No son los mayas… somos nosotros
Uno de mis primeros infartos ambientales… fue en la aproximación al paisaje de los ecosistemas del Nevado del Ruiz, muy agredido en su vegetación, en sus frailejones, en su suelo, subsuelo, materiales rocosos, con muchas vacas, y ya convertidos en basureros.

De esa excursión regresé con la sensación que producen las basuras en las iglesias.

Allí me brotaron los primeros amores por los páramos y los soportes para oponerme a una posible carretera al Nevado del Tolima.

En mis incursiones al territorio tolimense me sentía muy mal cuando exaltaba la función hídrica de los tres nevados: Quindío, Tolima y Ruiz, y percibíamos que las nuevas generaciones ignoraban que el Quindío, en un pasado reciente, había sido un precioso Nevado.

Es que no conocemos, ni adoramos, ni protegemos a los glaciares, solamente los tenemos como objetos del peor turismo.

Mueren los Nevados
Es que las grandes extensiones sin vegetación, sin agricultura, con nomadismo, inmensos desiertos de arena y la ausencia de las nieves pueden verse como una premonición registrada en los paisajes formados lentamente desde  tiempos geológicos.

Tengo unos resentimientos culturales, especialmente generados por aquellas deformaciones con respecto a la evolución geofísica, y que son las culpables de  algunos cuentos como el del paraíso terrenal, las aventuras del arca de Noé, el milagro del Mar Rojo, y la más grandes de todas, como la formación del planeta en siete días… que han influido en las ignorancias cósmicas y ecológicas heredadas… con ellos crecí y me dejé alcanzar de los pregones de las ciencias económicas y de todas las falsedades contenidas y globalizadas en las tendencias ambientales actuales.

Este año vamos a trabajar algunos temas alrededor de pensamientos auténticos de las comunidades ancestrales en el marco de los “saberes para curar al mundo”… hoy comenzamos con los glaciares.

Y creemos que para nosotros, aquí en el Tolima, en Colombia, y el trópico… los páramos y los nevados son el alma de la naturaleza, por ello queremos estrenar la profecía Maya con un recordatorio y un homenaje a nuestros  glaciares.
    
Los Nevados son nuestros abuelos
Por alguna razón cultural no queremos ni cuidamos a los nevados, ni al agua que producen, ni a los páramos en donde nacen todos los ríos colombianos… los perseguimos, los talamos, les abrimos carreteras, los pastoreamos, los incendiamos… y al final lloramos por el agua que está desapareciendo.

Hoy vamos a compartir unos textos de Mark Lynas en su libro ‘Marea Alta’, en sus vivencias dentro de las tradiciones y los glaciares del Perú, vecinos nuestros, en su concepción de identidad, de adoración, con la esperanza de que perduren los glaciares y con ellos sobrevivan los humanos.

El hielo y la nieve desaparecen
Francisco mi guía, “comenzó a decirme que la primera vez que vino aquí –hace 20 años-  esos picos eran nevados, ahora no hay nada… solo rocas… cuando la nieve y el hielo desaparecen, no hay agua para mantener las plantas, y por eso no se ve un asomo de vegetal. Más abajo tampoco los pastos y los cultivos que requieren agua están bien abastecidos. De aquí que la pérdida de esta nieve sea tan perjudicial”.

Mark le preguntó cuál era, en su opinión, el motivo de que el hielo se estuviera fundiendo. Encogió de hombros… “Se debe al sol. El calor está aumentando”.

“…Alrededor del sendero habían levantado unas casitas de piedra. Y Francisco explicó que eran ofrendas a los Apus… dioses de la montaña, que daban suerte al hogar de quienes hacían la ofrenda y evitaban la infiltración de los espíritus malignos en sus casas, hace 20 años, cuando vine por primera vez, dijo abarcando con un movimiento del brazo, todo esto se encontraba cubierto de hielo”. Un cálculo rápido permite pensar en que ese glaciar retrocedía unos 10 metros por año…
Estábamos rodeados de picos no menos empinados, uno de ellos totalmente blanco, como un helado, a lo lejos, hacia Cusco y más allá, se sucedían las hileras de cadenas montañosas desprovistas de nieve.

A manera de conclusión afirmo: “Todo el mundo cree en ellos…  los Apus tienen mucho poder. Un poder sobre la vida de la gente. De ellos depende que puedas comer y vivir con seguridad.

“Pero los Apus viven en la nieve y si esta desaparece, ¿qué va a ocurrir con ellos? Una sombra de duda cruzó por el rostro de Francisco, pero respondió que “la falta de nieve significa que los Apus se están marchando. Creo que a nuestro pueblo le esperan desgracias…”

Los Apus son los dioses de los glaciares…  
“Los habitantes de la región, viajaban y peregrinaban hasta los glaciares para purificarse y, un poco a escondidas del mundo católico, adoraban a sus antiguos dioses de la montaña, protectores de los incas y de los glaciares, pero actualmente, tienen miedos, porque los Apus, como los llaman, los están abandonando.

“Mark en su viaje, registra que más allá del Cusco, el pico llamado Qollyur estaba apareciendo… y después de una curva, se mostró en todo su esplendor.
“Todo el valle, en cuya cabeza se alzaban picos nevados con glaciares que brillaban a la luz de la luna, estaba lleno de luces parpadeantes en movimiento… Una infinidad de chozas de lona, entre las que ardían las fogatas, a cuyo alrededor se movían oscuras formas, alfombraba las empinadas laderas de la montaña.

“En medio del valle se alzaba una iglesia blanca de baja altura, rodeada de un número todavía mayor de peregrinos cuyas procesiones parecían interminables.

“Los sonidos de varias bandas de música y los redobles de tambores resonaban en la noche, iluminada con frecuencia por andanadas de fuegos artificiales. Aquella noche no pudimos dormir…”.

Es muy probable que detrás de toda la organización estén los pablos, quienes son miembros de una especie de hermandad tradicional, responsable del orden y la disciplina… entre ellos se dan un tratamiento especial con el título de pablos y son los responsables comunales…  especialmente de las expresiones de adoración a los glaciares del Perú.

Los pablos… con látigos y unas vestimentas holgadas de colores rojo, amarillo y negro, actúan como una especie de policía informal cuya tarea consiste en asegurarse de que nadie se desmandará ni tomará alcohol y de que toda la ceremonia se realizara de manera  correcta.