Government is the problem

Augusto Trujillo

Al posesionarse como presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan pronunció, como si hubiera descubierto la piedra filosofal, una sentencia inapelable: “El gobierno no es la solución a nuestro problema; el gobierno es nuestro problema”.
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Comenzaba el año 1981. Dos años antes había asumido su cargo la primera ministra Margaret Thatcher, cuyo talante autoritario era conocido de autos. Reagan y Thatcher hicieron una alianza política dirigida no solo contra el esquema cooperativo de Breton Woods sino contra el Estado de bienestar. Ese dúo cambió el rostro del mundo de finales del siglo XX. El Estado de bienestar había echado raíces en buena parte de América. En Colombia fue acogido por la República Liberal del viejo López y por la Unión Nacional de Ospina Pérez. López logró la aprobación de la reforma constitucional de 1936 y de normas como la Ley 6 de 1945, sobre convenciones laborales y conflictos colectivos. Ospina estimuló programas solidarios y obtuvo la aprobación de la Ley 90 del 46, creadora del seguro social obligatorio y del Instituto encargado de su prestación. La misma línea nutrió -y fue enriquecida- por la reforma constitucional de 1968, inspirada por el presidente Carlos Lleras Restrepo. Thatcher y Reagan se fueron contra él. Ambos miraron hacia el pasado con más interés que hacia el porvenir y, por lo mismo, el balance de su política, en ese aspecto, fue lastimoso: Desestabilizaron la vida de millones de personas que se movían en el marco del Estado de bienestar y provocaron el fanatismo mercantilista que aún subsiste. Exaltaron el mercado no solo como idea-fuerza sino como principio-valor, entronizaron la desregulación financiera, introdujeron la flexibilización laboral y la privatización per se de las empresas públicas. El gran propósito de aquel inefable dúo fue desmantelar el Estado; reducirlo a su mínima expresión y dejar el mundo -como dos siglos antes- en poder de la mano invisible. Esta regulará los negocios, controlará los abusos, garantizará la equidad: ¡Vaya optimismo! El primer resultado fue privilegiar el sector financiero sobre el real, es decir, la especulación sobre la producción de bienes y servicios. Desde entonces, los seres humanos asisten a un retroceso creciente en materia social, a una concentración de la riqueza, a un desprecio por la suerte de las personas que no clasifican en las élites económicas globales. Convirtieron el mercado en un dogma. Sus voceros, entre ellos casi todos los gobiernos de Colombia durante los últimos 30 años, vieron el mercado como un credo. El gobierno actual llegó hasta el absurdo de presentar reforma tributaria en medio de una crisis descomunal, como si quisiera emular con la fábula del lecho de Procuto. Hoy los colombianos están padeciendo los efectos de la desconexión de su gobierno con el país.

La situación actual demanda mayor intervención del Estado. Nadie más está en condiciones de gestionar, con relativo éxito, esta inédita crisis. Basta mirar a los Estados Unidos donde el problema, que era Trump, encontró la solución en Biden. Si en Colombia se aplicara en forma integral la Constitución de l991, en el Estado estaría la solución. Gobernment is the problem.

AUGUSTO TRUJILLO MUÑOZ

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