Ascenso al Pacandé, legado perpetuado por los jóvenes en Jueves Santo

Crédito: Fotos: Natalia Gualanday / EL NUEVO DÍALas leyendas que encierra la enigmática pirámide natural
Las nuevas generaciones pijaos no olvidan la tradicional caminata anual al cerro de Pacandé, por ello, en este ascenso se vio en su mayoría rostros jóvenes, algunos acompañados con sus padres para perpetuar esta costumbre ancestral.
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Es Jueves Santo y como dicta la tradición, los indígenas Pijaos de resguardos de Coyaima y Natagaima inician el ascenso que cada año en esta fecha hacen al cerro de Pacandé, un recorrido de al menos hora y media hasta la cima que purifica a quienes van a pagar alguna penitencia o a ejercitarse.  

En esta ocasión, la lluvia arrecia, lo que genera un poco más de dificultad a la caminata, pero esto no es impedimento para que las personas se reúnan y los comerciantes instalen sus carpas con venta de agua, gaseosas y bebidas típicas de la región.

En el cruce de la entrada a la vereda Velú y la carretera nacional, donde está la caseta de los Hermanos del Cerro de Pacandé nos reunimos con el líder indígena César Culma Yara y sus hijos, quienes nos guiaron por el trayecto.

Para los indígenas Pijao, como el caso de César Culma Yara, quien es de la vereda Lomas de Hilarco en Coyaima, ascender el Pacandé es un símbolo muy significativo, ya que es un espacio cultural y propio de las comunidades, incluso del campesino y las personas de ciudad.

Suministrada / El Nuevo Día

 

Como comunidad indígena, tienen respeto hacia este cerro al ser lugar donde están los dioses Pacandé e Ibanasca, quienes controlan el estado del tiempo y, por supuesto, honra al medio ambiente, hacia la madre tierra.

“En esta época de Semana Santa acostumbramos subir hasta la cima como símbolo o expresión de aprecio, de apropiación, de sentir lo propio de nosotros. Es un lugar donde nos podemos sentir tranquilos, que somos parte de la región, propios de acá, es un legado que nos dejaron los antepasados”, narró Culma Yara.

Las nuevas generaciones también se apropian de esta ‘Santa’ tradición, y por ello se ven muchos jóvenes ascender el Pacandé.

“Algunos también suben en Jueves Santo como expresión de recogimiento, de arrepentimiento, pues el recorrido es exigente y hacer toda la caminata, llegar al filo, visitarlo, saludar a nuestro gran amigo Pacandé, nos libera de cosas negativas, se siente uno más sano cuando se baja”.

Antes del ingreso al lugar donde vive la comunidad de los ‘Encostalados’, en la falda del cerro, está el Santo Bálsamo, un ‘hilo’ de agua con propiedades curativas debido a sus minerales y que en su camino cruza por plantas medicinales.

Más adelante está la ‘tienda’ de los Hermanos del Cerro de Pacandé, o ‘Encostalados’, como los conocen en la zona; allí, es parada casi obligatoria luego de bajar de la cima para probar las preparaciones culinarias basadas en la cocina vegetariana.

Suministrada / El Nuevo Día

 

Luego de recorrer el camino, en esta ocasión bastante fangoso, se llega a los últimos metros de la pirámide natural, acá se exigen bastante las piernas, pues el terreno es pedregoso y la inclinación está entre los 45 y 60 grados.

“Subir el Pacandé es encontrar también la atención de la gente de la región, la expresión de las comidas, quienes lo van a orientar, pues muchos se han perdido y llegan hasta la cueva de La Vieja o se cansan por el relieve, de este, que contaban los ancestros, es un volcán apagado”, añade César Culma.

Y es bastante la tradición oral que rodea esta formación montañosa, pues aparte de ser el ‘hogar’ de los dioses que controlan el clima y los vientos del sur, es el lugar donde se perdió Juan Vaquero, de la Vieja, el lugar donde iba a llegar la Sierpe Taya Mola y algunos indican que es un lugar para avistamientos de Ovnis.

Antes de llegar a la cumbre el panorama es espectacular, en esta ocasión las nubes parecían dormir sobre la cadena montañosa que al cruzar llega a Chaparral y a Ataco.

Cuando al fin se corona la cúspide, donde esta la gran cruz, la vista es fenomenal, el cuerpo descansa al ver hacia el oriente como ‘serpentea’ entre el valle el gran río de la Magdalena, la carretera que va hacia Huila y aunque había bullicio por la cantidad de personas, se sentía paz.

Suministrada / El Nuevo Día

 

Cerro mitológico

Nelsy Vega, del resguardo indígena Yaco Molana de Natagaima y es docente indígena de la institución educativa Coyarcó sede Lomas de Guaguarco, en Coyaima, cuenta la leyenda de la Sierpe Taya Molano, que según los abuelos, en tiempos muy antiguos el gran río de la Magdalena sufrió una creciente por donde bajó en una palizada una culebra muy grande y se detuvo frente al Pacandé.

La gente quedó aterrada y murmuraban al ver aquel inmenso animal. Se reunieron y los comentarios supersticiosos era que si ese monstruo llegaba al cerro lo convertiría en nevado y dejarían el lugar helado e imposible para cultivar y sobrevivir. 

Cuenta Nelsy Vega que los pobladores dijeron: ‘Si eso es cierto, podemos ganarle a aquel terrible animal, sabemos que se está construyendo la iglesia y está el sacerdote, vayamos a buscarlo, él nos puede ayudar’. “Así que fueron muchos a su encuentro y al oír el sacerdote los relatos, los acompañó y vieron al animal en medio la vegetación. Al ver la culebra, el sacerdote la conjuró y quedó convertida en piedra (foto), sus restos los podemos apreciar hoy en el resguardo indígena Yaco Molana (Natagaima), que dio origen al nombre de nuestro resguardo en conmemoración a este suceso”, finaliza Nelsy Vega.

Suministrada / El Nuevo Día

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Hermanos del Pacandé

El hermano Lisandro se unió a la comunidad de los ‘Encostalados’ cuando tenía 18 años, se interesó por las enseñanzas del fundador, el hermano Nicolás, quien llegó al cerro en 1958 e instaló la Cruz en la cumbre del Pacandé y se comprometió además, a preservarlo como reserva forestal.

“El 13 de marzo de 1968 me puse el hábito, el traje de silicio y vivir en recogimiento, en aislamiento de las cosas mundanas, porque el traje de silicio, la túnica de costal, es para nosotros sacrificio penitencial y recorrer a pie descalzo casi toda Colombia.

“Nuestra alimentación es sana, conserva la salud, por eso, el que quiera tener una mente más despejada y una espiritualidad más adelantada come vegetariano, nada de carnes, de animales que hayan sido matados, degollados”, agrega el hermano Lisandro.

Narra Jesús Quintero, como es su nombre de nacimiento, antes de adquirir el nombre espiritual Lisandro, que el trabajo realizado por la comunidad se basa en las misión de San Francisco de Asís, pero también en las enseñanzas del hinduismo, de la que toman sus cantos, meditación y devoción. 

Al ser el lugar de residencia de la mayoría de integrantes de los Hermanos del Pacandé, son también guías para llevar al turista a la cumbre y conocer algunas historias que guarda este enigmático cerro en Natagaima.

“Acá los espero, en el cruce de Velú, para quienes quieran conocer más sobre nuestra misión, aprender y vivir en espiritualidad”, puntualizó el hermano Lisandro. 

Suministrada / El Nuevo Día

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Credito
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