La Variante en Ibagué: un sector olvidado cargado de dolor, muerte, trabajo informal e invasión de la vía

Crédito: Hélmer Parra / EL NUEVO DÍAEl sector de La Variante en Ibagué: una tierra de nadie
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Esta vía nacional presenta invasiones, delincuencia, expendio de drogas y toda clase de servicios sexuales. Temas que muchos conocen, pero de los que poco se habla.
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La Variante es una vía nacional creada con el fin de no afectar la movilidad al igual que la seguridad en Ibagué, pero con el pasar de los años ha dado pie para que conductores de carga pesada lleguen a algunos sitios en busca de descanso y alimentación.

Tal hecho, hace que personas sin ingresos económicos se ofrezcan a realizar labores informales como: brillar mulas, instalar negocios ambulantes y ejercer la prostitución, situaciones que han desatado diversas problemáticas.

Invasión vial

Con el pasar de los años, la presencia de brilladores de tractomula sobre la segunda calzada Ibagué-Cajamarca es más frecuente, pues en un principio se veían dos o tres personas realizando esta labor, pero actualmente por día, se pueden observar unas 20, entre niños, jóvenes y uno que otro adulto que en busca de dinero, con balde y bayetilla en mano se rebuscan la vida con este trabajo.

El aumento del comercio, al igual que de residencias de paso, posibilitan el estacionamiento constante de vehículos de carga pesada sobre la vía, pues sus conductores se bajan a descansar y le dan la oportunidad a los brilladores de ganar algo de dinero.

“La situación en este sector es complicada porque no hay empleo, y brillando mulas uno se puede hacer en un día 100 mil pesos, aunque hay días en los que somos muchos y uno se va sin nada”. comentó uno de los brilladores.

La situación mencionada, para algunos ciudadanos hace de esta zona un espacio inseguro y de difícil circulación, puesto que al dejar las tractomulas sobre la vía, se incomoda el paso a otros vehículos, y ciertos individuos que indican ser brilladores aprovechan la soledad de la zona para robar, vender drogas e intimidar a quienes transitan la zona.

Asimismo, esta vía principal que fue proyectada y construida sin estimar la cimentación de viviendas a su alrededor, se ha visto irrumpida por asentamientos que no respetan la faja vial que se debe dejar en una construcción (distancia establecida entre la carretera y la vivienda dependiendo el tipo de vía).

Un ejemplo de ello es la invasión Colinas del Mirador, una especie de asentamiento donde la mayoría de casas no son de tejas zinc y madera, sino de ladrillo y hasta de dos pisos.

Estas viviendas no reguladas dificultan la ampliación de la carretera en un futuro, pues su ubicación expone la vida de las personas que las habitan, ya que un vehículo de carga pesada que va a gran velocidad puede chocar con estas, además, detrás de estas obras hay grandes montañas que en cualquier momento se pueden desplomar. 

Queda la incógnita de cómo estas invasiones logran conseguir acceso a servicios básicos como agua y luz cuando en Ibagué existen proyectos de vivienda avalados y no le garantizan esos servicios a los residentes. 

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En esta misma línea, el evidente interés de crecimiento en infraestructura de la ciudad ha generado la construcción del conjunto residencial Arboleda del Campestre, un mega proyecto de la Constructora Bolívar, para personas de estratos 1,2 y 3 de Ibagué, que a pesar de cumplir todas las normativas para hacer de ese sector un lugar habitable, la Variante no fue diseñada para la circulación de peatones.

Por consiguiente, los habitantes se han visto en la necesidad de elaborar de manera improvisada más de cinco cruces peatonales en medio del ‘jardín vial’, los cuales están siendo usados por motos y en ocasiones por uno que otro carro para evitar conducir hasta la glorieta, que se estima estar a 600 metros de distancia desde donde las personas empiezan a cruzar el paso improvisado.

Así pues, la ciudadela, y demás desarrollo comercial que se gesta en la zona, como la construcción de dos estaciones de gasolina, son algunos de los factores que pueden seguir ocasionando mayor invasión de las vías, y los terrenos que se encuentran ahí, pues estos se valorizan y los asentamientos que cuentan con mejoras de infraestructura deben ser indemnizados por la administración si se desean remover.

En la vía de ‘nadie’, cada vez se está haciendo más fácil conseguir derechos sobre las tierras, a pesar que la segunda calzada es propiedad de la concesionaria APP Gica, esta solo puede velar por el buen estado del espacio público, pero la empresa  no tiene potestad para retirar a las personas que se han apropiado de la vía como lo han solicitado varios habitantes.

