El país por cárcel

Si la justicia colombiana acelera el ritmo de sus investigaciones y sigue mandando a la cárcel a los corruptos, especialmente a los del Gobierno anterior, muy pronto se presentará un colapso del Sistema Penitenciario y Carcelario, porque tendrá que inventar nuevas modalidades de detenciones preventivas y no habrá recursos suficientes para castigar a tanto delincuente.

Pero a pesar de cierta eficiencia, se continúa con la gran inequidad que existe ante la tipificación de los delincuentes y sus delitos, pues si se trata de cualquier “roba gallinas” cogido en flagrancia, es enviado al increíble hacinamiento de las cárceles colombianas, donde el proceso de resocialización se invierte, porque antes de reeducarlo para que se reintegre a la sociedad, lo que sucede allí es que se le prepara, en una especie de posgrado de delincuencia superior, para que cuando salga esté dotado de todas las competencias necesarias para el delito.

 

Caso contrario sucede con los delincuentes llamados de “cuello blanco”, aquellos que desde las altas posiciones como funcionarios públicos, políticos elegidos por el voto popular o ejecutivos de la empresa privada que juegan al carrusel de las licitaciones; han hecho del erario público su caja menor  y reciben como retribución a sus hazañas criminales, la recompensa de pagar su fechoría en una casa fiscal, una casa por cárcel, un cantón, un pabellón especial, cualquier lugar donde puedan disfrutar  de una temporada de reflexión, lecturas y  visitas, mientras sus abogados negocian las rebajas de penas por su “labor”.

 

Igualmente los militares cuentan con grandes prerrogativas,  como las de  purgar la “pena” en los llamados “resort” de Tolemaida con todo incluido. Michel Foucault en su interesante libro “Vigilar y Castigar” plantea que la sociedad contemporánea ha transformado las llamadas penas analógicas, es decir aquellas que correspondían a la misma naturaleza del hecho punible, por un nuevo tipo donde se tiene en cuenta cierta “estética razonable” que cambia la rigurosidad del castigo.

 

Dudo que los legisladores colombianos hayan interpretado al pensador francés, pero de lo que si estoy seguro es que algunos jueces, si bien profieren medidas sancionatorias, lo hacen con la mayor benevolencia del mundo, cuando se trata del lugar de condena para  esos delincuentes a quien la sociedad les ha brindado todas las posibilidades para ser ciudadanos íntegros y ellos han optado por la delincuencia.

 

Como todo el sistema está tan permeado por esta perversa, cualquier medida, por bien intencionada que sea, está condenada al fracaso si no se impulsan sanciones por parte de la sociedad civil, como por ejemplo el voto castigo a los políticos y sus recomendados, de lo contario el Inpec va a tener que darle el país por cárcel a tanto corrupto.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN (*)

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