La guaquería en el Tolima: el afán por el oro a cambio de la riqueza patrimonial

Crédito: Tomado de: El Quindiano / EL NUEVO DÍADe los guaqueros del Quindío, los tolimenses aprendieron varias de sus técnicas.
Pese a ser una práctica que se ejerció por generaciones en el territorio, so pretexto de salir de la pobreza gracias al tesoro que un nativo se llevó a la tumba, los surcos abiertos por los guaqueros han puesto históricamente en riesgo el patrimonio arqueológico de la región.
PUBLICIDAD

De las reminiscencias de los hechos de su infancia, don Tulio recuerda con peculiar detalle las capas de finas burbujas que aparecían en el café que sagradamente tomaba en las mañanas, y el barro adherido a las botas de caucho de su padre, las cuales, cada vez que allí aparecían, era porque su progenitor se había adentrado en frondosas vegetaciones y fangosos terrenos en búsqueda de una anhelada, pero en muchos casos infructuosa, guaca.

“En una de esas pocas veces que lo acompañé a ‘barrer’ (extraer por completo el contenido de una guaca), me di cuenta de que el ‘taita’ miraba la forma de la tierra, el color y otras ‘vainas’ para saber dónde había algo enterrado; nunca entendí cómo hizo, pero en el primer hueco que abrió, encontró a dos metros pa’ bajo unas vasijas y jarrones de cerámica. Pero cuando se puso a escarbar, adentro no encontró más que polvo y ceniza, así que ‘achantado’ rompió todo eso”, relató Tulio, cuyo nombre fue cambiado para preservar su identidad.

La actividad de ‘escarbar’ en los restos de las sociedades prehispánicas con miras a encontrar una pieza bañada en oro, era una práctica que no solamente cegaba los ambiciosos ojos de su padre, sino los de varios campesinos más del sur del Tolima, en Planadas. Pero, a diferencia de los jóvenes guaqueros, que adquirían conocimiento y ‘mañas’ de aquellos más viejos y experimentados, el pretender que los tesoros escondidos bajo tierra le cambiasen la suerte, no era algo que le apasionara, por lo que, fiel a su vocación agrícola, siguió viviendo por años de la tierra.

Sin embargo, lo suyo no fue más que la excepción a la norma, toda vez que durante décadas y hasta el sol de hoy, fueron centenares de personas en el país, los que, atraídos por el valor de los objetos preciosos enterrados con los indígenas, realizaron actividades guaqueras, pese a que tales actos, diluyen en el viento la posibilidad de entender y comprender a aquellas sociedades que nos precedieron.

“En ocasiones, lo que no es oro, lo van maltratando y lo rompen. Así pues, si encuentran exclusivamente piedras y vasijas, miran si son bonitas o repetidas para saber si las desmembraban. Por ejemplo, en el tesoro Quimbaya había unas piezas de oro que eran cofres fúnebres con las cenizas de los caciques; sin embargo, estos saqueadores terminaron botando las cenizas y llevándose las piezas doradas”, comenta Ana María Galindo, profesional en gestión cultural y comunicativa.

Es bien sabido que el saqueo de los sitios arqueológicos, de los cuales el Tolima no ha sido exento, ha generado daños irreparables en lo que respecta a la reconstrucción del pasado. Así pues, el detrimento ocasionado en nuestra región por la guaquería, ha tocado las fibras de las primeras sociedades agrícolas y ceramistas, las cuales datan del 11000 a.c. y se extienden hasta el periodo Tardío Formativo y Clásico Regional en el 800 d.c. 

“La orfebrería prehispánica del Tolima tiene rasgos estilísticos y tecnológicos muy propios. Se ha encontrado hacia el norte del departamento, en los municipios de Armero, Venadillo, Líbano, Villahermosa, Mariquita y en las zonas de Guamo y Saldaña. (No obstante), la guaquería y el comercio ilegal de objetos han destruido muchos contextos y han impedido establecer con exactitud las características de la orfebrería de cada periodo”, se puede leer en el libro ‘Tolima Milenario: un viaje por la diversidad’.

n

Tomado de: Tolima Milenario: un viaje por la diversidad  / EL NUEVO DÍA
Pinza de oro encontrada en Chaparral (1.000 a.c. - 800 d.c.).

 

Repaso por su historia

 

Si bien cuando se habla de guaquería se puede referir a la explotación de minerales y piedra preciosas, como lo que sucede en el occidente de Boyacá, o la búsqueda insaciable de las ‘caletas’ de narcos, escondidas en los decenios del 80 y 90, lo cierto es que dicha palabra sigue estando vinculada a la práctica tradicional de excavar la tierra con miras a encontrar piezas de arte precolombino y patrimonio arqueológico.

