El salpicón ibaguereño que estremece los sentidos

vendedor de salpicón
Crédito: Jorge Cuéllar / EL NUEVO DÍA Hernán Vargas, conocido como el fundador del salpicón en el centro de Ibagué.
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Durante 27 años, Hernán Vargas ha conseguido destacarse con la venta de una mezcla de frutas y sabores como sustento de vida.
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Desde sus 16 años, Hernán Vargas ha laborado en las calles para conseguir el sustento diario, una labor informal, con independencia financiera que heredó de su padre y le ha permitido ser reconocido como el gestor del salpicón en el centro de Ibagué.

En la carrera Quinta con calle 16, en medio de los comercios, destaca un carro de vendedor que en la parte superior tiene un paraguas rojo y alrededor, varias personas disfrutando de una bebida con un rojo provocador.

Es el salpicón de Hernán, que a base de agua, papaya, mango, manzana, melón, uva, fresa, entre otras; esencias, azúcar y hielo, desde hace 27 años refresca a las cientos de personas que transitan por el centro de la ‘Capital musical’, de las cuales se vuelven sus clientes fieles.  

Para lograrlo, diariamente este ibaguereño labora 12 horas diarias, una actividad que ha requerido el esfuerzo y la constancia que aprendió al lado de su padre cuando trabajaba con él en la plaza vendiendo frutas.

vendedor de salpicón

“Yo empecé a trabajar y me quedó gustando, empecé suave, pero después subió la intensidad”, sostuvo Hernán, pues su papá se enfermó, por lo que le tocó hacerse cargo.  

Aprovechando su relación con la fruta, las temperaturas que se vivían en ese entonces, decidió empezar a vender ese preparado del que más que clientes le ha dejado amigos que aprovechan cualquier ocasión para disfrutar de un salpicón con ñapa en medio de una charla amena. 

Aunque Hernán considera que el sabor de su bebida es el que atrae a los ibaguereños y visitantes, algunas personas que hablaron con El Nuevo Día destacan el gran ser humano que es, siempre los recibe con amabilidad, les brinda una silla y no le niega un vaso de esta mezcla a un comerciante ambulante, especialmente adulto mayor.

Pues, él sabe que es trabajar con hambre, y aunque comentó que las ventas de su preparado ya no son tan masivas como antes donde podía servir más de mil salpicones en un día, su generosidad y empeño hablan por él; ese pequeño puesto le ha permitido darle empleo a un familiar y un joven deseoso de progreso, además de apoyar a los comerciantes de la plaza.

Este hombre de 49 años, en medio de risas pícaras, contó que tiene unos ocho hijos de diferentes mujeres; así que no descarte que esta bebida también sea afrodisíaca.

 

“Vender un salpicón es hacer un amigo”, Hernán Vargas.

 

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Credito
Redacción El Nuevo Día

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