Lo que se espera de América Latina y Europa en el alineamiento mundial

Tomado de internet
Crédito: Tomado de internetGonçal Mayos Solsona es miembro del Ateneo Barcelonés. Ha sido coordinador del doctorado en Ciudadanía y Derechos Humanos (UB).
De acuerdo con el experto, las guerras que se pensaban extintas cobran fuerza, en medio de “políticas de desconcierto”. Y es en ese y otros escenarios que estas regiones tendrán un papel destacado al establecer una colaboración directa y equilibrar las acciones de dos potencias hegemónicas: Estados Unidos y China.
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Gonçal Mayos Solsona es filósofo y ensayista vinculado a la Universidad de Barcelona. 

De acuerdo con el académico, las regiones de América Latina y Europa jugarán un papel decisivo frente a los cambios políticos, económicos y sociales del ámbito mundial: la primera, debe buscar aliados que afiancen su desarrollo ahora que los países más importantes de ese continente tienen gobiernos de izquierda, y la segunda, con la Unión Europea que crece con nuevos estados miembros, debe definir su papel específico en el mundo, ya que la guerra entre Rusia y Ucrania la ha lanzado de nuevo a las manos de los Estados Unidos.

Para Mayos, ambas regiones deben establecer un apoyo en el que se olviden las tendencias basadas en la dependencia o el colonialismo, para que exista “una colaboración constante y sincera”. Incluso, deben hacer contrapeso a potencias hegemónicas como EE.UU. y China y, al tiempo, deben buscar aliados y mayores garantías para cada uno de los países que las integran.

 

Preguntas y respuestas

 

¿Cómo lee los tiempos actuales, teniendo en cuenta el fantasma de la guerra que de nuevo se cierne sobre Europa?

Desde esta perspectiva ‘leo’ que la gente está muy angustiada a pesar del inmenso poder que atesora. Creo que una gran novedad histórica es la sensación de que nuestro propio poder se puede volver fácilmente contra nosotros mismos. Quizás el ejemplo paradigmático es la bomba atómica, cuyo miedo vuelve ahora. Pero también lo es una poderosísima tecnología que destruye los puestos de trabajo de muchísima gente (porque crea menos de los que elimina) e incluso nos humilla haciéndonos sentir en gran medida prescindibles a medio o largo plazo. 

El enorme saber que hemos creado nos hace en el fondo más ignorantes que sabios. Además, los grandes ideales de libertad, paz, progreso para todos y justicia han mostrado unos límites que pensábamos que eran superables fácilmente. Hemos descubierto una sociedad donde mecanismos de postverdad como las fakenews fácilmente traicionan la libertad posible. Vuelven y continúan guerras que pensábamos eliminar, en un mundo donde no sabemos quién ‘manda’ realmente y -por eso- nos volvemos paranoicamente conspirativos. Tanto la gente como los líderes están prisioneros de unas ‘políticas del desconcierto’ y unos populismos que no controlan ni saben su impacto real. 

 

¿Cómo lee el auge de la ultraderecha Europea y el giro hacia la izquierda en Latinoamérica? 

Los movimientos populistas comportan un giro a la derecha en los países acreedores y más ricos; y un giro -si bien menor- hacia la izquierda en los países pobres y endeudados. Si confirmamos a medio y largo plazo las tendencias que insinúan estos datos, ello tendrá gran impacto para la evolución esperable ideológica y política en el mundo. Parece mostrar una más rápida evolución hacia la derecha populista de los países ricos y, una de menor y además hacia la izquierda, en los países pobres. A falta de mayores series estadísticas que lo confirmen, podría significar que los partidos tradicionales de derechas e incluso los socialdemócratas o marxistas en los países ricos son erosionados muy rápidamente por los populismos de derecha y ultraderecha. Mientras que en los países más endeudados hay más resistencia -en contra de lo que pudiera parecer por casos destacados como Venezuela- a la deriva populista porque el marxismo clásico resiste aparentemente mejor (al menos por el momento).

 

¿Qué diferencia habría entre esta ultraderecha del siglo XXI y el fascismo de Franco o de Mussolini?

Todavía hay una cierta distancia con la ideologización totalmente menospreciadora de la democracia, los derechos civiles e incluso del liberalismo típica de los años 1920 o 1930. De momento, no han pasado totalmente de la cruzada en contra del ‘enemigo exterior’: inmigrantes, islámicos y países percibidos como peligrosos, al típico y descarado ‘enemigo interior’ de las primeras décadas del siglo XX: en contra de los socialistas, judíos asimilados, gitanos, disidentes, minorías nacionales. Aunque ahora mismo Vox -con el silencio cómplice del PP, CS y de sectores del PSOE- ha avisado su intención de revisar el derecho de voto de las minorías nacionales vasca, catalana ¡incluyendo poblaciones mayoritarias del país valenciano y de las Islas Baleares!, gallega, etc. Incluso se cantó una canción titulada ‘Vamos a volver al 1936’ en referencia al golpe militar de Estado y al inicio de una muy cruel guerra de tres años, de la que todavía quedan la mayoría de las fosas colectivas por exhumar. Creo que el contexto europeo democrático limita, al menos por el momento, la agenda ultraderechista que defienden los sectores más partidarios de aplicar sistemáticamente las políticas nazis y fascistas de la década de 1930. 

 

¿Son igual de peligrosos los populismos de izquierda que los de derecha?

Todos tenemos tendencia a ver cómo menos peligrosos y hasta necesarios los excesos cuando van en la dirección de los propios valores ideológicos. Creo que hay que ser similarmente crítico y exigente con los errores democráticos de unos y otros. Las dinámicas de las sociedades y las instituciones necesitan de vez en cuando revulsivos, y el populismo puede ser uno de ellos. Naturalmente el problema está en la dosis y hay que evitar que el tratamiento frente al anquilosamiento pueda poner en peligro la democracia o el proyecto nacional a largo plazo. Pero quiero confiar en el buen criterio de una ciudadanía madura, movilizada, vigilante y crítica consigo misma y sus aduladores, pues entonces se evitan las ingenuidades y, si se producen errores, se pueden enmendar eficaz  y democráticamente.

 

Desde su perspectiva, ¿qué le espera a la Unión Europea y a América Latina en este contexto? 

Creo que lo más deseable es una colaboración franca y que olvide las tendencias tradicionales basadas en la dependencia, en una colonialidad extendida en el tiempo y todavía presente en las mentalidades profundas, en la desconfianza, en las posibilidades de unos y en los verdaderos deseos de los otros. Solo así puede haber una colaboración constante y sincera que pueda hacer de la Unión Europea y de América Latina contrapesos equilibradores de las dos potencias que se disputan la hegemonía: EE.UU. y China. 

Parece que vamos hacia un nuevo alineamiento mundial, no preveo que sea ninguna tercera guerra mundial, pero vuelve a ser muy bipolar. Por eso América Latina puede y debe jugar un papel equilibrador, hacia el cual puede impulsar incluso a una Unión Europea que Putin ha lanzado de nuevo a las manos de los Estados Unidos. Pero que también está creciendo con nuevos estados miembros y con la conciencia de que Europa tiene que definir su propio papel específico en el mundo. Como debe hacer también América Latina, escogiendo aliados que consoliden su desarrollo y que garanticen un orden mundial más justo. 

 

Tanto la gente como los líderes están prisioneros de unas ‘políticas del desconcierto’ y unos populismos que no controlan ni saben su impacto real.

 

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