La oración nos reconforta en medio de nuestras angustias

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Crédito: Tomada de: PixabayLas súplicas que les hacemos a Dios siempre tienen el eco que se merecen
Si ya no sabemos qué hacer, si la angustia nos atosiga y no sabemos dónde estamos porque la ansiedad nos hace trastabillar en medio de nuestra cotidianidad, esforcémonos más que nunca en encomendar nuestras cosas a Dios. Un mecanismo para lograr ello es, de manera precisa, la oración.
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Algunos  critican que tengamos presente a Dios sólo en la adversidad. Si bien estamos acostumbrados a pedirle a Él cuando pasamos por alguna dificultad, soy de los que piensa que elevar una plegaria al cielo toma una particular relevancia de manera precisa durante los momentos de angustia.

Pienso así porque tengo claro que orar es el más poderoso instrumento para vencer el dolor y para desterrar los dramas personales de la vida cotidiana. En mi caso personal, tener ese diálogo directo con Jesús hace que no me desanime ante algo grave que me suceda.

Además, no lo digo yo, lo leo en las Sagradas Escrituras, de manera más exacta en el libro de Deuteronomio, el cual reza así en uno de sus apartes: 

“Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis ni tengáis miedo de ellos, porque Dios es el que va contigo; Él no te dejará ni te desamparará…”

Yo soy de los que pongo mis problemas en manos del Señor, cuando definitivamente siento que la solución no está en mis manos. Y sé que es mediante la oración que puedo llegar a tocar el corazón de Jesús.

 En ciertos momentos de nuestras vidas, cuando se acumulan frustraciones, relaciones difíciles con los que amamos, fracasos personales o quebrantos de salud, nos podemos desanimar por completo. No obstante, podemos tener claro que nuestras súplicas encuentran eco en el Altísimo.

Obviamente, no podemos mantener la idea errónea de que con solo rezar se nos van a solucionar nuestros problemas. Si bien la oración es un vehículo para acercarnos a Dios, debemos tener claro que del cielo nada nos bajará si no nos percatamos de poner de nuestra parte.

Realmente, en la oración no se trata de ‘pedir’ a Dios que resuelva todos sus problemas. La solicitud que se hace, de manera sencilla, es que podamos hacer acopio de las fuerzas suficientes para ponerle el pecho a la brisa.

Además, las oraciones no tienen fecha de vencimiento; es decir, las palabras que les recitamos a Jesús no caen en el vacío. Cada frase que pronuncie tiene un efecto revitalizador en nuestra mente, sin contar que estas palabras actúan como un bálsamo.

 

Orar es propio del ser humano.

Si llegó a esta parte de la página, le solicito que se regálese unos minutos para pensar en las cosas por las que está pasando, por lo que ha hecho y, sobre todo, para dar gracias por lo que hoy tiene.

No se trata solo de que se conecte con su espiritualidad de una manera reconfortante; en el fondo del corazón usted necesita una gota de misericordia y de generosidad de Dios. 

Dios quiere aliviar nuestras cargas. Sólo nos pide que le permitamos hacerlo. Es, a través de la oración, que le damos autorización para que obre en nosotros y nos ‘dé una manita’ en medio de nuestras situaciones difíciles. 

 

¡CUÉNTENOS SU CASO!

Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo afectan en la actualidad? Háblenos de ellos para reflexionar al respecto en esta página. Envíe su testimonio a Euclides Kilô Ardila al siguiente correo: eardila@vanguardia.com En esta columna, él mismo le responderá. Veamos el caso de hoy:

Testimonio: “Sufro mucho porque algunas personas no creen en mis sueños; es más, sin que yo les pregunte sus opiniones viven criticándome por lo que anhelo ser. No sé qué será lo que yo proyecto, pero la incredulidad que percibo de los demás se les ve a flor de piel. Eso me ha hecho sentir menos y, en cierta medida, me frustra al punto que le he venido poniéndoles freno a los proyectos que me he trazado. ¿Qué puedo hacer al respecto? Gracias”.

Respuesta: No se frustre tanto. Usted no tiene la responsabilidad de convencer a nadie de nada, menos a esas personas que se la pasan diciéndole que “su luna es diferente a sus sueños”. Mire hacia el frente y conquiste las metas que se proponga.

Le cuento que usted, yo y todos en general siempre nos encontramos con sujetos que se entrometen en nuestra vida sin invitación alguna.

No permita que esas personas, que no saben lo que usted quiere hacer con su vida, metan las narices en lo que no le importa. 

Lo que sí debe tener claro es que debe trabajar por sus sueños con un plan solvente, realista y viable. Usted callará a  los incrédulos con sus resultados. Y, si por alguna razón lo que usted sueña no le sale, ese no es problema de ellos.

En ese orden de ideas, considero que debe ser constante, disciplinado y serio en lo que se proponga realizar. Obvio, en este plan que le propongo, debe recuperar la confianza en usted de mismo. Nada saca con vivir pendiente del ‘qué dirán’. Lo que le estoy diciendo es que debe hacer lo que le corresponda por usted, no por los demás. 

Pídale a Dios claridad para proceder y, sin ser grosero, no permita que los demás le critiquen sus sueños.

 

Credito
VANGUARDIA

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