En la conquista, hace más de 500 años, se sabe que el saqueo fácil de españoles, ingleses y portugueses, fue el primer vestigio, y desde ahí una constante, de dicha actividad. “De allí se puede decir que los indígenas se les obligaba o compraba, para que les indicaran donde estaban los lugares sagrados, en los que permanecía el oro o las piedras preciosas, alimentado todo esto por mitos como el de El Dorado”, explica Galindo.

Sin embargo, desde el siglo XIX, una vez que todas las regiones del Viejo Caldas empiezan a repoblarse, renace la fiebre de la guaquería, algo que no solo va a ser influenciado en esa región, sino que también, como explica Jhony Carvajal, docente e investigador del Museo Antropológico de la UT, va a llegar al Tolima, por toda la cordillera central y las zonas medias, hasta el valle del Magdalena. 

m

Juan Corredor / EL NUEVO DÍA/ Pieza del Museo Antropológico de la Universidad del Tolima. 

“Aquello fue como una epidemia similar a la fiebre del oro en Estados Unidos, lo que hizo eco en muchísima gente, porque de una u otra manera, algunos tuvieron la posibilidad de encontrar objetos que tenían mucho valor, pero que se perdieron por culpa de compradores que fundían esos objetos. Eso no es una verdad oculta”, señaló Carvajal.

La experiencia de años de trabajo, le permiten al investigador asegurar, sin temor a equivocarse, que en la totalidad del territorio tolimense se han abierto surcos tan profundos, como las heridas causadas al patrimonio del departamento.

Asimismo, la técnica de estos guaqueros, comenta, trae la impronta de esa vieja escuela del Quindío, de la cual se heredó toda una tradición de conocimientos en lo que respecta a métodos y herramientas para la identificación y extracción de estas tumbas. Fue por todo lo anterior, que García Márquez describió aquello como el ‘aura dorado’ o la idea de volverse rico sin trabajar.

 

n

Juan Corredor / EL NUEVO DÍA Jhony Carvajal, docente e investigador del Museo Antropológico de la UT.

 

Ocaso

 

Sin embargo, en pleno siglo XXI, de su importancia otrora tan visible en el departamento, ya solo quedan restos, puesto que aquella generación de guaqueros que vio crecer don Tulio, parece ser la última, toda vez que la misma es una práctica que está bastante diezmada.

“Actualmente, aquello se encuentra muy disminuido, debido a que el saqueo en pasadas épocas fue tal, que ya no quedan muchos lugares en los cuales poder encontrar guacas. La gente que se dedicó a estos menesteres comentan que el encontrar un sitio sagrado indígena que no haya sido explotado o referenciado, es casi imposible”, aseguró Galindo sobre este respecto.

Para Carvajal, aquello constituye motivo de preocupación, puesto que el ocaso de la guaquería no responde a la apropiación y el cuidado de los tolimenses por su patrimonio, sino al agotamiento del recurso que indefinidamente pensaban explotar.

n

Juan Corredor / El Nuevo Día Don Tulio, hijo de un padre guaquero.

 

Patrimonio en fuga

Pese al mito del pirata convertido en guaquero, que se aventura a buscar un brillo dorado que le encandilaba la razón, los hechos parecen indicar que quienes realizaron estas excavaciones ilegalmente, y tuvieron la fortuna de gritar ‘eureka’, jamás lograron salir de la pobreza, si no que, todo lo contrario, por aquellas pinzas, orejeras de carrete y pectorales en forma de corazón de oro, solamente recibieron unas cuantas monedas.

O por lo menos, aquella es la tesis que sostiene Carvajal, quien asegura que “no se ha visto el primer campesino que se haya vuelto millonario con una guaca, porque siempre han sido víctimas de otros más vivos que comercializan las piezas, y tienen el conocimiento del verdadero valor que pueden acumular en otras partes”.

Y es que aquellos restos materiales de los pueblos que pisaron primero estas tierras, que no fueron fundidos o destruidos, habrían sido enviados al exterior, con miras a terminar en prestigiosos museos europeos o en ostentosas colecciones privadas de grandes magnates.

“Se estima que unas 2.200 piezas del patrimonio arqueológico están fuera de nuestro país. Se han rastreado unos seis museos en Europa que tienen estos objetos, aparte de lo que se fue por el mercado negro. Ese es un tema álgido, en el que se han hecho intentos de repatriación pero, en este país tenemos tantas urgencias que lo cultural se queda en los anaqueles. Distinto a lo que ocurre en Perú, Egipto o Grecia, que sí han sabido el valor que estos elementos tienen, por lo que han podido hacer procesos interesantes que deberíamos revisar”,  agregó Galindo.

