Hay momentos en la vida de los hombres que terminan prestándose para participar en hechos bochornosos que trascienden la importancia de un acto solemne para convertirlo en una ridiculez.
Lo volvemos a repetir: no será el presidente Petro el único responsable de la debacle que va a crear el proyecto de reforma laboral que se presentó el pasado 16 de marzo, pues no se trata de un mecanismo para fomentar la creación de nuevas fuentes de trabajo sino un pliego de peticiones que pretende que los afortunados que ya tienen un empleo se puedan atornillar a sus puestos de trabajo, sin tener en cuenta que este extraño modelo estrangulará a los empresarios pues más que un asunto para discutir un cambio estructural, son términos de referencia ideados para beneficiar a los sindicatos aprovechando el cuarto de hora generado por los dos principales líderes que dirigen el Ministerio del Trabajo que son auténticos sindicalistas.
No recordamos cuantos proyectos de ley de reformas al Código Sustantivo del Trabajo, de esos que corren por ahí, hemos revisado antes de la presentación oficial del texto al Senado de la República y en ninguno de ellos hemos encontrado el más mínimo estímulo para la generación de empleos que es el mal que aqueja al 70% de los colombianos.
Mucho hemos pensado si es que nos creen pendejos o es que de verdad lo somos y lo decimos por la forma como los encargados del gobierno actual están manejando los hilos del poder.
La ley colombiana establece que todo empleador está obligado a inscribir a sus trabajadores en el Sistema de la Seguridad Social Integral y, por lo tanto, deberá cumplir con los aportes que se han establecido para el financiamiento del mismo. Así las cosas, deberá pagar las cuotas correspondientes a pensiones, a riesgos profesionales y a salud, de conformidad con las tarifas establecidas al respecto.
“Yo soy yo y mis circunstancias…” dijo José Ortega y Gasset y tiene razón, pues lo que nos sucede no depende de nuestro criterio y conducta sino también del ambiente en que nos desarrollamos.
El tiempo es y ha sido una constante que determina el ritmo de vida y por tanto un día de hoy no es diferente a un día de hace 2.000 años; lo que lo vuelve diverso son los acontecimientos que se dan en su transcurrir y los sucesos que el hombre ha instituido como determinantes en la vida civilizada.
Hay ocasiones en que las circunstancias nos hacen ver, analizar y sacar conclusiones como cuando, por ejemplo, cancelan un vuelo y avisan que el próximo saldrá en 6 horas, pero solicitan no ausentarse de la sala.
La cultura ciudadana debe aprenderse y por lo tanto alguien debe enseñarla y una vez adquirida debe ponerse en práctica de inmediato a fin de que la convivencia social se dé dentro de unos parámetros específicos que faciliten el poder vivir en paz.