que se ven enfrentadas las empresas y de paso sus propietarios, socios o accionistas.

El presidente Duque solía decir que en Colombia hay muchos problemas que se dejaron envejecer mal, pero pasados tres años de su gobierno varios no solo no se empezaron a solucionar, sino que han venido estallando. Entre ellos la seguridad en sus distintas expresiones y dimensiones.

En esta segunda columna hablaremos de la consolidación en la separación de los poderes dándole una mayor autonomía a la rama jurisdiccional, se creó la judicatura logrando algunas mejoras en lo administrativo, también se creó la Fiscalía General de la Nación y se sentaron las bases para la implementación del sistema acusatorio; se critica el sistema de elección de estos entes, el cual permite instrumentalizarlos al servicio del poder político.

Se ha reconocido que la creación del Banco de la República, como una entidad de rango constitucional, constituye uno de los mayores logros de la Asamblea Nacional Constituyente que el 4 de julio de 1991 entregó a los colombianos una nueva carta de navegación. 

Lo que pasó esta semana en Medellín demuestra nuevamente que somos una sociedad despreciable a la que no le importan los niños. Todavía no puedo creer que un hecho tan aberrante y aterrador como el del abuso sexual a 16 menores de edad, en el Centro Infantil Pequeños Exploradores B, no haya causado conmoción nacional. Lo más doloroso es que el número de víctimas puede seguir subiendo, teniendo en cuenta que el violador trabajó en la entidad durante 3 largos años.

Esta semana hemos conocido que la firma Fitch Ratings desmejoró la calificación del riesgo para Colombia, pasando de BBB- a BB+. Esta reducción se debe al déficit fiscal, el incremento de la deuda pública y la incertidumbre sobre el comportamiento futuro de estas dos variables. El efecto de esta decisión afectará las tasas de interés para créditos que nuestro país requiera gestionar ante los fondeadores internacionales.

Para nadie es un secreto que el mundo empresarial está viviendo un viacrucis en virtud a la Covid – 19, que obligó a cuarentenas obligatorias y voluntarias. En el caso de Colombia se le suma el paro nacional. Estos hechos tienen a los empresarios y comerciantes en jaque mate, dado que los ingresos descendieron notablemente, impactado en forma negativa el flujo de caja de cada negocio. Esta situación según los expertos exige el desarrollo de la capacidad de reinvención focalizada en la revisión de principios y procesos organizacionales, con el fin de ganar competitividad y lograr mantenerse en el mercado.

Y a los hombres también, por supuesto. Y a cualquier ser humano, de la manera en que se identifique. Pero especialmente a las mujeres, porque en la sociedad capitalista y consumista que hemos construido, la biología, la estética, la economía y muchas otras arenas de realización humana ejercen una fuerza especial, diferente, sobre nosotras. Como mujeres contemporáneas, estamos llamadas a ser muy conscientes de nuestros hábitos y elecciones, desde lo más íntimo en adelante. O bien, podemos elegir no hacerlo, ya sea por comodidad o porque tememos que sea muy tarde para detener la catástrofe ambiental. Pero, ¿qué nos daría esperanza, entonces?