 

Retos milenarios

A diferencia de lo que sucedió hace un par de décadas, la legislación colombiana prohíbe el tráfico ilícito de bienes culturales, toda vez que en la constitución, en su artículo 72, reza que estos “pertenecen a la Nación y son inalienables, inembargables e imprescriptibles”. Además, el decreto 138 del 2019 aclara que “las entidades territoriales están obligadas a adoptar las medidas necesarias para contribuir al manejo adecuado tendiente a la protección del patrimonio arqueológico situado en sus respectivas circunscripciones”.

No obstante, pese a lo anterior, Carvajal explica que en su trasegar profesional, ha notado un déficit en materia de protección de los bienes patrimoniales por parte de los municipios en el Tolima, toda vez que en estos ‘brilla por su ausencia’ los buenos presupuestos y el personal idóneo para salvaguardar los mismos.

Por poner un ejemplo, comenta el investigador, muchas de las obras de gran envergadura, que tienen el ‘visto bueno’ de los respectivos gobiernos, no estarían poniendo el suficiente reparo, en lo que respecta a conformar equipos de arqueología preventiva, los cuales tienen la imperiosa labor de identificar los bienes y contextos arqueológicos existentes en el área de futuros proyectos y actividades.

“Cuando se encuentran una pieza, muchos de los ingenieros de obra ya saben que eso trae consecuencias, entonces prefieren romper todo, echarle tierra y seguir construyendo. Pero no existe un grado de conciencia, que es un problema de conocimiento, porque no se tienen contemplados este tipo de eventos para salvaguardar el patrimonio”, advirtió Carvajal.

Sin embargo, la raíz de todo esto, explica el profesor, tiene como fundamento el desapego por parte de los tolimenses por su historia y de todos los elementos que lo conectan con estas tierras, en cuyas cordilleras habitaban los indios rebeldes. Razón por la cual, exhortó a múltiples actores, como la academia, las alcaldías, gobernaciones, líderes de opinión y comunidad, a unirse en torno a la promoción de la apropiación y el cuidado del patrimonio.

k

 

Jugarse la vida

 

Si bien la guaquería es una práctica que quedará en los anales de la historia, por las razones antes expuestas, lo cierto es que en torno a él, las personas que lo hacían esporádicamente como por profesión, crearon una serie de mitos y rituales, de cuyos relatos aún llegan fragmentos.

“Eso de guaquear era muy ‘jodido’, a Rengifo, por ejemplo, se le apareció una luz, dizque en el lugar donde había una tumba. Así que se puso a cavar, sin rezar ni pedirle permiso al muerto, por lo que al rato empezó a escuchar gritos, quejidos y campanazos. Imagínese escuchar esas ‘vainas’ en medio de la nada. Claro, Rengifo dejó eso ahí todo botado y se fue ‘cagado’ del miedo. O eso fue lo que se escuchaba”, relató don Tulio

Teniendo en cuenta que esta fue una práctica del siglo XIX y XX, donde las creencias y la tradición oral estaban tan vivas, no resultaba extraño que los guaqueros tuvieran rezos y se encomendaran a Dios, porque pensaban que al excavar una tumba estaban haciendo cosas contra espíritus o el mismo diablo. 

“Entonces, debido a esto, la superstición estaba ‘a primera hora del día’. Así pues, algunas de estas personas utilizaban crucifijos, semillas benditas, para que la guaca no les cayera encima, para que no se le metieran demonios, para que el ‘tesoro’  no se les moviera o para pedirle permiso al indio para poder remover todo esto”, concluyó Galindo.

 DATO: “El país ha empezado a hacer pequeños trabajos para repatriar, pero hay que decir que nos ‘meten goles’, porque entre esas piezas originales, pueden agregar otras que, por desgracia, no lo son. Lo que se conocen como piezas recién envejecidas”, Jhony Carvajal, docente e investigador del Museo Antropológico de la UT.

"Pese a que existe toda una legislación para proteger el patrimonio, éste, por sí solo, no sirve para nada, pues se requieren muchísimos elementos más que permitan utilizar esos bienes para sus verdaderos propietarios, que somos todos los colombianos", Jhony Carvajal, docente e investigador del Museo Antropológico de la UT.

 

En el Gobierno Petro se ha logrado la recuperación de 352 piezas de su patrimonio arqueológico: 274 llegaron de EE.UU., 76 fueron enviadas de Francia y 2 viajaron desde Londres.

 

¡Hagamos región y apoyemos lo nuestro! 

Lo invitamos a seguir leyendo aquí 

https://digital.elnuevodia.com.co/library 

 

MÁS NOTICIAS:

 

Ibaguereña 'emberracada' se encadenó en agencia de viajes de reconocido Centro Comercial

 

‘Millos’ sale indignado con la Alcaldía de Ibagué, por notificar a Cataño en persona tras partido

 

Credito
JUAN CORREDOR

Comentarios