Óptica periodística: ¿Por qué Santos ya no es santo para Colombia?

Todos tenemos claro que una encuesta es simplemente una foto de la realidad. Es decir, es la opinión que se tiene en un momento específico y determinado sobre un tema o persona en particular.

También se tiene claro que las encuestas reflejan verdades momentáneas que puedan variar totalmente con posterioridad, según van cambiando las circunstancias o la realidad.

Dicho esto entremos en materia frente al tema que ocupa a los medios de comunicación nacional, los programas de opinión, a los opinadores de profesión y a varios sectores gremiales del país: el bajón monumental que en la última encuesta publicada tuvo la aceptación de su desempeño en el gobierno, la imagen personal y los temas ejecutados por el presidente Juan Manuel Santos.


No nos llamemos a engaños que para nadie es un secreto que cada vez con más fuerza, en más sectores, más personas, en más eventos, medios de comunicación, en la calle, la gente empezaba a mostrar el desencanto con el Presidente y su Gobierno.


Algo que crece y crece cada día. Claro, aquí hay algo del llamado desgaste del poder que les llega a todos los mandatarios luego de sus dos años primeros años de mandato, pero un bajón tan grande en imagen y aprobación solamente lo había vivido el expresidente Ernesto Samper en la peor época del llamado “proceso ocho mil” (cuando se destapó que el cartel de Cali le había financiado su campaña para ser presidente).


Lo cierto del asunto es que hay que ver más allá y lo que refleja la encuesta es el sentir de la gente sobre dos tema en particular: Uno, la seguridad o inseguridad, que por todas partes se siente no es el tema prioritario del mandatario si no un tema más de agenda de gobierno y, por eso, la percepción de inseguridad sube y sube en cuanta encuesta u opinómetro hay en el país.


Sobre este punto habría que decir que no basta o ya perdió efecto en la opinión la estrategia de matar, capturar o bombardear a miembros de la cúpula del secretariado de las Farc; los colombianos ya no asumimos eso como el 'Gran evento' de seguridad, sino como una acción más propia y del deber del Estado y de sus fuerzas militares.


Mientras que se sigan incrementando las quemas de buses, bloqueos en vías, voladoras de torres, ataque a poblaciones y guarniciones, y las ciudades continúen con inseguridad, esa estrategia de bala, bala y más bala ya no surtirá más efecto.


Por más que el Presidente salga a anunciar un golpe contundente o el Ministro de Defensa salga con cara de bravo en la televisión a exigir resultados a sus hombres, eso ya no funcionará.


Dos, la inmensa mayoría de colombianos también vienen despertando del hecho de que firmar y firmar tratados de libre comercio no es la panacea para conseguir o mejorar el empleo ni la manera más rápida de hacer crecer los negocios o las nuevas oportunidades para la vida.


Ya se sabe que los beneficios que lleguen, a los sectores que les lleguen y a quienes les lleguen, solo se verán en 10 o 15 años, a lo sumo. Nada en el corto plazo y por eso la opinión se desinfló.


Para levantarse de nuevo un poco, con miras a sus aspiraciones reeleccionistas, el Presidente tendrá que cambiar radicalmente la estrategia para llevar seguridad a las ciudades y para erradicar de zonas como el Cauca, Chocó, Nariño, Meta, Caquetá, Tolima, entre otros, a las guerrillas, los nuevos grupos al margen de la ley y de narcotraficantes; así como tendrá que mirar cómo se genera empleo de manera real con las locomotoras, más allá de las estadísticas que fría y repetitivamente da el Dane.


No la tiene nada fácil el mandatario, pero cuenta con el tiempo a su favor y con la mala memoria de los colombianos en esta materia.


Ojalá que encuentre rápido las nuevas fórmulas para mejorar la seguridad y llevar los resultados de la macroeconomía a la economía real de la gente de carne y hueso, no solo para que le mejore su imagen, si no sobre todo para el bienestar de todos nosotros.

Credito
NELSON GERMÁN SÁNCHEZ PÉREZ –GERSAN-

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