Con la caída de la noche, la inseguridad aumenta, el trabajo del brillador de mulas no para y la prostitución llega.

Trabajo sexual

Durante décadas, la prostitución ha sido un tema presente en la Nación y la ciudad no es ajena a ello. Hombres, mujeres y trans se han dedicado a esta labor por necesidad o porque desde su hogar es una práctica normalizada; una forma más de conseguir dinero pero donde se arriesga la vida diariamente.

“Cuando salgo de mi casa llevo en mi mente que algo malo va a pasar, y si no pasa le doy gracias a Dios” comentó Helen, mujer trans que labora como trabajadora sexual en la Variante.

La pérdida de su mamá cuando solo tenía seis años es la razón por la que Helen cree que su trabajo se dio en esta zona, pues, a pesar de que siempre tuvo un plato de comida en su mesa, la falta de apoyo, amor familiar y rechazo por su identidad de género la arrojaron a la soledad, lo que más odia.

A sus 17 años, sin plata, con las enseñanzas al igual que las marcas que deja la calle, y con el firme deseo de tener cuerpo de mujer, una amiga le inyectó silicona industrial en la cola, consecuente a ello, llega a ejercer la prostitución, una labor que aunque considera honrada le da asco.

“Antes de venir a pararme aquí meto pegante porque es la única forma en la que puedo trabajar porque ser consciente de que me toquen, aguantar humillaciones de otros, es duro. Además, estamos en un mundo tan mojigato e hipócrita, que no es capaz de aceptar que hay hombres que vienen acá en busca de un trans para que los penetre porque les da pena su orientación o deseo sexual”.

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Con un paquete de pañitos húmedos, una sombrilla, un canguro, mini falda y varias cicatrices en sus piernas, esta chica trans de 23 años espera la parada de algún cliente para atenderlo en la parte de la variante que considere pertinente, y cobrarle según el servicio brindado.

“Me gusta trabajar con los muleros porque son los que mejor pagan, a veces vienen en moto o taxi a ofrecer dos mil o cinco mil pesos, pero no los atiendo, porque después tienen el descaro de ir donde los amigos y decir que un marica se los chupo por dos mil pesos, y eso es denigrante”. 

Si no nos vamos de aquí, esta variante algún día nos va a matar, es la frase que Helen y sus otras dos compañeras que se ubican metros más abajo que ella repiten constantemente.

La dueña de la vía 

 

Una mujer migrante del Valle del Cauca, con 14 años en la Variante, indicó ser dueña y señora de la vía, ya que se ha ganado el derecho a trabajar en ese lugar.

“Como esta vía es tan sola, muchas veces los caminantes, hinchas de algunos equipos de fútbol, o los brilladores de mulas vienen a robarnos el dinero, por eso he aprendido a estar con los ojos bien abiertos y ante cualquier situación solo queda escondernos en el monte, pues si nos enfrentamos a ellos o a las personas que pasan insultándonos, después vienen nos apuñalan o algo y por ser putas suerte, a nadie le va importar, y cómo la gente no me da de comer, no me voy a desgastar con gente grosera e ignorante”.

El objetivo es reunir como mínimo 100 mil pesos en una noche para irse a descansar, antes de la construcción de la doble calzada ellas aseguran que se hacían más dinero pero ahora así llueva o haga mucho frío deben permanecer en la vía para no irse con menos de esa cantidad de dinero.

Siendo conscientes de la inseguridad de esta vía, cuando se les preguntó a estas mujeres si no les daba miedo ser accedidas carnalmente sin su consentimiento, ellas a carcajadas respondieron “no pero ya violadas pa donde, estamos cerraditas como el túnel de la línea, nuestro miedo es más que todo que nos lleguen a chuzar, cortar o robar”.

De lo que ellas no son conscientes es que cada vez que brindan un servicio y no les pagan, o no le dan la cantidad de dinero acordada o les dan billetes falsos, están siendo estafadas o como coloquialmente se dice ‘conejiadasas’, una táctica para aprovecharse de la necesidad como de la falta de regulación y control que tiene la prostitución, una labor socialmente mal vista.

 

“Si un día me llego a morir acá, muero contenta, pero si logro darle una casa a mi familia e irme a Europa seré la persona más feliz”, Helen.

 

“El día que me golpearon muchos medios dijeron, botaron a un trabajador sexual a la calle porque se lo chupo sin condón, pero nadie dijo que había un violador en la calle atacando a personas”, Helen.

 

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Credito
Redacción EL NUEVO DÍA

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