Somos fuego, somos agua

Jaime Calderón Herrera

Lo he escrito varias veces en esta columna: somos uno de los territorios más vulnerables del planeta ante el cambio climático.
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Nuestras montañas se saturan fácilmente provocando grandes deslizamientos, las lluvias torrenciales desencadenan inundaciones, los incendios forestales destruyen millones de hectáreas plenas de vegetación, la deforestación no se detiene, la pobreza se ubica en las zonas de alto riesgo, la solidaridad de los ciudadanos es coyuntural y el Estado carcomido por los pícaros planifica precariamente, mitiga deficientemente y casi nunca reconstruye.

Agua, tierra, fuego, oxígeno y vegetación son la vida misma que nos permite existir. Sin oxígeno, sin la vegetación como combustible, no habría ese fuego que se encarga de deshacer lo que la fotosíntesis crea. Necesita del mundo vivo para propagarse. Para la ignición dependía del rayo, pero ahora es nuestra especie la que inicia el fuego a voluntad. Cocinar mediante el fuego los alimentos nos trajo grandes beneficios, solo que ahora “cocinamos el planeta”.

Somos civilización desde que hacemos fuego en una transición desde el mundo primitivo hasta el de la revolución tecnológica que crea nuevos “motores de fuego”. Hoy compiten dos fuegos, dos combustiones, los incendios forestales y la combustión de los fósiles redefiniendo los territorios y la supervivencia de las especies, entre ellas la nuestra.

El fuego bueno nos hizo, pero creamos el fuego malo como fruto del exceso de combustión consecuencia de la codicia y el ansia de poder. Hay que detener la quema de combustibles fósiles, a riesgo de comprar el no retorno. Hay que volver al fuego bueno, al que no nos consuma, como le aconteció al mago que atravesó las llamas sin quemarse en el cuento de Borges.

Nos anuncian que terminó por ahora el fenómeno de El Niño y que entraremos en el de La Niña, fenómenos naturales que han variado su comportamiento debido al calentamiento global y su consecuente cambio climático. Las autoridades nos previenen que, si bien habrá lluvias torrenciales en medio país, en el otro medio habrá déficit de ellas y alarmas de incendios forestales. Los municipios y departamentos son los responsables de la prevención de los desastres en primer y segundo orden, y cuando son sobrepasadas sus capacidades, el Gobierno Nacional las complementa. Tendremos derrumbes, inundaciones e incendios. Los pícaros se roban los recursos y los ciudadanos creamos las condiciones del desastre incrementando los riesgos, cultivando la tragedia, pero sin hacer parte de la solución. Sin agua y sin fuego no somos, pero nos hemos encargado que agua y fuego puedan destruirnos.

 

Jaime Calderón Herrera

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